Cubanos en La Habana, sin derechos y siempre a la sombra

Procedente de Guantánamo, Eugenio llegó a La Habana hace cinco años, con la disposición de hacer lo que fuera necesario para sacar a su esposa y a sus dos niños de la miseria, incluso dejándolos detrás hasta lograr un lugar donde vivir.


Cada día de la semana, sin descanso los domingos, el guantanamero se despierta de madrugada para comenzar la larga jornada, hace dos años pudo conseguir un trabajito en un huerto organopónico próximo al Parque Lenin, donde le pagan 10 pesos diarios (50 centavos en CUC), menos de la mitad de lo que cobran los demás trabajadores del huerto.

Eugenio no tiene derecho a reclamar igualdad ni beneficios laborales porque no es un trabajador al que amparen las leyes.

“Palestinos”, así le dicen a las personas que nacieron y vivieron la mayor parte de su vida en el Oriente del país despectivamente, incluso los niños que llegan de las provincias orientales cubanas, reciben este calificativo despectivo usado por los habaneros, un regionalismo feroz que el Gobierno cubano se ha encargado de favorecer aún más.

El guantanamero es “el que más se esfuerza, y el que menos recibe”, recuerda el artículo originalmente publicado en Cubanet.

Eugenio un ilegal en La Habana junto a su familia tienen por fuerza que pasar inadvertidos para poder tener un plato de comida en la mesa todos los días.


“No encontraba trabajo, estábamos pasando hambre. Un día estaba sentado en el parque (en Guantánamo) y llegó un camión de una empresa de La Habana pidiendo gente para trabajar en una obra (…), allí mismo nos llenaron los contratos y me subí al camión, al otro día fue que llamé a Esther (su esposa) para decirle que estaba en La Habana. Ella estaba como loca”, relata el hombre a Cubanet.

Con 32 años, Eugenio se vio por vez primera en La Habana, lo inscribieron en la plantilla como “Ayudante de albañil” en uno de los tantos contingentes de la construcción vinculados al Ministerio de Turismo, donde le pagaban menos de 20 dólares al mes, pero le otorgaban el beneficio de residir de manera legal en la capital cubana, “mientras aceptara las duras condiciones del contrato”.

Extraños en su propio país, explotados en su propia tierra; por más raro que parezca nuestros gobernantes durante casi 60 años, han sido “palestinos” u orientales. Fidel y Raúl Castro nacieron en Birán, Holguín, no obstante para ellos la vida ha sido distinta, nunca nadie les puso este calificativo, ellos no vivieron la discriminación en su propia tierra, pero si la promulgaron.

Según cuenta Eugenio, “cuatrocientos cincuenta pesos al mes (18 dólares) era una cantidad enorme para mí que me las vi negras pero tenía que trabajar de 7 de la mañana a 9 de la noche, todos los días (…) terminaba muerto, cargando bloques, haciendo mezcla, paleando arena y a veces volaba (suprimía) el almuerzo, la comida porque teníamos que terminar en determinada fecha (…) yo terminé con úlcera y el asma no se me quitaba. Tuve que pedir la baja y ahí fue donde me dijeron que me retiraban la transitoria (documento de residencia) pero yo no quería regresar a Guantánamo, ya yo tenía a mi mujer aquí y los niños”.

Para un sistema que defiende la justicia social, que hizo de su Dios a Carlos Marx, luego a Lenin, y por último a Fidel, que se ha rasgado las vestiduras criticando las condiciones infrahumanas que impone el capitalismo, lo que nos cuenta Eugenio no parece distinto; el guantanamero trabajaba en la construcción unas 14 horas diarias, en pleno siglo XXI, y bajo una revolución que decretó su carácter «socialista» hace unos 58 años atrás.

Otro “palestino” cuenta su terrible experiencia en la que dicen es la “capital de todos los cubanos”.

“Nunca he robado, nunca he matado pero me persiguen como si lo hubiera hecho”, comentó Julio de 40 años, a quienes lo elogian sus compañeros de trabajo por laborioso y noble.

“Cada vez que me detienen me tratan como a un asesino. Me llevan esposado en el patrullero, me tiran en un calabozo junto con ladrones y delincuentes. Es bochornoso para mis hijos. Cuando me detienen no sé si hay un amiguito de mi hijo mirando. Cualquiera puede pensar que soy un delincuente”, prosiguió el también Guantanamero.

En el caso de Julio lleva diez años en La Habana, y por su condición de “ilegal”, según Cubanet ha sido deportado a su provincia de origen en diversas ocasiones, en los archivos policiales su record criminal ha aumentado.

¿Qué sucede con estas personas que también son cubanas? El precio de sus documentos…

Entre 200 y 500 dólares, suelen costar los documentos que te identifican como “legal” en las oficinas del Carnet de Identidad, pertenecientes al Ministerio del Interior (MININT), algo que para algunos se puede decir no es tanto, pero estas personas obreros o profesionales cobran en moneda nacional, y el salario para cubrir todas sus necesidades no rebasa los 30 dólares mensuales.

De acuerdo a una ex funcionaria, Iridis Fernández: “hay quienes optan por comprar la residencia por otras vías mucho más económicas pero igual de difíciles para cualquier trabajador. Realizan un cambio de dirección que les puede costar entre 50 y 100 dólares, mucho más barato y menos riesgoso que sobornar a un funcionario. Hay municipios y zonas de la capital que están más reguladas que otras, como Habana Vieja, Centro Habana, Habana del Este la zona de playas, entonces tiene que ir una comisión de Vivienda a la casa y medir el lugar y dar la aprobación, este es un proceso donde también existen sobornos a los funcionarios que pueden cobrar 100 y hasta 200 dólares por el dictamen (…). También hay casos de personas que compran los permisos de residencia a las direcciones de Recursos Humanos de las empresas (estatales), por eso ahora se piden más requisitos por esa vía pero igual se consiguen”.

Cubanet revela que aunque no existen estudios en relación, un sondeo ligero en las famosas zonas de prostitución en La Habana reflejará al instante que “la mayoría de hombre y mujeres” que viven de alquilar sus cuerpos son procedentes del Oriente del país.


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