La crisis en Cuba ha tenido varias consecuencias en la sociedad en la isla pero una de las más indeseadas y más peligrosas para los cubanos es el aumento de las pandillas en varios barrios de La Habana reporto Martí Noticias.
Según María del Carmen Cordero, socióloga que participa de un estudio sobre el tema, aunque tienden a desintegrarse en poco tiempo, cada año surgen alrededor de 5 a 10 nuevas pandillas en La Habana, integradas fundamentalmente por adolescentes que viven en las zonas más pobres de la capital.
También se ha notado un incremento de las bandas compuestas por jóvenes provenientes de las provincias orientales –en especial de Granma (cerca del 40% de los jóvenes) y Guantánamo (casi el 30%)– que no pueden aspirar a un estatus legal en la ciudad, debido a las leyes migratorias que los persiguen como a delincuentes.
«Hay que tener en cuenta que, aunque algunas hasta tienen ritos de iniciación y marcas de identidad como tatuajes específicos, las bandas funcionan como especies de sindicatos donde los integrantes obtienen protección», dice María del Carmen, que explica en qué consiste este tipo de amparo: «Yo he recogido testimonios de jóvenes que dicen haber sobornado a policías para que les permitan operar en determinada zona. (…) No quiero decir que sea una relación directa con la institución policial, no creo que exista algo así, sino que se establecen relaciones de compromiso con los agentes que usualmente patrullan las calles. Quien recorre por la noche el Parque de la Fraternidad o la Rampa –bueno, si se atreve a hacerlo–, puede identificar la presencia de pandillas que controlan la prostitución masculina y de travestis, incluso he visto realizar transacciones, negociaciones sexuales, delante de policías y no ha pasado nada, lo cual es un signo no de tolerancia sino de corrupción.
«»Lo que hay con Sangre por Dolor es un cuento. Es verdad que a veces le decíamos a alguien que entraba nuevo que pinchara (hiriera con arma blanca) a cualquiera, a quien le diera la gana, pero eso lo hacíamos por jodedera, uno se ponía a tomar, se fumaba un pitillo y entonces veía pasar a un infeliz y hacíamos la noche con él.» dijo Adrián, proveniente de Ciego de Ávila, y miembro de una pandilla en La Habana.
Aunque las estadísticas regionales no clasifican a La Habana entre las ciudades más violentas de América Latina y el Caribe, en los últimos años se nota un incremento de la criminalidad asociada a las pandillas.
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