
Cuba enfrenta este lunes uno de los escenarios energéticos más graves de 2025, con pronósticos de la Unión Eléctrica (UNE) que señalan que hasta el 62% del territorio nacional podría quedar sin electricidad durante el horario pico. La magnitud prevista superaría incluso los apagones masivos registrados durante la última semana y confirma que el sistema electroenergético nacional se encuentra en una fase crítica de deterioro.
“En el día de ayer se afectó el servicio durante las 24 horas. La máxima afectación por déficit de capacidad de generación fue de 2,084 MW a las 18:10 horas”, detalla el parte de la UNE sobre la jornada de ayer.
Desde horas tempranas de la mañana, la UNE informó que la generación disponible apenas alcanzaba los 1.075 MW, frente a una demanda de 2.495 MW, dejando un déficit superior a los 1.400 MW antes del momento de mayor consumo. Para el horario nocturno, las previsiones resultaban aún más alarmantes, con una demanda estimada de 3.300 MW y una generación proyectada de 1.268 MW, lo que se traduciría en un déficit récord que superaría los 2.030 MW.
Termoeléctricas colapsadas: el corazón del problema
El colapso actual del sistema eléctrico tiene su origen principal en el estado crítico de las centrales termoeléctricas, que constituyen la base de la generación eléctrica en la isla. La mayoría opera con tecnologías obsoletas, envejecidas y sometidas a reparaciones parciales que no logran restablecer la estabilidad operativa.
El escenario que se anticipa para la noche luce incluso más desalentador. Aunque el sistema eléctrico prevé sumar a la operación algunas unidades —como la número 5 de la CTE Renté, con 65 MW; la 5 del Mariel, con 60 MW; y la planta CDE Moa, que aportaría 68 MW—, ese refuerzo apenas modifica el panorama. Para el momento de mayor consumo, la red solo contaría con unos 1,268 MW disponibles, una cifra que queda muy lejos de los aproximadamente 3,300 MW que se espera demanden los usuarios en el horario pico.
De acuerdo con la UNE, más de 1.040 MW de capacidad térmica están fuera de servicio debido a averías complejas, falta de repuestos o limitaciones técnicas que se han agravado con el paso de los años. Varias unidades han fallado de forma reiterada durante 2025 sin que los trabajos de mantenimiento hayan logrado devolverles una confiabilidad mínima. Las plantas que aún se mantienen en funcionamiento lo hacen al límite de sus capacidades, lo que incrementa el riesgo de apagones adicionales y de fallas súbitas en cualquier momento.
Escasez de combustible: un apagón que también es financiero
A los problemas técnicos de las termoeléctricas se suma la profunda escasez de combustible, un reflejo directo de la crisis financiera del país. Cuba enfrenta dificultades crecientes para adquirir fuelóleo y diésel, debido a la caída de ingresos en divisas, el deterioro de sectores clave como el turismo y las exportaciones, y las restricciones derivadas de sanciones internacionales.
Como consecuencia, buena parte de la generación distribuida permanece paralizada por falta de combustible y lubricantes, lo que imposibilita aliviar la carga del sistema en momentos críticos. La UNE confirmó que cerca de 890 MW están inactivos por falta de combustible y otros 83 MW por escasez de lubricantes, un panorama que muestra que la crisis energética no es solo técnica, sino financiera y estructural.
Energía solar: un avance que no resuelve el déficit nocturno
En medio de la emergencia, el Gobierno ha resaltado la puesta en funcionamiento de 33 nuevos parques solares fotovoltaicos que recientemente aportaron 2.602 MWh y alcanzaron picos de 495 MW de generación durante el día.
Aunque este crecimiento representa un avance en materia de diversificación energética, su impacto en la crisis actual es limitado, ya que los apagones más severos ocurren en horario nocturno, cuando la energía solar no está disponible y el país carece de sistemas de almacenamiento capaces de suplir las necesidades de ese período. Sin respaldo térmico suficiente ni baterías industriales, el aporte renovable solo compensa la generación diurna y no evita que el sistema colapse en la noche.
