
La revelación de que Cristina Lage Codorniú, hija del exvicepresidente cubano Carlos Lage Dávila, posee visa estadounidense y dirige una red de negocios de alto nivel en La Habana, ha reavivado cuestionamientos sobre los privilegios y la concentración de poder económico entre sectores vinculados al aparato político.
En un país marcado por la escasez, los bajos salarios y las restricciones migratorias, el ascenso empresarial de la joven ha generado un notable contraste con la realidad cotidiana de la mayoría de los cubanos.
Una empresaria con movilidad internacional y perfil bajo
De acuerdo con el reportaje del periodista cubano Mario J. Pentón, Cristina Lage cuenta con visa estadounidense y ha viajado en múltiples ocasiones a Estados Unidos y Europa, algo inaccesible para la mayoría de los ciudadanos cubanos debido a los estrictos requisitos consulares y los altos costos asociados al proceso de visado.
Este nivel de movilidad internacional resulta especialmente llamativo por tratarse de la hija de un exdirigente que, aunque defenestrado públicamente en 2009, formó parte de la cúspide política de la isla durante décadas. A pesar de estar al frente de negocios ampliamente visibles, la empresaria mantiene un perfil discretísimo, evita declaraciones y se mantiene fuera del escrutinio mediático, una característica habitual entre figuras económicas con vínculos sensibles al poder político.
Un emporio gastronómico en medio de la crisis cubana
Cristina Lage administra, junto con su esposo Orlando Alain Rodríguez Leyva, el Grupo Tentacioones SRL, una empresa privada que opera algunos de los restaurantes más exclusivos de La Habana. Entre ellos destacan Sensacioones, Woow y Nao Habana, así como el servicio de entregas IFood.
Estas operaciones, que emplean a más de cuarenta personas, se desarrollan en un contexto económico nacional marcado por la inflación, la pérdida del poder adquisitivo y la escasez de productos básicos. La carta de estos restaurantes se aleja por completo del consumo promedio en Cuba.
Platos como un Tomahawk Gallego que supera los 114 dólares representan un lujo inaccesible para la población general, cuyos salarios estatales, en muchos casos, rondan apenas los 15 dólares mensuales. Este contraste se ha convertido en símbolo de la creciente brecha socioeconómica entre la élite ligada al acceso a divisas y la población común que enfrenta precariedad material y dificultades cotidianas para adquirir alimentos esenciales.
Opacidad empresarial y dudas sobre el origen del capital
Uno de los elementos que más controversia genera es la falta de información pública sobre los propietarios formales del Grupo Tentacioones. Aunque diversas fuentes señalan a Cristina Lage y su esposo como los responsables directos, la empresa no publica oficialmente quiénes son los dueños.
Esta opacidad se suma a la magnitud de las inversiones necesarias para sostener establecimientos de lujo en un entorno económico desfavorable, lo que alimenta cuestionamientos sobre la procedencia del capital inicial, las facilidades obtenidas para operar y el alcance de sus conexiones dentro de estructuras estatales.
El acceso privilegiado a insumos importados, permisos, divisas y autorizaciones específicas suele estar condicionado, según analistas, por relaciones estrechas con entidades gubernamentales o con personas influyentes dentro del sistema político.
El legado de los Lage y la reconversión de la élite cubana
La figura de Cristina Lage no puede comprenderse sin contextualizar la trayectoria de su padre, Carlos Lage Dávila, quien ocupó altos cargos en el gobierno cubano durante los años noventa y dos mil. Considerado en su momento un posible sucesor de Fidel Castro, fue apartado abruptamente en 2009 tras una campaña de descrédito promovida desde la propia cúpula del Estado.
Sin embargo, la influencia de la familia no desapareció por completo, su hermano, el prominente científico Agustín Lage, continuó ocupando posiciones de relevancia en el sistema biotecnológico estatal. El ascenso empresarial de la hija ilustra cómo ciertos descendientes de antiguos funcionarios han logrado reposicionarse en la actual etapa de apertura económica mediante la creación de MIPYMES, aprovechando vacíos legales, contactos previos y capacidades financieras superiores a las del promedio de los ciudadanos.
