
Un nuevo cálculo del economista cubano Javier Pérez Capdevila vuelve a exponer la profundidad de la crisis económica que atraviesa la isla. Según su estimación, una persona necesita 50.157 pesos cubanos al mes para cubrir únicamente los gastos básicos de subsistencia. El dato subraya una brecha insalvable con el salario estatal promedio, que se mantiene en apenas 6.649 pesos, y desnuda una realidad que gran parte de la población vive a diario: el ingreso formal ya no alcanza para sobrevivir.
Un costo de vida que supera los 50 mil pesos
Pérez Capdevila llegó a esta cifra tras analizar precios reales del mercado cubano, con especial énfasis en el mercado informal, donde la mayoría de los ciudadanos adquiere alimentos, medicinas y productos esenciales. Según su desglose, la alimentación representa la mayor carga financiera, con un promedio cercano a los 37 mil pesos mensuales debido a la inflación y al desabastecimiento crónico.
La compra de medicamentos, obligada casi siempre al mercado paralelo ante el vacío persistente en farmacias estatales, ronda los 2.150 pesos. Los gastos de higiene personal y del hogar alcanzan los 6.750 pesos, mientras que los servicios básicos, pese a mantenerse relativamente bajos en comparación con otros países, ya superan los 1.000 pesos mensuales. El transporte añade otros 1.300 pesos, afectado por la falta de combustible y la reducción del transporte estatal.
El cálculo no incorpora otros gastos inevitables como ropa, calzado, útiles escolares, telefonía móvil, reparaciones domésticas o recreación. Si estos elementos se incluyeran, el costo real de vida podría ascender con facilidad a los 60 o incluso 70 mil pesos mensuales para una persona promedio.
Un salario incapaz de cumplir su función
La brecha entre el costo de vida y el salario estatal ilustra el deterioro del valor real del peso cubano. La inflación acumulada en los últimos años, la depreciación acelerada de la moneda y la escasez sistémica han erosionado por completo la capacidad adquisitiva del ingreso formal. El salario estatal, que en otros tiempos funcionó como columna vertebral del sustento familiar, se ha convertido en un ingreso simbólico que no garantiza ninguna estabilidad económica.
Ante este escenario, la población ha tenido que recurrir a estrategias de supervivencia paralelas. Las remesas enviadas por familiares en el exterior se han transformado en una fuente esencial para millones de hogares. El empleo informal crece y se diversifica como mecanismo para suplir la falta de ingresos.
El trueque y los intercambios directos se han vuelto cotidianos en muchas comunidades, al mismo tiempo que numerosos ciudadanos reducen al mínimo su consumo de alimentos y medicamentos. Pérez Capdevila sostiene que un salario digno debería ubicarse entre 40.000 y 45.000 pesos, pero reconoce que el aparato productivo cubano carece de capacidad real para sostener un aumento de ese tamaño sin disparar aún más la inflación.
El economista difundió su análisis en diciembre de 2025, pero meses antes ya existían señales contundentes de la magnitud del problema. En agosto, el observatorio Food Monitor Program calculó que el costo de una canasta básica para dos adultos cubanos rondaba los 41.735 pesos en La Habana y 39.595 en Cienfuegos. Ese monto, impensable para la mayoría de los hogares, equivale a más de seis salarios promedio en la Cuba actual, dejando en evidencia la brecha creciente entre ingresos y necesidades esenciales.
En contraste, ese mismo mes el gobierno cubano anunció con entusiasmo que el salario medio mensual había alcanzado los 6.649 pesos durante el primer semestre de 2025. El régimen presentó esta cifra como un logro, destacando un incremento del 16,4 % respecto al año anterior, aunque en la práctica ese aumento luce insuficiente frente al vertiginoso encarecimiento del costo de vida.
El mercado informal como referencia dominante
Con tiendas estatales desabastecidas y un sector privado limitado por la falta de suministros y el encarecimiento de las importaciones, el mercado informal se ha convertido en el verdadero termómetro económico de la población. Los precios que allí se imponen definen la vida diaria, desde el costo del arroz hasta el de los jabones, y reflejan tres dinámicas clave: la insuficiencia de la producción nacional, la persistencia de una dualidad monetaria de facto y la expansión de la inflación en bienes esenciales.
La incapacidad del Estado para garantizar una oferta estable ha trasladado el protagonismo económico al circuito informal, donde los precios responden únicamente a la lógica de escasez y demanda. Esto genera una dependencia creciente que afecta especialmente a quienes no tienen acceso a dólares, remesas o ingresos en MLC, ampliando las desigualdades internas.
Una sociedad marcada por la desigualdad y la precariedad
El deterioro del poder adquisitivo tiene efectos profundos en la estructura social. La principal línea divisoria del país ya no es laboral o profesional, sino monetaria: quienes tienen acceso a divisas pueden sortear parcialmente la crisis, mientras quienes dependen exclusivamente del salario en pesos quedan atrapados en un ciclo de precariedad. Esto se observa en la alimentación infantil, en el acceso a medicamentos, en la posibilidad de reparar un electrodoméstico y, en última instancia, en la capacidad de proyectar un futuro estable.
La migración masiva es uno de los síntomas más visibles de este proceso. Jóvenes y profesionales abandonan la isla ante la falta de perspectivas económicas, mientras que los adultos mayores —muchos de ellos con pensiones que no superan los 2.500 o 3.000 pesos— quedan en una situación de extrema vulnerabilidad. La frustración social aumenta en paralelo, alimentada por apagones, colas interminables, desabastecimiento y un sentimiento generalizado de agotamiento.
El diagnóstico detrás de los números
Aunque el cálculo presentado por Pérez Capdevila es una aproximación personal, coincide con el consenso de economistas independientes: el costo de vida en Cuba se ha vuelto incompatible con el salario estatal, y la brecha continúa ampliándose. Más que una cifra exacta, los 50.157 pesos mensuales funcionan como una fotografía del país real. Una fotografía donde la supervivencia depende cada vez más de estrategias alternativas y donde el desfase entre ingresos y necesidades se convierte en el eje central de la crisis económica y social.





