Fin del Seaquarium: Miami apaga su ícono turístico más polémico después de siete décadas de funcionamiento

Acuario de Miami. Foto: Shutterstock

El domingo 12 de octubre de 2025 quedará registrado como el día en que Miami cerró un capítulo de siete décadas de historia. El Seaquarium, uno de los parques marinos más emblemáticos de Florida y referente del turismo en el sur del estado, cerró definitivamente sus puertas tras años de controversias, denuncias por maltrato animal, dificultades financieras y una creciente presión social que exigía poner fin al modelo de espectáculos con mamíferos marinos.

Un adiós entre nostalgia y debate

El último día de funcionamiento del Seaquarium estuvo cargado de simbolismo. En medio de un ambiente nostálgico, tres pingüinos —Daisy, Blueberry y Tinker— realizaron un pequeño desfile frente a decenas de visitantes que acudieron a despedirse del lugar donde muchos vivieron recuerdos familiares y excursiones escolares.


Algunos se acercaron para tomar una foto final junto a la icónica cúpula geodésica del parque; otros, especialmente activistas por los derechos animales, lo hicieron para celebrar el fin de una etapa que consideran contraria al bienestar de las especies marinas.

“El Seaquarium fue un símbolo de una época en la que no entendíamos el sufrimiento detrás del espectáculo”, expresó una voluntaria del grupo PETA Miami, que durante años realizó protestas frente a las instalaciones.

De orgullo turístico a foco de denuncias internacionales

Inaugurado en 1955 en Virginia Key, el Miami Seaquarium fue durante décadas uno de los principales atractivos turísticos del sur de Florida, visitado por millones de personas y escenario de la célebre serie televisiva Flipper en los años 60. En su época dorada, llegó a albergar más de 500 animales marinos, incluyendo delfines, manatíes, lobos marinos, tortugas y la famosa orca Lolita (Tokitae), capturada en 1970 en aguas del Pacífico.

Sin embargo, la imagen pública del parque comenzó a deteriorarse en las últimas dos décadas. Activistas y organizaciones internacionales denunciaron reiteradamente las condiciones de los animales, el tamaño reducido de los tanques y la falta de atención veterinaria adecuada.

El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) documentó en 2022 que nueve delfines habían sido sometidos a dietas restrictivas para forzar su desempeño en espectáculos, una práctica que provocó sanciones y demandas públicas.


El caso más emblemático fue el de Lolita, cuya historia se convirtió en un símbolo global del cautiverio animal. Tras más de medio siglo encerrada en un tanque de apenas 24 metros de largo, la orca murió en agosto de 2023, poco antes de que se concretara su traslado a un santuario marino. Su fallecimiento aceleró el deterioro de la reputación del parque y precipitó su cierre definitivo.

Rescisión del contrato y bancarrota del operador

En 2024, el condado de Miami-Dade decidió rescindir el contrato de arrendamiento con The Dolphin Company, empresa mexicana encargada de la administración del Seaquarium desde 2021.

Las autoridades locales citaron “violaciones continuas”, falta de personal veterinario, deterioro de los hábitats y reiteradas quejas de empleados y visitantes. Un año después, la compañía se declaró en bancarrota, sin ofrecer declaraciones sobre el destino de las instalaciones ni de los animales que permanecían en el lugar.

El condado asumió la supervisión temporal del recinto y contrató a un equipo veterinario independiente para reubicar a los animales sobrevivientes en centros de rescate y santuarios acreditados, una operación que continuará en los próximos meses.

El futuro de Virginia Key: entre la memoria y la renovación

El cierre del Seaquarium deja libre una extensión de más de 38 acres frente a la bahía de Biscayne, un terreno con alto valor ecológico y turístico. El desarrollador Terra Group presentó una propuesta de 22,5 millones de dólares para adquirir el espacio y transformarlo en un complejo educativo, ambiental y cultural, libre de animales en cautiverio.

El plan incluye preservar la emblemática cúpula geodésica —símbolo del parque durante medio siglo— y convertirla en un centro de exhibiciones sobre conservación marina y cambio climático.

“Es un patrimonio lleno de recuerdos para muchas familias”, sostuvo Martin, quien visitó el parque por primera vez a los tres años. “Queremos honrar eso y, a la vez, modernizar el lugar”, dijo el director ejecutivo de Terra Group, David Martin.

Funcionarios del condado señalaron que el nuevo proyecto podría generar entre 200 y 300 empleos y fortalecer la oferta cultural de la zona, alineándose con la visión de una Miami más sostenible y orientada al turismo educativo.

Reacciones encontradas: entre la tristeza y la celebración

El cierre provocó una ola de reacciones en redes sociales. Decenas de residentes compartieron fotos antiguas en familia visitando el Seaquarium, mientras que los colectivos ambientalistas celebraron el desenlace como una “victoria moral para la conciencia ecológica del siglo XXI”.

“Hace 20 años esto parecía impensable. Hoy la sociedad entiende que la diversión no puede estar por encima del respeto a la vida animal”, escribió en X (Twitter) la organización Dolphin Project, una de las más activas en la campaña por la liberación de Lolita.

Por su parte, exempleados del parque expresaron sentimientos de tristeza, destacando que el Seaquarium fue “una escuela de vida para generaciones de entrenadores y biólogos marinos”.

Una lección para el futuro

Más allá del cierre, el caso del Seaquarium resume la transformación ética y cultural de una sociedad que reevalúa su relación con el entorno natural. Durante 70 años, el parque fue un pilar del turismo familiar y una fuente de identidad local. Pero también se convirtió en un espejo de los dilemas morales que enfrenta el entretenimiento basado en el cautiverio animal.

En palabras de un exentrenador entrevistado por medios locales: “El Seaquarium fue parte de la historia de Miami, pero la historia también evoluciona. Hoy entendemos que la verdadera conexión con el mar no está en los tanques, sino en la libertad de los océanos.”

El cierre del Miami Seaquarium representa el fin de una era y el inicio de otra. Lo que alguna vez fue símbolo de orgullo turístico ahora deja una huella de reflexión sobre el trato a los animales, la gestión ambiental y el futuro del entretenimiento en Miami-Dade.

La ciudad, que se reinventa constantemente, deberá decidir cómo preservar la memoria de este ícono sin repetir los errores del pasado.


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