Yate de lujo que se renta por 200 mil dólares a la semana y recientemente estaba en los Cayos de la Florida sorprende en la bahía de La Habana en medio de la crisis cubana

Yate de lujo en el Puerto de La Habana. Foto: Video de YouTube de Cubamundi

Un imponente yate de lujo atracado esta semana en el puerto de La Habana ha captado la atención de residentes y visitantes por igual. Se trata del Lady First, una embarcación registrada en las Islas Caimán, procedente de Estados Unidos, cuya presencia contrasta radicalmente con la difícil situación económica y energética que atraviesa Cuba.

El Lady First, construido en 2023 por el prestigioso astillero italiano Riva, puede alojar a once personas y cuenta con una tripulación de siete miembros. Está equipado con todo tipo de lujos, incluyendo jacuzzi, aire acondicionado, Wi-Fi y una máquina de café de alta gama. El costo estimado de su alquiler semanal es de 200.000 dólares, una cifra que supera con creces los ingresos anuales de la mayoría de los cubanos.


Según registros de navegación, el yate estuvo en Miami hasta el 16 de junio y se avistó recientemente cerca de Cayo Hueso, antes de recalar en la capital cubana. Su aparición en La Habana se da en un momento en que el turismo ha disminuido considerablemente y el discurso político entre Cuba y Estados Unidos se ha vuelto más tenso. En este contexto, la llegada del Lady First parece sacada de una realidad paralela o de otra época.

Desde el Malecón habanero, numerosos curiosos se han congregado para observar la embarcación, sacando fotos y comentando con asombro. “Ahí sí hay billete”, exclamó uno de los jóvenes presentes, mientras una señora paseaba con su nieto usando un abanico improvisado para protegerse del sol, sin dejar de mirar al yate.

La escena ha generado un cruce de sensaciones entre la fascinación y la incredulidad. En una isla donde la escasez de alimentos, medicinas y combustible es el pan de cada día, la imagen de una embarcación de este calibre atracando en la bahía representa un símbolo poderoso de las desigualdades extremas que se hacen cada vez más visibles.

Aunque se desconocen los motivos exactos de su llegada, la presencia del Lady First ha dejado una estampa inusual en la vida cotidiana de La Habana, despertando sueños, preguntas y hasta críticas sobre quiénes realmente pueden permitirse el lujo de navegar por estas aguas.

Este contraste entre el lujo flotante y la tierra firme en crisis no es solo económico, sino profundamente simbólico. En un país donde los salarios estatales apenas alcanzan para cubrir las necesidades básicas, y donde escasean alimentos, medicinas, transporte y electricidad, la imagen de un yate de élite navegando por aguas cubanas resalta con crudeza las desigualdades del presente.


La realidad cotidiana en Cuba está marcada por apagones frecuentes, largas colas para productos esenciales, restricciones para viajar y una sensación de estancamiento económico. Ver un yate extranjero atracar en pleno centro de la capital es, para muchos, una provocación o una ventana a un mundo completamente ajeno.

Más allá del impacto visual, estos yates también desafían la narrativa oficial del gobierno, que durante décadas ha condenado el lujo y defendido la austeridad como valores revolucionarios. Sin embargo, embarcaciones de este tipo han llegado a La Habana en más de una ocasión, a veces de forma discreta, y casi siempre sin que se informe públicamente quiénes son sus ocupantes o con qué propósito arriban.

La presencia de estas embarcaciones no solo evidencia el contraste entre clases sociales a nivel global, sino también el limitado acceso de los propios cubanos a su entorno. En la isla, viajar libremente, salir en barco o acceder a servicios de lujo está reservado para pocos. En este sentido, los yates no solo representan riqueza, sino libertad, movilidad y privilegio, elementos a los que la mayoría de los ciudadanos no puede aspirar.

En un contexto de tensiones entre Cuba y Estados Unidos, la llegada del Lady First —que zarpó de Miami y pasó cerca de Cayo Hueso— resulta aún más significativa. Es una especie de espejismo de abundancia que navega sobre aguas marcadas por la escasez, dejando tras de sí una estela de preguntas, críticas y reflexiones sobre quiénes realmente tienen el privilegio de moverse entre ambos mundos. Mientras tanto, desde la orilla, los cubanos miran. Algunos sueñan, otros se indignan. Pero todos coinciden en algo: ese yate no es para ellos.











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