Entre privilegios, desigualdad y percepciones de impunidad
El caso de Cristina Lage se ha convertido en uno de los ejemplos más visibles del surgimiento de una nueva élite económica que opera en contraste directo con la vida de la mayoría de los cubanos. Mientras la población enfrenta apagones, escasez de alimentos, salarios insuficientes y crecientes obstáculos migratorios, ciertos grupos vinculados histórica o familiarmente al poder exhiben movilidad internacional, acceso a divisas y emprendimientos millonarios.
La diferencia entre la ostentación gastronómica de estos negocios y la precariedad generalizada ha generado reacciones en redes sociales y espacios independientes, donde muchos ciudadanos cuestionan cómo es posible que una figura vinculada al viejo aparato político pueda prosperar con tanta rapidez en un contexto tan restrictivo.
Un reflejo del modelo económico en transformación
El caso de la hija de Carlos Lage simboliza los cambios profundos que atraviesa el modelo económico cubano desde la introducción de las MIPYMES en 2021. La coexistencia de negocios de lujo, discrecionalidad estatal en la entrega de licencias, acceso desigual al capital y la emergencia de un empresariado con vínculos políticos evidencian un país donde la apertura económica se desarrolla sin mecanismos sólidos de transparencia ni igualdad de oportunidades.
En este paisaje desigual, el emporio de Cristina Lage se convierte en un espejo del rumbo que toma la economía cubana: una apertura que favorece principalmente a quienes poseen conexiones, poder simbólico o capacidad financiera heredada, mientras la mayoría de los ciudadanos enfrenta un deterioro sostenido de sus condiciones de vida.
Análisis comparativo: Cristina Lage dentro de la nueva élite económica cubana
El emporio gastronómico de Cristina Lage no es un caso aislado, sino parte de un fenómeno más amplio que marca la evolución del modelo cubano desde la aprobación de las MIPYMES en 2021. Diversos descendientes de exministros, generales retirados, altos funcionarios y figuras vinculadas al aparato estatal han logrado establecer negocios mayormente concentrados en sectores de alta rentabilidad como la gastronomía, la logística, el turismo y los servicios tecnológicos.
El patrón es reiterado: surgimiento de emprendimientos con inversiones considerables, acceso fluido a permisos estatales, importaciones y abastecimiento en un mercado altamente regulado, así como la ausencia de declaraciones públicas sobre la procedencia del capital o la identidad exacta de los propietarios. En muchos casos, estos empresarios emergentes mantienen, como Cristina Lage, movilidad internacional y la capacidad de operar con divisas en un país donde la mayoría de la población recibe ingresos en moneda nacional depreciada.
En sectores como el turismo y la restauración se han identificado negocios vinculados, directa o indirectamente, a familiares de exmilitares y funcionarios del Ministerio del Interior. En el ámbito tecnológico y logístico, hijos de figuras vinculadas a entidades estatales han creado plataformas de comercio electrónico, servicios de carga internacional o empresas digitales que operan con licencias y accesos que resultan difíciles para actores independientes.
Incluso en la esfera cultural, artistas y creadores con relaciones privilegiadas con instituciones gubernamentales han logrado construir negocios sólidos en medio de la crisis, reproduciendo un esquema donde ciertos grupos disfrutan ventajas económicas, institucionales y migratorias muy por encima de la media nacional.
Comparado con estos casos, el ascenso de Cristina Lage es paradigmático: proviene de un apellido históricamente asociado al poder, opera en un sector de lujo, mantiene un perfil bajo, posee movilidad internacional y administra negocios cuyo crecimiento no puede explicarse únicamente mediante la dinámica empresarial ordinaria. Su historia encarna lo que investigadores describen como la “post-nomenclatura”: una élite que, tras perder presencia política directa, transforma su capital simbólico e institucional en fortaleza económica dentro del mercado emergente.





