Inversionistas extranjeros en Cuba se arriesgan a ser encarcelados

Mucho antes de que el presidente Barack Obama estableciese relaciones diplomáticas con Cuba y de que algunas compañías norteamericanas como Carnival Cruise Lines, Airbnb, Starwood Hotels y Jet Blue, comenzasen a hacer negocios en la isla, ya había empresas españolas, inglesas, canadienses, italianas, chinas y japonesas firmando contratos en La Habana. La mayoría de ellas operaban sin tropiezos, siempre que acatasen las reglas del gobierno cubano y tuviesen un poco de suerte.


Sin embargo, otras no fueron tan afortunadas; la policía cerró sus oficinas, el gobierno confiscó sus bienes y algunos de sus directivos terminaron en la cárcel.

Tal fue el caso del arquitecto inglés Stephen Purvis, que acaba de publicar un libro titulado «Close But No Cigar: A True Story Of Prison Life In Castro’s Cuba», en el que narra los horrores que vivió en una prisión cubana.

Antes de que lo detuviesen y fuera trasladado a Villa Marista en marzo del 2012, sede de la Seguridad del Estado, para ser interrogado, Purvis era el jefe de operaciones de Coral Capital Group, una firma inglesa que había trabajado en la renovación del famoso Hotel Saratoga y en la construcción de un lujoso campo de golf frente al mar en las afuera de La Habana, un millonario proyecto al que llamaban Bellomonte.

Purvis vivía con su esposa Sarah y sus cuatro hijos en un elegante barrio habanero y era una prominente figura en la comunidad de empresarios extranjeros.

Pero, de repente, todo cambió: “Mi jefe fue detenido y acusado provisionalmente de revelar secretos de Estado y de corrupción”, dijo refiriéndose a Amado Fakhre, un inglés de origen libanés que era el Jefe Ejecutivo de Coral Capital Group.


Ese mismo día, al saber la noticia, Purvis pudo haber escapado; pero no lo hizo: “Debí haber ido al aeropuerto y tomar el primer avión que saliera, pero no quise huir; yo no era un ladrón”. Unos meses más tarde lo detuvieron en su propia casa, ahí comenzó su pesadilla.

En su libro, Purvis describe, primero, su llegada a Villa Marista. Después describe cómo le toman las huellas dactilares, lo fotografían, le sacan muestras de sangre para ser examinadas, lo desnudan y le ordenan vestirse con el uniforme de los prisioneros. Por último describe las dimensiones de la celda en la que es encerrado: “No mucho más de seis pies cuadrados”.

Después de ocho meses de interrogatorios fue trasladado a La Condesa, una cárcel en las afueras de La Habana en la que purgan sus condenas los extranjeros: “Mis compañeros de cautiverio eran asesinos convictos, traficantes de drogas, pedófilos y violadores”, explica en el libro. También había otros cuatro empresarios extranjeros que, como él, estaban a la espera de que le celebrasen juicio.

Al fin, casi dos años más tarde, le celebraron un juicio secreto. Fue encontrado culpable de “transacciones ilegales de moneda extranjera”, sentenciado a los 36 meses que ya había cumplido y puesto en libertad. Finalmente logró regresar a Londres y pudo reunirse con su familia.

El caso de Stephen Purvis no es el único. Cy Tokmakjian, canadiense de origen libanés y presidente de una compañía automotriz que se dedicaba a importar vehículos y equipos de construcción, fue acusado de corrupción y sancionado a 15 años de prisión.

Otro canadiense, Sarkis Yacoubian, fundador de Tri-Sar Caribbean, una empresa también dedicada a la importación de automóviles y que era representante exclusivo de Hyundai y Suzuki, también fue acusado de corrupción y de evasión de impuestos y condenado a nueve años de cárcel.

A partir de estos casos, numerosas publicaciones especializadas en economía, entre ellas Global Risk Insights, Harvard Business Review y The Economist, así como firmas consultoras y analistas políticos, comenzaron a advertir de los riesgos de invertir en Cuba.

Muchos analistas pensaron que después del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos así como el levantamiento de algunas de las restricciones de viajes y la autorización a instituciones financieras para operar en la isla, la economía cubana mejoraría; pero no ha sido así.

“No mejorará a menos que adopten un sistema de libre mercado”, afirmó José Azel, investigador del Instituto de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos de la Universidad de Miami. “La economía cubana por ser de planeamiento central es un desastre”.

Al parecer, los riesgos de invertir en Cuba, con relaciones diplomáticas o sin ellas, seguirán siendo los mismos: cárcel, despojo y expulsión.

(Con información de el Nuevo Herald)


2 Comentarios

  • Asnaldo Montano abril 1, 2017

    Todo esto son burdas mentiras, a nadie que trabaje honrrosamente lo meten preso, lo que sucede es que quieren inventor y en los inventos violan las leyes establesidas y ahi está el Quis de la situacion, si violan las normas establesidas, que les qpliquen las leyes como lo hacen en U.S.A.

  • Nelda marzo 31, 2017

    Yo me alegraria que pasaran un susto porque no en valde los que hemos vivido tantisimos años bajo ese regimen totalitario les advertimos siempre que con los comunistas «no se puede hacer negocios » porque si no los acusan de cualquier cosa , le quitan el dinero y no le pagan un centavos y tienen que salir de aquel caos sin plumas y cacareando

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