Andrés un adolescente cubano de 16 años al que le ha tocado dejar un pedazo de su niñez en cada lugar por el que ha pasado como migrante, salió de Cuba con apenas 13 años en compañía de su familia, el primer sitio que pisó fue Puerto España, en Trinidad y Tobago, donde estuvieron detenidos durante dos días, y para salir en libertad se vieron obligados a pagar 2.000 dólares a los guardias. Desde entonces su vida ha sido una dura travesía, muy diferente a la “aventura” que el imaginó, reporta Diario de Cuba.
En Puerto España estuvo alrededor de 18 meses, durmiendo en albergues improvisados, el día de su cumpleaños número 15 sus padres fueron detenidos por exigir sus derechos ante la oficina de la ONU en Trinidad y Tobago.
El cansancio los llevó a escapar a Venezuela, una semana estuvieron en la nación petrolera con el temor de toparse con agentes cubanos.
Andrés, nombre que eligieron sus padres para no revelar la identidad del menor, se internó con su familia en la selva del Darién, ahí vio morir a migrantes cubanos, entre ellos a Eneida Milián, una anciana de 81 años a la que ya consideraba su abuela.
Sin embargo, sus penurias no acaban aún, Andrés lleva tres meses varado en Tapachula, México, allí le tocó presenciar el asesinato de un cubano, y la violencia diaria en esa ciudad.
“Hace tres semanas hubo una manifestación. Un hombre negro que se disfrazó de esclavo y otro que iba con un megáfono están desparecidos. No se sabe nada de ellos y nadie se atreve a preguntar” contó.
El menor trabaja hasta 14 horas diarias por apenas 8 dólares, él y su padre son el sustento de la familia, porque su madre enfermó y su hermano es pequeño, además ellos viven con temor al secuestro.
“Para la ONU soy menos que nada. Ellos para mí son un papel y yo para ellos soy una estadística”, explica.
Andrés lleva tres años sin estudiar y no descansa ni los domingos, para poder estudiar en México, el niño necesita un documento “de la Comisión de Ayuda a los Refugiados” del país azteca, hace más de tres meses espera la cita y no ha obtenido respuesta.
Pese a los malos ratos y a la vida que le ha tocado, Andrés todavía sueña con vivir en EEUU o en Canadá, asegura.
“Día a día me decepcionó más de la humanidad y de los adultos. Poco importan los niños, sus sueños, sus necesidades y mucho menos su bienestar. Tengo miedo a la muerte todo el tiempo”, revela.
5 Comentarios