Los cubanos de la Isla nuevamente desinformados ante los acontecimientos que dentro de Cuba suceden; la falta de confianza en un gobierno que decide todo sin consultar a los ciudadanos, y la inercia en la que se mantiene la Mayor de las Antillas desde hace décadas, son las causas principales del desinterés de la ciudadanía en los procesos políticos.
Cuba dio a conocer desde los primeros días del mes en curso, que modificará la Constitución vigente desde 1976, a la que se le han introducido algunas pequeñas reformas en 1978, 1992 y 2002, no obstante el hecho de que se toque de manera somera la Carta Magna de la República no se traducido en libertades para los cubanos. ¿Por qué ahora podría ser diferente?
Raúl Castro quien encabeza la comisión a cargo de modificar la Constitución ha dejado claro que “no será modificado el carácter irrevocable del Socialismo en nuestro sistema político y social, ni el papel dirigente del Partido Comunista de Cuba”, cuestión que también ha sido ratificada por Miguel Díaz-Canel, actual presidente de los Consejos de Estado y de Ministros en la Isla.
CubaNet consultó a algunos cubanos para saber su opinión acerca de la reforma constitucional en el país caribeño.
Muchos mostraron total desconocimiento acerca del proceso, sin saber a ciencia cierta qué sucederá, o más bien con la certeza intrínseca de que nada cambiará.
Para empezar los cubanos ni siquiera saben qué quieren cambiar, al menos los entrevistados por CubaNet, en su mayoría.
Los isleños viviendo bajo un régimen que politiza hasta lo más mínimo, están inmersos en la despolitización, simplemente han perdido la opinión política; la esconden por miedo, o no saben de qué se trata. Las nuevas generaciones no conocen la democracia; y los mayores no la recuerdan.
Sin embargo, pese a la falta de criterio, en lo profundo aunque no saben lo que quieren, si pueden darse cuenta de lo que no quieren, y detrás del desconocimiento, precisamente se esconde eso, todo el mundo sabe que lo que habría que cambiar es el sistema socialista, que se presenta en Cuba como una fatalidad, y no como elección de sus ciudadanos.
