El domingo 2 de noviembre de 2025 a las 2:00 a.m., Estados Unidos pondrá fin al horario de verano (DST, por sus siglas en inglés) y los relojes deberán atrasarse una hora. Aunque parece un simple ajuste, la medida trae consigo repercusiones en la vida cotidiana, la salud y hasta en la política nacional.
Un cambio más temprano de lo habitual
Este año, el fin del horario de verano se producirá un día antes que en 2024, lo que lo convierte en el segundo final más temprano posible según el calendario establecido por la Energy Policy Act de 2005. Desde entonces, el DST comienza el segundo domingo de marzo y concluye el primer domingo de noviembre.
La modificación implica que, si bien los ciudadanos disfrutarán de una hora adicional de sueño, también enfrentarán tardes más oscuras y un cambio en sus rutinas, con amaneceres más luminosos pero atardeceres que llegarán antes de lo esperado.
Impactos en la vida diaria
El retroceso de una hora suele traer alivio inmediato, pero expertos en salud advierten que puede alterar el ritmo circadiano, afectando la calidad del sueño y la concentración durante los días posteriores. Entre las recomendaciones más frecuentes destacan:
- Ajustar progresivamente los horarios de descanso en la semana previa.
- Exponerse a la luz solar de la mañana para ayudar al organismo a sincronizarse.
- Mantener rutinas estables de alimentación y ejercicio.
- Utilizar lámparas de simulación de amanecer o dispositivos de luz SAD para minimizar el impacto en quienes son más sensibles a los cambios estacionales.
Quiénes no participan en el horario de verano
No todo el país sigue esta práctica. Hawái y gran parte de Arizona —excepto la Nación Navajo— no aplican el horario de verano, manteniendo un esquema fijo durante todo el año. También no aplican este horario las Islas Vírgenes de EE.UU, Puerto Rico, Islas Marianas del Norte, Guam y Samoa Americana. Estas excepciones reavivan el debate sobre la pertinencia del cambio bianual de hora.
Próximas fechas: mirando hacia 2026
Tras el fin anticipado de 2025, el domingo 8 de marzo de 2026 marcará el inicio del nuevo periodo de horario de verano, con los relojes adelantándose nuevamente una hora.
Un debate político que sigue abierto
El tema trasciende lo práctico y se ha convertido en materia de discusión política. Propuestas como la Sunshine Protection Act y legislaciones estatales como el plan “Texas Time” buscan poner fin al cambio bianual, defendiendo la permanencia de un horario único. Sin embargo, el Congreso aún no ha aprobado ninguna iniciativa definitiva, por lo que la práctica continúa dividiendo opiniones entre legisladores, empresarios y ciudadanos.
Los defensores del horario permanente argumentan que ayudaría a reducir el estrés físico y mental, además de ofrecer estabilidad a sectores como la educación y el transporte. Sus detractores sostienen que mantener un horario fijo —ya sea el estándar o el de verano— podría afectar la eficiencia energética y complicar la coordinación interestatal.
Historia y controversia
El horario de verano fue introducido de manera intermitente en EE. UU. durante el siglo XX, especialmente en épocas de guerra y crisis energética, con el argumento de aprovechar mejor la luz natural y reducir el consumo eléctrico. Sin embargo, estudios recientes ponen en duda esos beneficios, señalando que los cambios de hora pueden afectar la productividad y aumentar los riesgos de problemas de salud como trastornos del sueño y estrés.
Lo que significa para los estadounidenses
Para la mayoría, la fecha del 2 de noviembre de 2025 será simplemente la oportunidad de dormir una hora más. Pero detrás de ese gesto simbólico hay un debate profundo sobre salud pública, economía y estilo de vida. Mientras el país se adapta nuevamente al cambio, la discusión sobre si mantener o abolir el horario de verano permanece abierta y, cada año, gana más fuerza en la agenda nacional.