Rompe el silencio hermana del exministro cubano Alejandro Gil: “Mi hermano sabe muchas cosas que no conviene que se sepan»

Las declaraciones de María Victoria Gil Fernández, hermana del exministro cubano de Economía y Planificación Alejandro Gil Fernández, han desatado una nueva ola de especulaciones sobre uno de los casos políticos más enigmáticos en la Cuba reciente. Desde España, la mujer lanzó una frase que resonó con fuerza en redes y medios independientes: “Mi hermano sabe muchas cosas que no conviene que se sepan.”

La afirmación llega en un momento en que el proceso judicial contra el exministro se mantiene bajo un manto de secreto oficial, y el régimen insiste en presentarlo como parte de su campaña #CeroImpunidad, dirigida —al menos públicamente— a erradicar la corrupción dentro de las estructuras del Estado.


Sin embargo, la advertencia familiar sugiere que detrás de las acusaciones contra Gil podrían esconderse luchas internas por el poder, tensiones entre facciones del aparato económico y un intento de silenciar información sensible sobre la gestión financiera del país.

La versión de la familia: “No es un traidor”

En un video María Victoria Gil afirma que su hermano fue “manipulado por el régimen” y que “no es un traidor”, como intenta presentarlo la narrativa oficial. Según ella, Gil “cumplía órdenes y acuerdos impuestos desde arriba”, y su detención podría responder a una pugna interna o una purga preventiva dentro de la élite del Partido Comunista.

“Alejandro es un profesional preparado, pero lo han usado para encubrir errores que no son suyos. Hay personas muy poderosas detrás de todo esto”, denunció. La hermana también asegura que el exministro posee información comprometedora sobre operaciones financieras internacionales, acuerdos con empresas extranjeras y desvíos de recursos, lo que explicaría por qué su caso se maneja con tanto hermetismo.

En uno de los momentos más cargados de emoción del video, María Victoria pronuncia una frase que deja un profundo eco: “mi hermano sabe muchas cosas que no conviene que se sepan”. Con esa advertencia, sugiere que el conocimiento que guarda su hermano podría tener consecuencias que van más allá de su propia persona, alcanzando niveles que pondrían en peligro no solo su libertad, sino también la estabilidad de estructuras más amplias. En su tono se percibe un temor genuino: el miedo a que la verdad que él conoce pueda despertar represalias, desatar venganzas o acarrear sufrimiento para toda su familia.

“Él cumplió órdenes, pero esas órdenes también lo pusieron a él en una encrucijada”, agregó conmocionada.


De economista estrella a acusado de espionaje

Alejandro Gil Fernández fue, durante años, una de las figuras más influyentes del gobierno cubano. Designado ministro de Economía en 2018 y estrecho colaborador de Miguel Díaz-Canel, fue presentado como el “arquitecto” de las reformas económicas orientadas a la “resistencia productiva” y a la “soberanía financiera”.

Su imagen pública comenzó a desmoronarse a comienzos de 2024, cuando fue detenido por presuntos delitos de corrupción, espionaje, lavado de activos, malversación de fondos y falsificación de documentos públicos. Medios independientes filtraron que la Fiscalía podría solicitar cadena perpetua, aunque el régimen no ha emitido confirmación oficial ni detalles del expediente.

Desde entonces, Gil ha desaparecido de la escena pública, y su nombre ha sido eliminado de comunicados, biografías institucionales y reportes oficiales. Para muchos cubanos, su caída simboliza la fragilidad del círculo más cercano al poder.

El contexto: una economía en crisis y un gobierno a la defensiva

El arresto de Gil se produjo en medio de la peor crisis económica en tres décadas: apagones prolongados, escasez de alimentos y medicamentos, inflación galopante y una dolarización parcial del mercado. En este escenario, su figura —responsable de la cuestionada “Tarea Ordenamiento”, que disparó los precios y devaluó el peso cubano— se convirtió en un blanco fácil para canalizar el malestar popular.

El gobierno ha intentado aprovechar el caso para mostrar una imagen de “mano dura” frente a la corrupción. Sin embargo, analistas sostienen que la campaña #CeroImpunidad ha sido utilizada selectivamente, concentrándose en funcionarios caídos en desgracia y no en los verdaderos centros de poder.

El silencio oficial y las dudas internacionales

Hasta ahora, el régimen de La Habana no ha ofrecido una versión completa de los hechos. Los comunicados oficiales se limitan a mencionar “conductas delictivas graves que dañan los intereses del Estado”, sin precisar pruebas ni fechas.

La falta de transparencia ha despertado inquietud en el extranjero, especialmente entre diplomáticos europeos y observadores de derechos humanos que reclaman información sobre el paradero y las condiciones de detención del exministro. Algunas fuentes extraoficiales afirman que Gil estaría recluido en una instalación controlada por la Dirección de Contrainteligencia Militar (DCI), sin acceso pleno a abogados ni familiares.

Finalmente, María Victoria eleva su voz en un llamado urgente a la comunidad internacional y a los medios de comunicación, pidiendo que no ignoren la situación. A su juicio, lo que ocurre con su hermano “no es solo un caso aislado”, sino el reflejo de problemáticas mucho más profundas dentro del sistema. Con tono firme, busca despertar conciencia y apoyo, convencida de que su historia encarna las tensiones y contradicciones que afectan a muchos otros que, como él, enfrentan silenciosamente las consecuencias de un entorno represivo.

Lo que “no conviene que se sepa”

Aunque no existen confirmaciones, círculos cercanos al exministro y economistas exiliados en Miami especulan que Gil podría poseer documentación interna sobre transferencias de divisas, contratos con empresas extranjeras y mecanismos de triangulación de capitales entre empresas militares cubanas y entidades de terceros países.

De comprobarse, esos datos podrían implicar a figuras de alto rango del Partido Comunista, las Fuerzas Armadas y el sistema bancario nacional, lo que explicaría la gravedad de las acusaciones y el riesgo de que “salgan a la luz cosas comprometedoras”, como advirtió su hermana.

Repercusiones políticas y sociales

El caso Gil ha dividido opiniones dentro del propio exilio cubano. Algunos lo consideran un símbolo del colapso del modelo económico que él mismo defendió, mientras otros lo ven como otra víctima del sistema que ayudó a sostener.

En redes sociales, los comentarios oscilan entre el escepticismo y la empatía. “Ahora que cayó, sabrá lo que muchos cubanos sufren en carne propia”, escribió un usuario desde La Habana. Otros exfuncionarios retirados han sugerido que su arresto podría ser una advertencia a quienes manejan información confidencial dentro del gobierno.

El futuro de Alejandro Gil Fernández, que pasó de ser el rostro visible de la política económica cubana a convertirse en uno de sus mayores enigmas, sigue rodeado de incertidumbre. La advertencia de su hermana, “mi hermano sabe muchas cosas que no conviene que se sepan”, resuena como una amenaza latente para un sistema que basa su estabilidad en el control absoluto de la información.


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