
En medio de una crisis económica sin precedentes, donde gran parte de la población cubana enfrenta dificultades para adquirir productos básicos y soporta largos apagones diarios, la venta de una mansión en uno de los barrios más exclusivos de La Habana ha generado controversia y ha reavivado el debate sobre la desigualdad social en la isla.
La propiedad, ubicada en el céntrico reparto Kholy, entre el Vedado y Miramar, fue anunciada en redes sociales por la inmobiliaria “Vedado y más” por un precio de 320,000 dólares estadounidenses. Construida en 1945 con un marcado estilo neoclásico, la vivienda ocupa 523 metros cuadrados y cuenta con cinco habitaciones, cuatro baños, jardín, terraza techada, amplia cocina, comedor, sala de estar, patio y espacio para estacionamiento. Su arquitectura de época y sus dimensiones excepcionales la convierten en una pieza inmobiliaria de alto valor histórico y estético.
Sin embargo, lo que para algunos representa una oportunidad para adquirir una “joya” patrimonial, para muchos otros es un reflejo hiriente de las profundas brechas sociales que caracterizan al país. En plataformas como Instagram, donde se publicó el anuncio, usuarios expresaron desde admiración por la belleza de la propiedad hasta indignación por lo que consideran una burla frente a la dura realidad que enfrenta la mayoría de los cubanos. A la tasa informal actual, el precio de la mansión equivale a más de 120 millones de pesos cubanos, cifra que resulta completamente inalcanzable para cualquier trabajador promedio de la isla.
El mercado inmobiliario cubano, aunque legalizado parcialmente desde 2011, sigue siendo un terreno limitado y desigual. Las operaciones de compraventa de viviendas se realizan mayormente en divisas, pese a que el peso cubano es la moneda oficial. Esto ha dado lugar a un mercado paralelo donde propiedades de alto valor solo pueden ser adquiridas por ciudadanos con acceso a remesas desde el exterior o inversores extranjeros, dejando fuera del juego a la inmensa mayoría de los cubanos que dependen de salarios estatales deprimidos.
El reparto Kholy, donde se encuentra la propiedad, es uno de los sectores de mayor prestigio urbanístico de la capital. Con calles arboladas y casas de los años 40 y 50, fue históricamente hogar de profesionales y empresarios antes de la Revolución. Aunque muchas de sus residencias han sufrido deterioro, otras han sido restauradas y se cotizan actualmente en decenas o cientos de miles de dólares, dependiendo de su estado y ubicación.
Más allá del valor inmobiliario, esta venta pone sobre la mesa otros temas sensibles en la sociedad cubana: el derecho a la propiedad privada, las expropiaciones del pasado, el acceso a divisas, el rol de las remesas y la creciente presencia de un mercado capitalista informal dentro de una economía declaradamente socialista. También evidencia cómo el auge de plataformas digitales y redes sociales ha cambiado la forma en que se venden y visibilizan propiedades de lujo en Cuba, aun cuando el país mantiene una legislación restrictiva para las inversiones privadas nacionales.
En un contexto en el que los cubanos hacen colas interminables para conseguir alimentos, lidian con cortes de electricidad diarios y enfrentan una inflación disparada, la venta de una mansión por 320,000 dólares aparece como un recordatorio del contraste extremo entre quienes tienen acceso a divisas y quienes apenas sobreviven.
Para muchos observadores, esta mansión no solo representa una operación inmobiliaria: se ha convertido en un símbolo del abismo social que divide hoy a la Cuba de los privilegiados de la Cuba empobrecida. Y en ese contraste, se dibuja el nuevo rostro urbano de una nación atrapada entre el pasado, la crisis y la incertidumbre del futuro.