
En una humilde vivienda de La Habana, Janet Oliva vive los días más angustiantes de su vida. Su hija Valentina Méndez Oliva, de apenas seis años, padece leucemia linfoblástica aguda tipo 2, una forma agresiva de cáncer que ya ha reaparecido dos veces pese a los tratamientos recibidos en Cuba.
Desde Miami, familiares y amigos elevan un clamor desesperado a las autoridades migratorias de Estados Unidos: piden que reevalúen el caso y otorguen la visa humanitaria que podría darle una oportunidad de vida a la pequeña. Entre súplicas y esperanza, insisten en que cada día cuenta para salvarla.
“Mi nombre es Claudia Pérez y estoy tratando de ayudar a Valentina Méndez Oliva. Ella es hija de una amiga de hace muchos años, conozco a su madre desde que teníamos quince años en Cuba. Estudiamos juntas y hemos mantenido la amistad por los años”, contó una amiga de la familia a Diario Las Américas.
Un sistema de salud sin recursos ni alternativas
A Valentina cuando tenía dos años la diagnosticaron con leucemia linfoblástica aguda tipo dos. Desde entonces, ha pasado por ciclos intensivos de quimioterapia en el Hospital Pediátrico de La Habana. Sin embargo, el cáncer ha mostrado resistencia. Los médicos han confirmado que el tratamiento actual ya no surte efecto y que la enfermedad se encuentra en una etapa denominada “progresión refractaria”, lo que significa que las células cancerígenas no responden a la terapia disponible en la isla, según explica Pérez.
En Cuba, los hospitales enfrentan una profunda crisis sanitaria: escasez de medicamentos, falta de reactivos, equipos obsoletos y hospitales con recursos limitados. “No hay tratamiento para ella. Todos los tratamientos que han intentado han sido infructuosos y en el hospital nos dijeron que no tienen ningún tratamiento disponible para poder ayudarla. Los sueros que le ponen no le están haciendo nada, lo único que hacen es afectarle las pocas células buenas que tiene en su organismo”, agregó la amiga.
Uno de los fármacos que podría ayudarla, Blinatumomab, no está disponible en el país. Además, Cuba no cuenta con las condiciones necesarias para realizar un trasplante de médula ósea pediátrico en casos complejos como el suyo.
La esperanza puesta en Estados Unidos
Frente a esta situación, la familia decidió solicitar una visa humanitaria (parole) en agosto de 2024, con la esperanza de trasladar a Valentina a un hospital especializado en Estados Unidos donde pueda recibir el tratamiento adecuado y, eventualmente, un trasplante de médula.
“Recibí la notificación de que mi solicitud fue denegada porque supuestamente no hay evidencias suficientes de que Valentina necesité venir a EEUU para recibir el trasplante de médula ósea, que es lo que ella necesita para poder curarse. Ese tratamiento no lo hacen en Cuba y ningún otro tratamiento de últimos protocolos está disponible. Todos sabemos cómo funcionan las cosas allí”, dijo conmocionada.
El sueño de una oportunidad médica se derrumbó cuando la Embajada de Estados Unidos en La Habana denegó la solicitud. En la carta de respuesta, las autoridades consulares argumentaron que “no existen evidencias suficientes de que Valentina requiera atención médica en Estados Unidos”.
Desde la isla la madre de la menor explica cómo poco a poco la salud de su pequeña se va deteriorando con posibilidades reales de que le otorguen la visa humanitaria. “Mi niña se encuentra en segunda recaída combinada, sistema nervioso central y medular. En agosto los médicos se reunieron con nosotros para explicarnos que la enfermedad estaba en progresión refractaria al tratamiento, en peligro para la vida”, señala. la Janet.
Apoyo desde Miami y el exilio cubano
El caso de Valentina ha movilizado a parte de la comunidad cubana en Miami. Un abogado estadounidense asumió la representación legal de la familia de forma gratuita, y el congresista Mario Díaz-Balart fue contactado para interceder ante las autoridades migratorias.
Díaz-Balart, uno de los políticos más cercanos a la diáspora cubana, ha mostrado disposición a revisar el expediente, según confirmó el entorno del abogado. Paralelamente, activistas y organizaciones humanitarias de Florida están intentando gestionar apoyo logístico y médico para recibir a la niña en un hospital del sur de Estados Unidos en caso de que se apruebe la entrada.
También se han iniciado campañas en redes sociales con las etiquetas #SalvemosAValentina y #VisaHumanitaria, en las que cubanos dentro y fuera de la isla comparten mensajes de solidaridad, fotografías de la menor y llamados a la acción. “No es política, es humanidad”, escribió una usuaria en X (Twitter), reflejando el sentimiento de muchos.
«Pido encarecidamente, por favor, que nos aprueben la visa para poder ponerle ese medicamento. Es el único que puede lograr que su médula llegue a remisión y así poder hacerle un trasplante y curarla. Por favor, les pido que se pongan la mano en el corazón y me den esa oportunidad, para que mi niñita se pueda curar”, dijo la madre en busca de cualquier solución que salve la vida de su hija.
En Miami, el abogado Miguel Inda Romero representa de manera gratuita a la familia. Según informó Claudia Pérez, la oficina del jurista trabaja en conjunto con el congresista Mario Díaz-Balart, quien ya se le notificó sobre el caso, mientras continúan a la espera de una respuesta.
La burocracia frente a la urgencia de una vida
La solicitud de visa humanitaria forma parte del programa implementado por la administración Biden para permitir el ingreso temporal de ciudadanos de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela en situaciones excepcionales. Sin embargo, el proceso ha sido altamente restrictivo y selectivo, lo que deja fuera a muchos casos urgentes como el de Valentina.
Mientras el expediente sigue en revisión, el tiempo se agota. Los médicos han advertido que la niña podría sufrir complicaciones irreversibles en cuestión de semanas si no recibe el medicamento y la atención especializada que necesita. “Cada día que pasa, Valentina sufre más”, insiste su madre. “Ya no quiero ver cómo se me apaga sin poder hacer nada”.
Una historia que refleja una crisis más profunda
El caso de Valentina no es un hecho aislado. En los últimos años, decenas de familias cubanas han solicitado visas humanitarias por razones médicas, buscando tratamientos imposibles de obtener dentro del país. Muchos se enfrentan a los mismos obstáculos: negaciones por criterios técnicos, demoras consulares y la falta de respaldo institucional.
La historia de Janet y Valentina resume la crisis humanitaria silenciosa que atraviesan miles de cubanos: un sistema de salud colapsado, escasez de medicamentos esenciales y una burocracia internacional que, muchas veces, llega demasiado tarde.
Una madre que no se rinde
A pesar del cansancio, Janet asegura que no perderá la esperanza. Ha vuelto a presentar una apelación formal, con informes médicos actualizados y cartas de respaldo de organizaciones humanitarias. Mientras tanto, dedica cada hora del día al cuidado de su hija y a mantenerla con ánimo. “Valentina es mi vida. Yo solo quiero verla correr, jugar, reír. Si me dan esa visa, prometo que no voy a rendirme hasta verla sana”, concluye.

 
					




