En la mañana de este domingo un nuevo colapso volvió a estremecer La Habana Vieja. Las autoridades gubernamentales informaron en su cuenta de Facebook que el edificio que se ubica en la calle Sol #466, entre Egido y Villegas, se desplomó alrededor de las 9:00 a.m., dejando como saldo una persona fallecida.
Las autoridades confirmaron que el inmueble llevaba años en estado crítico y no contaba con condiciones mínimas de habitabilidad. Pese a ello, en su interior residían personas que habían rechazado alternativas de reubicación ofrecidas en el pasado. Equipos de rescate acudieron de inmediato al lugar, donde constataron la muerte de la víctima, cuya identidad aún no ha sido revelada.
“Lamentamos la pérdida de un fallecido en el incidente. Las Autoridades del territorio se personaron de inmediato y atienden al resto de las personas”, señaló el gobierno provincial de la capital.
El pasado mes de septiembre, un desplome parcial ocurrido en la edificación marcada con el número 105 de Belascoaín dejó en vilo a decenas de vecinos. La falta de una respuesta oficial inmediata generó airadas críticas en plataformas digitales.
Pocos días después, un nuevo derrumbe parcial en la calle San Lázaro, entre Oquendo y Márquez González, dejó afectadas a 14 personas. El incidente ocurrió en un contexto ya marcado por los constantes apagones derivados del colapso del sistema electroenergético nacional.
El colapso se registró en un corredor de la planta baja de un inmueble declarado en ruinas por instancias oficiales. Si bien no se reportaron muertes, el incidente dejó al descubierto, una vez más, las carencias en la prevención y la reacción gubernamental.
Otro derrumbe parcial ocurrido a mediados de septiembre en la calle Industria, en el tramo comprendido entre San Rafael y San Miguel, puso en riesgo a varias familias y causó heridas a tres personas, entre ellas dos menores de edad y un hombre adulto.
Entre ruinas crónicas y apagones constantes: el contexto urbano
La capital cubana enfrenta una crisis habitacional sin precedentes. Se estima que en la ciudad existen más de 185.000 inmuebles en mal estado, de los cuales casi 130.000 requieren reparaciones urgentes. A nivel nacional, el déficit supera las 850.000 viviendas.
La combinación de antigüedad de las edificaciones, humedad, filtraciones, ausencia de mantenimiento y fenómenos meteorológicos extremos agrava la situación. Las lluvias intensas y los huracanes aceleran el deterioro de estructuras ya debilitadas, provocando colapsos cada vez más frecuentes.
Los residentes, por su parte, denuncian que las prioridades de inversión del Estado están enfocadas en el turismo y en proyectos emblemáticos, mientras los barrios tradicionales continúan deteriorándose.
Historias que anticipan tragedias
Vivir bajo el riesgo de un derrumbe se ha convertido en rutina para miles de habaneros. En un solo mes lluvioso se contabilizaron más de 140 desplomes parciales y totales, con víctimas mortales y decenas de heridos.
Entre los casos más recientes se recuerda el derrumbe de dos edificios en La Habana que dejó cuatro muertos, incluida una niña de siete años, así como un colapso parcial en el municipio Cerro que provocó dos hospitalizados, uno en estado grave. Estos episodios han dejado a familias enteras sin hogar, dependiendo de albergues improvisados y sin soluciones definitivas a la vista.
Reflexiones y posibles rutas hacia la solución
Especialistas y residentes coinciden en que se requiere un plan integral de recuperación urbana que combine diagnóstico estructural masivo, priorización de viviendas en mayor riesgo y un financiamiento realista.
También se señalan como necesarias la formalización de la autoconstrucción con asesoría técnica, la participación de organismos internacionales y ONG en la rehabilitación, y la redistribución de recursos para que la atención habitacional deje de estar en segundo plano frente a proyectos turísticos.
La transparencia y la participación comunitaria son claves para que las soluciones lleguen efectivamente a las familias y no se pierdan en burocracia o corrupción.
El derrumbe en La Habana Vieja no debe entenderse como un hecho aislado, sino como la expresión de un problema estructural profundo. Las cifras y los testimonios revelan que la capital vive al borde de una crisis humanitaria urbana, donde cada lluvia o tormenta puede desencadenar una tragedia.
La prioridad debería ser garantizar un entorno seguro y habitable para los ciudadanos. De lo contrario, la combinación de abandono, precariedad y falta de recursos seguirá cobrando vidas y desplazando familias en una ciudad que alguna vez fue símbolo de esplendor arquitectónico y hoy se encuentra marcada por el miedo a vivir entre ruinas.