Joaquín Albarrán es considerado en Francia como el padre de la urología. Estudió medicina en Madrid y con apenas 17 años obtuvo su doctorado en esta disciplina. Recién graduado, cuando viajaba en tren hacia París, el tren sufrió un accidente al descarrilarse uno de sus vagones y producto del accidente resultaron heridas varias personas. Este hecho a Joaquín le marcó su vida profesional, puesto que no pudo socorrer a esas personas que necesitaban de un médico con carácter urgente. Luego del accidente, Albarrán retomó sus estudios de Medicina en París y se volvió a graduar exitosamente en Londres.
Joaquín nació en 1860 en una familia acomodada de Sagua la Grande, en Las Villas, en la época en que Cuba era todavía colonia española. Con nueve años de edad, quedó huérfano, sus padres lo dejaron al cuidado de su padrino, un cirujano español que lo inscribió en el colegio de los jesuitas de La Habana.
A los 12 años de edad, Joaquín Albarrán fue enviado a Barcelona, estudió en la Ciudad Condal y allí recibió su diploma de bachiller, en 1877. Más tarde se doctoró en Medicina, con sólo 17 años, en Madrid antes de instalarse definitivamente en París, ciudad en la que desarrolló toda su carrera profesional desde 1879 y prácticamente el resto de su vida.
En 1906 Alabrrán se convirtió en el profesor titular más joven de la Facultad de Medicina de Londres, capital de Francia. Fue el eminente Louis Pasteur quien influyó en que se estableciera definitivamente en Francia, donde no tardó en convertirse en interno ayudante de eminentes galenos como el pediatra Jacques-Joseph Grancher y el cirujano Ulysse Trélat, pero sobre todo, en donde aprendió con Félix Guyon, inventor del citoscopio, los secretos de la urología, especialidad en la que no tardó en sobresalir.
Se destacó por escribir obras tales como «El riñón de los urinarios» (su tesis premiada de 1889), «Los tumores de la vejiga» (1892), «Los tumores del riñón» (1903) y «Exploración de las funciones renales» (1905), un total de alrededor de 300 obras y artículos que aun son considerados importantes referencias dentro la medicina.
En la última década del siglo XIX trabajó en los hospitales parisinos más importantes, entre los que se hallaban el mencionado Necker, el Cochin, La Salpetrière y el Hôtel Dieu. Entre sus principales aportaciones se encuentra la famosa uña de Albarrán, complemento de los citoscopios que permitirá el cateterismo individual de los uréteres mediante una sonda de su invención para recoger la orina de ambos lados. Además, demostró la incidencia de la bacteria piógena, llamada luego bacterium colli, en las infecciones urinarias.
Por sus muchos aportes lo recompensaron varias veces con los premios Godard, Barbier y en tres ocasiones el Tremblay de la Academia de Medicina, a la vez que llegó a presidir el Congreso de Urología de 1912, en París.
Albarrán falleció joven, cuando apenas tenía 51 años, víctima de la tuberculosis, enfermedad que contrajo accidentalmente cuando atendía la nefrectomía de un paciente. Coincidió lamentablemente con que ese mismo año recibiera la noticia de que era uno de los nominados para ganar el premio Nobel de Medicina.
En París, el pabellón de urología del hospital Cochin, considerado uno de los centros médicos más prestigiosos de Francia, fue bautizado con su nombre y en la fachada del lugar se puede visualizar su busto.
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