“El Cangrejo” baila en Santiago mientras Cuba sufre apagones y escasez: video desata polémica por los privilegios de la élite

Foto: Video de Facebook de Yosmany Mayeta Labrada

Un video viral que muestra a Raúl Guillermo Rodríguez Castro, alias El Cangrejo y nieto del general Raúl Castro, bailando animadamente durante un concierto de reguetón en Santiago de Cuba ha desatado una fuerte controversia en redes sociales y medios independientes. El material, ampliamente compartido, refleja el contraste entre el ambiente festivo y resguardado en el que se mueve la élite cubana y las difíciles condiciones que enfrenta la población en medio de una crisis energética y económica sin precedentes.

El Cangrejo fue captado en un evento evento contó con la participación de los populares artistas de Miami Dany Ome y Kevincito El 13, y reunió a cientos de personas en una zona rodeada de una fuerte presencia policial y escoltas del Ministerio del Interior.


Entre los asistentes destacados se encontraba también Juan Guillermo Almeida, hijo del fallecido comandante Juan Almeida Bosque y miembro del círculo de poder en la isla. Aunque inicialmente los artistas se habrían negado a participar en un evento junto a Almeida, finalmente actuaron en la jornada dominical en el mismo escenario.

En el video difundido se observa al hijo del fallecido general Luis Alberto Rodríguez López-Calleja y de Déborah Castro Espín bailando enérgicamente, vestido con ropa de marcas extranjeras, protegido por un cerco de seguridad que incluye agentes de civil. Su actitud relajada y festiva se produjo mientras en gran parte del país los ciudadanos enfrentan apagones de más de 12 horas diarias, falta de alimentos, carencia de medicamentos y una creciente represión estatal contra voces críticas.

La imagen ha sido interpretada como una muestra más del abismo entre la cúpula del poder y la realidad del pueblo cubano. El periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada fue uno de los primeros en compartir el video y denunciar públicamente lo que calificó como una “burla institucional”. “Mientras al pueblo se le imponen censura, represión, apagones y hambre, los nietos del poder bailan reguetón bajo reflectores blindados”, escribió en redes sociales.

Numerosos usuarios en plataformas como Facebook, X (Twitter) e Instagram también se sumaron a las críticas, señalando la doble moral del régimen. Mientras la propaganda estatal culpa a las sanciones externas de la crisis nacional, los hijos y nietos de la dirigencia revolucionaria disfrutan de acceso exclusivo a recursos, entretenimiento y movilidad que les están vedados al resto de los cubanos.


“Bajo el resguardo de la seguridad del Estado y en una ciudad donde muchas familias siguen a oscuras por los apagones, el dúo urbano canta para una audiencia selecta”, agrego Mayeta en su publicación.

Este no es un hecho aislado. Ya en 2017, El Cangrejo había sido captado en Varadero bailando con los integrantes de Gente de Zona, lo que en su momento generó una ola de cuestionamientos sobre los privilegios de la familia Castro. Desde entonces, su figura se ha convertido en un símbolo de la impunidad con la que se mueve el núcleo del poder en la isla, al margen de las restricciones que pesan sobre la mayoría de la población.

La celebración del 26 de julio, una fecha que durante décadas fue usada por el régimen para exaltar su legitimidad revolucionaria, contrasta hoy con una Cuba sumida en su peor crisis en tres décadas. La población se enfrenta no solo al colapso del sistema eléctrico y la inflación galopante, sino también al éxodo de más de medio millón de cubanos desde 2021, según cifras oficiales de EE.UU.

Mientras los escenarios del carnaval estatal brillan con luces LED, sonido de alta fidelidad y vigilancia especial, muchas zonas del país permanecen sin corriente eléctrica, con hospitales operando de forma intermitente y ancianos cocinando con leña en las zonas rurales.

El video de El Cangrejo bailando ha vuelto a poner en evidencia lo que muchos dentro y fuera de Cuba consideran una élite intocable: hijos y nietos de altos dirigentes que viven con lujos y privilegios, ajenos a la miseria cotidiana que enfrentan millones de ciudadanos. Un símbolo doloroso de una revolución que, para muchos, se ha convertido en el reflejo de aquello que prometió combatir.


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