La periodista matancera Yirmara Torres Hernández, directora de la emisora estatal Radio 26, sorprendió a la opinión pública al publicar un mensaje en redes sociales donde denuncia la grave crisis sanitaria que atraviesa Matanzas, afectada por un brote de chikungunya y otras enfermedades transmitidas por mosquitos. Su frase —“No hay muertos, pero los hay”— se ha convertido en símbolo del descontento y la desesperación que se vive en Cuba, desafiando la narrativa oficial que niega fallecimientos y asegura tener la situación “bajo control”.
El mensaje de Torres, compartido en su perfil de Facebook, rompe con la línea comunicativa del régimen, que suele ocultar o minimizar los efectos de epidemias y crisis locales. La periodista, de reconocida trayectoria dentro del aparato estatal, explicó que su denuncia nace del dolor de ver morir a vecinos y conocidos sin que las autoridades reconozcan la magnitud del desastre.
Testimonios y muertes silenciadas
Torres relató el caso de una anciana de su vecindario que falleció tras contagiarse con chikungunya mientras padecía otra enfermedad crónica asociada al parecer con el estómago. Aseguró que ha recibido numerosos mensajes de personas que viven situaciones similares, con familiares fallecidos o gravemente enfermos cuyos casos no son incluidos en los reportes oficiales, entre los testimonios destaca el de una exprofesora universitaria, quien relató que el esposo de su abuela murió en el hospital provincial Faustino Pérez después de haber sido ingresado por uno de esos virus y permanecer apenas un día internado.
La noticia trascendió por medio del hijo de la periodista, visiblemente consternado por la muerte de su madre. Su relato, lleno de dolor y sinceridad, aporta un testimonio humano que pone en entredicho la narrativa oficial del régimen, empeñado en negar que las epidemias que afectan a Matanzas hayan cobrado vidas.
Su publicación ha reavivado las sospechas de que el gobierno cubano oculta el verdadero número de muertes y contagios, como ya ocurrió en otras crisis sanitarias, desde la pandemia de COVID-19 hasta recientes brotes de dengue. En Matanzas, vecinos y trabajadores de la salud han reportado hospitales desbordados, largas filas para recibir atención médica y escasez de medicamentos básicos.
Deterioro estructural y ambiente propicio para epidemias
El brote ocurre en medio de un colapso generalizado de los servicios básicos. La escasez de agua, la recolección irregular de basura y los prolongados apagones eléctricos crean el ambiente ideal para la proliferación de mosquitos. En varios barrios matanceros, las personas almacenan agua en recipientes abiertos, convirtiéndolos en criaderos del Aedes aegypti, transmisor de dengue, zika y chikungunya.
“Vivimos en un estrés constante, que estamos mal alimentados, inmunodeprimidos…”, explicó con tono crítico. “Las noches son de los mosquitos, las ratas, las cucarachas… ¿Qué control antivectorial va a haber así?”, agrega.
Además, el deterioro de la infraestructura sanitaria —hospitales sin insumos, falta de personal y pésimas condiciones higiénicas— ha agravado el cuadro. “Las personas enferman y se quedan esperando atención, porque no hay camas ni medicamentos”, lamentó la periodista.
Un discurso oficial desconectado de la realidad
Las palabras de Torres contrastan con las declaraciones del Ministerio de Salud Pública (MINSAP), que ha asegurado que el sistema sanitario está “preparado” para enfrentar el brote. Sin embargo, en redes sociales y medios independientes circulan imágenes de hospitales saturados, colas interminables y poblaciones sin fumigación.
“Lo que pasa es que duele el abandono. Lo que pasa es que duele que insulten tu inteligencia. Lo que pasa es que duele la burla”, denuncia la reportera cubana.
Asimismo, criticó duramente el triunfalismo de las autoridades, afirmando que el discurso oficial “insulta la inteligencia” de los ciudadanos. “Nos dicen que no hay muertos, que todo está controlado, pero todos conocemos a alguien que ha muerto o está grave. Es un dolor compartido, y también una impotencia”, escribió.
Ruptura en el discurso oficialista
El impacto de su denuncia radica en que proviene del propio sistema estatal, donde el disenso suele ser castigado con censura o despido. La valentía de Torres —una figura respetada dentro del periodismo provincial— ha provocado sorpresa entre sus colegas y una reacción dividida dentro del oficialismo: algunos la acusan de “alarmista”, mientras otros la respaldan en privado.
Analistas apuntan a que este episodio marca una grieta en el control informativo del régimen, al demostrar que incluso periodistas afines al gobierno están perdiendo la paciencia frente al deterioro nacional.
Una crisis que trasciende Matanzas
El caso de Matanzas refleja una crisis sanitaria y social extendida en toda Cuba, donde el sistema de salud pública —por décadas presentado como una “potencia médica”— se encuentra en su punto más crítico. La falta de medicamentos, el éxodo de profesionales, el colapso hospitalario y la desnutrición generalizada han hecho que enfermedades prevenibles se conviertan nuevamente en amenazas mortales.
La denuncia de Yirmara Torres pone rostro humano a esa tragedia cotidiana: una periodista que, desde dentro del sistema, decide hablar cuando el silencio se vuelve insoportable.
Entre la censura y el despertar ciudadano
Hasta el momento, los medios oficiales no han replicado ni comentado sus palabras, aunque el debate se ha extendido por redes sociales y canales independientes. Muchos usuarios han elogiado su valentía por “atreverse a decir lo que todo el mundo sabe y nadie puede decir”. Otros temen que su crítica tenga consecuencias profesionales o políticas.
En un país donde cuestionar públicamente al Estado puede costar el trabajo, la libertad o el exilio, las palabras de Torres representan un punto de inflexión en el relato oficial. Su denuncia, más que una noticia aislada, se ha convertido en reflejo del hartazgo de una sociedad agotada por la crisis, la falta de transparencia y el abandono institucional.