Un país atrapado en un ciclo de apagones: impacto social creciente
El apagón previsto para este lunes se suma a una larga serie de cortes masivos que han marcado el ritmo de vida en todo el país. En diversas provincias se reportan apagones de entre 12 y 20 horas diarias, lo que afecta gravemente la conservación de alimentos, la disponibilidad de agua, el descanso de la población, la productividad laboral y el funcionamiento de servicios esenciales como hospitales, policlínicos y centros educativos.
La inestabilidad eléctrica también golpea al sector privado, provocando pérdidas económicas constantes en negocios gastronómicos, de refrigeración, talleres y pequeños comercios que dependen de un suministro estable para sostener sus operaciones.
La población expresa creciente frustración y desgaste emocional en redes sociales, donde proliferan testimonios que documentan el impacto humano de una crisis que ha dejado de ser excepcional para convertirse en una rutina nacional.
Antecedentes: una crisis escalando desde 2022
La crisis energética tiene raíces profundas que se remontan a 2022, cuando una serie de incendios, fallas en cadena y la obsolescencia de plantas clave marcaron un deterioro acelerado del sistema electroenergético. Durante 2023 y 2024, este deterioro se intensificó debido a la falta de inversiones estructurales, al envejecimiento extremo de las termoeléctricas y a una situación financiera cada vez más frágil.
Para 2025, la crisis se ha convertido en un fenómeno estructural que escapa a las soluciones inmediatas, con un sistema que acumula décadas de falta de mantenimiento profundo y depende de fuentes de combustible que el país no puede costear de manera estable.
Análisis económico: la crisis energética como reflejo de un modelo financiero agotado
La emergencia eléctrica que vive Cuba no puede explicarse únicamente desde el punto de vista técnico. Se trata de un fenómeno estrechamente vinculado al agotamiento del modelo económico y a la imposibilidad del Estado de financiar una matriz energética altamente dependiente de importaciones.
La generación eléctrica cubana depende en más de un 95% de combustibles fósiles importados, lo que coloca al país en una situación extremadamente vulnerable frente a fluctuaciones de precios, restricciones comerciales y limitaciones de liquidez. En medio de una caída prolongada del turismo, una reducción notable en las exportaciones de rubros tradicionales como el níquel, el tabaco y el azúcar, y el debilitamiento de socios económicos estratégicos, Cuba se encuentra sin capacidad financiera para sostener el abastecimiento energético.
La escasez de divisas impide adquirir combustible, piezas de repuesto y materiales esenciales, lo que genera un círculo vicioso: menos electricidad implica menos producción y menos ingresos, y menos ingresos dificultan aún más la adquisición de combustible y el mantenimiento de las plantas.
Este proceso de retroalimentación negativa ha colocado al sistema eléctrico en un punto de inflexión del que no es posible salir sin inversiones millonarias y sin un replanteamiento profundo del modelo económico vigente.
Los apagones prolongados, además, provocan pérdidas significativas en alimentos, disminuyen la productividad empresarial, afectan servicios básicos y aceleran la migración motivada por la falta de calidad de vida. El impacto económico acumulado de los apagones entre 2023 y 2025 supera el causado por eventos meteorológicos severos en años recientes, según estimaciones de economistas independientes.
Sin soluciones inmediatas a la vista
Aunque las autoridades aseguran que trabajan en la recuperación de unidades en reparación y en el incremento paulatino de la disponibilidad técnica, no existe un plan integral capaz de revertir la crisis en el corto plazo. La recuperación de las termoeléctricas requiere inversiones millonarias, acuerdos internacionales complejos y una estabilidad financiera que el país no posee actualmente.
Con un 62% del territorio nacional potencialmente sin electricidad este lunes, Cuba continúa adentrándose en una crisis energética que marca de manera profunda la vida cotidiana y se perfila como uno de los desafíos estructurales más graves de 2025.





