La crisis energética en Cuba vuelve a golpear con fuerza a inicios de octubre, con un déficit eléctrico que supera los 1,500 megavatios en horario pico y deja a millones de personas en la oscuridad durante extensas horas del día y la noche.
El Sistema Eléctrico Nacional (SEN), en franco deterioro, no logra satisfacer la demanda mínima del país y continúa arrastrando averías, escasez de combustible y fallos estructurales que se repiten año tras año, sin señales de una solución sostenible a corto plazo.
Un déficit que crece cada día
El parte oficial del lunes 6 de octubre confirma que el SEN comenzó la jornada con una disponibilidad de apenas 1,770 MW frente a una demanda de 2,730 MW, lo que provocó un déficit inmediato de 975 MW. Durante la noche, cuando el consumo se dispara, la demanda se estima en 3,350 MW, pero la generación solo alcanzará 1,820 MW, dejando un déficit de 1,530 MW.
En términos prácticos, esto significa que más de la mitad del país podría experimentar apagones prolongados durante los horarios de mayor consumo, especialmente en provincias del oriente y el centro del país, donde las líneas de transmisión son más inestables y el acceso a grupos electrógenos es limitado.
Centrales termoeléctricas en crisis permanente
La situación de las plantas generadoras sigue siendo crítica. Centrales emblemáticas como Felton (Holguín), Santa Cruz del Norte, Mariel y Renté (Santiago de Cuba) están fuera de servicio por averías graves o mantenimientos postergados.
El reporte del Ministerio de Energía y Minas indica que las afectaciones térmicas restan 272 MW de potencia, mientras que la escasez de combustible y lubricantes impide el funcionamiento de unidades equivalentes a 297 MW adicionales.
A eso se suman otras 227 MW perdidos por causas diversas, lo que refleja el deterioro de un sistema envejecido. Gran parte de las plantas termoeléctricas cubanas datan de las décadas de 1970 y 1980, y operan por encima de su vida útil, sin piezas de repuesto ni tecnología moderna para optimizar su rendimiento.
Falta de combustible y dependencia externa
El gobierno reconoció que no dispone de combustible suficiente para cubrir todo el mes de octubre, una situación que mantiene más de 600 MW fuera de servicio y agrava el panorama energético. La dependencia del petróleo importado, principalmente desde Venezuela y Rusia, ha dejado al país en una posición de extrema vulnerabilidad ante cualquier retraso en los envíos o aumento del precio internacional.
Expertos advierten que, aunque Cuba ha intentado diversificar sus fuentes, la producción nacional de crudo es baja y de mala calidad, lo que obliga a mezclarla con petróleo importado para poder ser utilizada en las termoeléctricas.
Energías renovables: avance insuficiente
En un intento por mostrar progreso, las autoridades informaron sobre la puesta en marcha de 32 parques solares fotovoltaicos que, en conjunto, generaron 3,145 MWh con una potencia máxima de 497 MW. Pese a ese avance, el aporte de las energías renovables sigue siendo marginal en comparación con el consumo total, y no logra aliviar el déficit estructural del SEN.
Especialistas en energía consultados por medios independientes señalan que, sin una red de almacenamiento adecuada ni un sistema interconectado moderno, la generación solar solo contribuye parcialmente durante el día y no cubre la demanda nocturna, precisamente cuando se registran los apagones más prolongados.
Propuestas oficiales que generan polémica
En medio del descontento generalizado, una declaración de la viceprimera ministra Inés María Chapman encendió la indignación popular:
la funcionaria sugirió “sacar televisores a la calle y conectarlos a grupos electrógenos” para que la población pudiera ver los programas nacionales durante los apagones.
La propuesta, presentada como una medida para “mantener el acceso a la información y el entretenimiento”, fue recibida con críticas, sarcasmo y burlas en redes sociales. Numerosos cubanos la consideraron una muestra de la desconexión del liderazgo político con la realidad cotidiana. En X (Twitter) y Facebook circularon memes con televisores instalados en plazas y calles oscuras, símbolo del absurdo que viven los ciudadanos frente a la falta de soluciones reales.
Impacto social: vida cotidiana entre la oscuridad y la resignación
Los apagones han transformado la rutina de millones de familias cubanas. En barrios de La Habana, Camagüey, Holguín y Santiago de Cuba, los residentes planifican sus tareas domésticas, la cocción de alimentos y el descanso en función del horario de interrupciones eléctricas, que en ocasiones superan las ocho o diez horas.
La falta de electricidad afecta también a hospitales, escuelas, centros productivos y comercios, donde la refrigeración de alimentos y medicamentos se vuelve casi imposible. En zonas rurales, las comunicaciones y el acceso a internet colapsan durante los apagones, lo que aísla aún más a las comunidades.
El sector privado —particularmente los pequeños restaurantes y negocios de alimentos— enfrenta pérdidas económicas crecientes por la imposibilidad de mantener la cadena de frío, y muchos emprendedores se han visto obligados a invertir en plantas generadoras o cerrar temporalmente.
Un problema estructural que no muestra salida
Aunque las autoridades aseguran que trabajan en “soluciones graduales” para estabilizar el SEN, la crisis energética cubana tiene raíces estructurales. El país arrastra décadas de baja inversión, gestión ineficiente, obsolescencia tecnológica y dependencia externa, factores que hacen improbable una recuperación sostenible sin una reforma profunda del sistema eléctrico y un modelo económico más flexible.
El ingeniero eléctrico y exfuncionario del sector, Jorge Piñón, radicado en Texas, explicó a medios especializados que “la infraestructura eléctrica de Cuba está operando en modo de supervivencia”, y que “sin inversiones extranjeras y libertad de importación, el país seguirá atrapado en un ciclo de apagones crónicos”.
Una nación que se adapta a la oscuridad
Mientras el gobierno intenta mostrar optimismo, los cubanos aprenden a vivir con la incertidumbre. En redes sociales, muchos comparten mapas de apagones, horarios de cortes y consejos de supervivencia doméstica, mientras otros relatan historias de ancianos y enfermos atrapados sin ventiladores ni aire acondicionado en medio del calor tropical.
El apagón, más que un problema técnico, se ha convertido en un símbolo del colapso económico y político de un sistema que no logra modernizarse. Cada noche sin luz refuerza una certeza: la crisis energética cubana es mucho más que una falla eléctrica; es un reflejo del agotamiento estructural de todo un modelo de país.
Cuba atraviesa uno de los momentos más complejos de su historia reciente en materia energética. Con un déficit que supera los 1,500 MW, un sistema obsoleto y sin combustible suficiente para mantener la generación, la isla enfrenta un panorama incierto.
Las soluciones improvisadas no logran mitigar la frustración de una población que, día tras día, se resigna a esperar el regreso de la luz… y con ella, una esperanza que parece cada vez más lejana.