
Dayami, una cubana residente en Italia se volvió viral tras compartir su experiencia al adquirir una casa por solo un euro en un pequeño pueblo italiano. La noticia despertó tanto admiración como curiosidad, al mostrar cómo muchos inmigrantes están aprovechando los programas de “viviendas a 1 euro” que promueven varios municipios para combatir la despoblación y el abandono de zonas rurales.
Sin embargo, la historia de Dayami también refleja el lado oculto de esta iniciativa: los gastos, los trámites y los desafíos personales que acompañan una inversión que, en la práctica, puede llegar a costar decenas de miles de euros.
De la ilusión a la realidad: “no es tan fácil como parece”
La joven relata con total franqueza cómo llevó a cabo la compra, explicando paso a paso los requisitos legales y revelando esos gastos inesperados que muchas veces se esconden detrás de las atractivas ofertas con las que varios ayuntamientos italianos intentan devolver la vida a pequeñas localidades rurales al borde del abandono.
La casa que adquirió estaba en condiciones precarias, sin techo y con muros agrietados, lo que obligó a una renovación casi total. Los trabajos de albañilería, electricidad, fontanería y aislamiento superan los 40.000 euros, sin contar los materiales de reconstrucción ni los gastos de transporte.
A ello se suman las condiciones de vida rurales: calles empinadas, inviernos duros, escasos servicios y dificultades para encontrar empleo estable. “No es solo tener una casa bonita, sino adaptarse a un entorno completamente diferente”, comentó la cubana.
La iniciativa: un euro como símbolo, no como precio real
El programa de casas a 1 euro surgió en Italia a comienzos de la década de 2010, en municipios donde la población ha envejecido o emigrado a las grandes ciudades. Localidades como Sambuca di Sicilia, Mussomeli, Cinquefrondi o Ollolai ofrecieron inmuebles abandonados a precios simbólicos para atraer nuevos habitantes y frenar el deterioro urbano.
El comprador se compromete a rehabilitar el inmueble dentro de un plazo determinado —generalmente de tres años— y a depositar una fianza de entre 3.000 y 5.000 euros, que se devuelve solo si cumple con las obras. Además, debe presentar un proyecto arquitectónico aprobado por el municipio, asumir los costos notariales, de registro y catastro, y financiar la restauración con fondos propios.
Además, está obligada a reemplazar por completo el sistema eléctrico e incorporar una calefacción moderna. A ello se suma el costo del transporte de materiales y herramientas necesarios para la reforma, ya que muchas de estas aldeas se encuentran en zonas remotas, alejadas de grandes centros urbanos y proveedores.
Gran parte de estas viviendas se encuentran en estado deplorable o con riesgo de derrumbe, lo que obliga a destinar una considerable inversión en materiales, permisos y mano de obra calificada. En ciertos casos, las estructuras son tan precarias que deben ser demolidas, generando así costos adicionales para el nuevo propietario.
De Cuba a los pueblos fantasmas de Italia
El caso de Dayami forma parte de una tendencia creciente de latinoamericanos —incluidos cubanos— que se instalan en pueblos italianos bajo estos programas. Muchos buscan una alternativa asequible frente al alto costo de vida en las ciudades europeas.
En los últimos años, se han registrado varios casos similares como el de una pareja argentina compró una vivienda por 1 euro en Sambuca di Sicilia y la convirtió en una casa rural turística. Una familia española adquirió otra en Ollolai (Cerdeña) y la restauró para abrir un pequeño café y el pasado año otra cubana residente en Milán compartió su experiencia al comprar una casa en Cinquefrondi, relatando que el gasto final superó los 60.000 euros.
Estas historias reflejan el atractivo del programa, pero también las limitaciones económicas de mantener una segunda residencia o enfrentar una rehabilitación completa en regiones con poco empleo.
Una apuesta por revivir pueblos vacíos
Las autoridades locales italianas defienden la iniciativa como una forma de rescatar la identidad de sus comunidades y frenar el éxodo. Según datos del Instituto Nacional de Estadística de Italia (ISTAT), más de 2.000 pueblos han perdido al menos la mitad de su población en los últimos 50 años.
El alcalde de Sambuca di Sicilia, uno de los pioneros del programa, declaró que el proyecto “no solo busca vender casas, sino atraer vida, cultura y diversidad”. Desde su lanzamiento, más de 200 viviendas han sido vendidas a extranjeros, incluidos estadounidenses, canadienses, británicos, latinoamericanos y asiáticos.
El costo real del sueño
Aunque el precio inicial es simbólico, los expertos en bienes raíces estiman que el gasto total de rehabilitación y legalización puede superar los 50.000 a 70.000 euros, dependiendo del estado del inmueble.
Aun así, para muchos inmigrantes como Dayami, el programa representa una oportunidad de recomenzar con esfuerzo, acceder a una vivienda propia y disfrutar de la tranquilidad de la vida rural europea. “No vine a buscar lujo, vine a construir algo mío desde cero”, concluye.




