
Desde la tarde del 16 de diciembre y durante toda la madrugada, miles de cubanos llegaron al Santuario Nacional de San Lázaro, en la localidad de El Rincón, municipio Boyeros, La Habana, para cumplir promesas, pedir favores o agradecer supuestas gracias recibidas, en la antesala del 17 de diciembre, fecha central de la festividad dedicada a una de las figuras más veneradas de la religiosidad popular cubana.
La peregrinación volvió a convertirse en una de las concentraciones religiosas más numerosas del año, reuniendo a personas de diferentes edades, regiones y condiciones sociales. Muchos caminaron largas distancias, algunos descalzos o vestidos de morado, cargando velas, flores, imágenes del santo y objetos personales que simbolizan peticiones íntimas relacionadas con la salud, la familia y la supervivencia cotidiana.
Caminatas nocturnas y sacrificio físico como parte del ritual
Durante horas, las carreteras y caminos que conducen al santuario se poblaron de fieles que avanzaban en silencio o en pequeños grupos familiares. Para muchos devotos, el esfuerzo físico —caminar largas distancias, hacerlo descalzo o permanecer de rodillas en tramos del recorrido— forma parte esencial del acto religioso, entendido como una muestra de entrega y cumplimiento de promesas.
La escena, repetida cada diciembre, combina elementos de recogimiento espiritual con una dimensión colectiva difícil de separar del contexto social. En medio de la oscuridad, las velas encendidas y los rezos crean un ambiente que, más allá de la fe individual, refuerza la sensación de pertenencia a una tradición compartida.
Peticiones que reflejan preocupaciones individuales y colectivas
Las solicitudes más comunes expresadas por los peregrinos estuvieron relacionadas con la salud, la recuperación de enfermedades, la protección de familiares vulnerables y la estabilidad económica. En un país marcado por limitaciones materiales persistentes y tensiones acumuladas, la figura de San Lázaro continúa siendo asociada a la resistencia frente al dolor y la adversidad.
En redes sociales, numerosos usuarios compartieron imágenes del santuario abarrotado y mensajes que reflejan esta percepción. “Aquí se viene cuando ya no queda mucho más”, escribió un internauta en Facebook. Otro comentario señalaba: “San Lázaro no es solo religión, es esperanza en tiempos difíciles”. Estas expresiones, replicadas cada año, refuerzan el carácter social de la peregrinación.
San Lázaro y Babalú Ayé: una devoción marcada por el sincretismo
La veneración a San Lázaro en Cuba está profundamente influida por el sincretismo religioso, una de las características más distintivas de la cultura espiritual del país. En la tradición católica, San Lázaro suele identificarse con el mendigo enfermo del Evangelio, mientras que en la religión yoruba se le asocia con Babalú Ayé, deidad vinculada a las enfermedades, la sanación, el sufrimiento y la justicia.
Esta convergencia se manifiesta de forma visible en El Rincón, donde conviven misas católicas con rituales de raíz afrocubana, rezos, cantos, ofrendas y prácticas diversas. La peregrinación, por tanto, no responde a una sola doctrina, sino que funciona como un espacio donde confluyen distintas expresiones de la espiritualidad cubana.
Orígenes y consolidación histórica del culto en El Rincón
El Santuario Nacional de San Lázaro tiene sus orígenes a principios del siglo XX y fue consolidándose como centro de peregrinación con el paso de las décadas. Con el tiempo, El Rincón se convirtió en uno de los puntos más importantes del mapa religioso cubano, solo superado en afluencia por el Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, en Santiago de Cuba.
La devoción sobrevivió a distintos momentos históricos, incluidos períodos de mayor restricción de las prácticas religiosas, lo que contribuyó a reforzar su carácter popular y autónomo. Hoy, la peregrinación se mantiene como una de las tradiciones más estables y resistentes del calendario espiritual nacional.
El santuario como espacio de expresión social
Más allá de su dimensión religiosa, El Rincón funciona cada diciembre como un espacio de expresión social. Para muchos participantes, acudir al santuario implica compartir preocupaciones, miedos y expectativas en un entorno colectivo que no exige explicaciones ni pertenencia institucional.
En este sentido, la peregrinación se convierte en una forma de comunicación simbólica, donde el cuerpo, el sacrificio y la repetición ritual sustituyen al discurso explícito. La masividad del evento refuerza esa dimensión, convirtiéndolo en un termómetro del estado emocional de amplios sectores de la población.
Logística, entorno y persistencia de la tradición
A pesar de las dificultades de transporte, la escasez de recursos y el deterioro de infraestructuras, la afluencia al santuario volvió a ser significativa. Los alrededores de El Rincón registraron un flujo constante de personas durante horas, en una dinámica que se repite año tras año sin una organización centralizada visible.
Esta persistencia subraya el peso de la tradición y la transmisión generacional del culto. Muchas familias acuden juntas, transmitiendo prácticas, símbolos y promesas que se repiten a lo largo del tiempo, independientemente de los cambios económicos o sociales.
Una peregrinación que trasciende la fe individual
Para una parte de los asistentes, la peregrinación no responde necesariamente a una fe doctrinal estricta, sino a una identidad cultural compartida. Participar en la caminata, vestir de morado o encender una vela en El Rincón se ha convertido en un gesto que, para muchos, simboliza pertenencia, memoria y continuidad.
Este carácter híbrido explica por qué la devoción a San Lázaro continúa convocando multitudes incluso entre personas que no se identifican plenamente con una religión organizada.
La fe como refugio en un contexto de carencias y desilusión social
En medio de carencias materiales persistentes, tensiones en el sistema de salud y un clima generalizado de desilusión social, la celebración del 17 de diciembre mantiene un significado que trasciende lo estrictamente religioso. Para miles de cubanos, la peregrinación al Santuario de San Lázaro continúa funcionando como un símbolo de resistencia espiritual, una forma de sostén emocional frente a un entorno marcado por la incertidumbre.
La afluencia masiva al santuario ocurre en un contexto donde la escasez de medicamentos, las dificultades para acceder a atención médica y el desgaste psicológico acumulado han impactado la vida cotidiana. En ese escenario, la figura de San Lázaro —asociada históricamente al sufrimiento, la enfermedad y la superación del dolor— adquiere una relevancia renovada, especialmente entre quienes enfrentan situaciones límite.
Más allá de las creencias individuales, la peregrinación se convierte en un acto colectivo que permite canalizar frustraciones, miedos y expectativas en un espacio compartido. Para muchos fieles, acudir a El Rincón no implica necesariamente la certeza de un milagro, sino la posibilidad de reafirmar esperanza, encontrar consuelo y reconstruir sentido en medio de una realidad adversa.
Este componente explica por qué, pese a las dificultades económicas y logísticas, la tradición se mantiene año tras año. La caminata, las promesas y los rituales funcionan como una respuesta simbólica ante la precariedad, consolidando al 17 de diciembre no solo como una fecha religiosa, sino como un evento social que refleja el estado emocional de amplios sectores de la sociedad cubana.
La masiva peregrinación al Santuario de San Lázaro confirma que la religiosidad popular sigue ocupando un lugar central en la vida cotidiana de muchos cubanos. En un contexto marcado por la incertidumbre y las dificultades prolongadas, El Rincón vuelve a funcionar como un punto de encuentro donde la fe, el sincretismo y la tradición ofrecen un lenguaje común para expresar esperanza, resistencia y búsqueda de alivio frente a la adversidad.





