La historia de Deivy Alemán Oropesa, cubano residente en Miami desde hace siete años refleja uno de los dilemas más dolorosos del sistema migratorio estadounidense: la separación forzosa de familias. A pesar de estar casado con una ciudadana estadounidense, Yisel Miguel Sarduy, y ser padre de una niña de apenas dos años con una grave condición cardíaca, Alemán se vio obligado a abandonar el país tras recibir una orden de salida voluntaria de ICE.
Antes de partir, resumió su situación en una frase que revela la contradicción del proceso: “Es una salida voluntaria, pero en contra de mi voluntad”.
La salud de la hija, un factor ignorado
La pequeña Keira ha sido sometida a varias cirugías a corazón abierto y requiere atención médica constante en hospitales de Miami. La madre se ha dedicado de lleno a su cuidado, mientras Deivy sostenía económicamente el hogar. Con su salida, la familia pierde su principal ingreso y enfrenta además el peso emocional de una separación que podría extenderse por meses o años.
“Me parte el alma pensar que mi hija crecerá sin su papá en un momento tan delicado para su salud”, confesó Yisel, quien asegura que presentó a las autoridades todos los informes médicos sin obtener respuesta favorable.
Una deportación con trasfondo legal
El caso de Alemán se enmarca en la política de “salida voluntaria” que ofrece ICE a ciertos inmigrantes con órdenes de deportación pendientes. Al aceptarla, evita la detención y la deportación forzosa, lo que le permite en teoría mantener abierta la posibilidad de un trámite futuro.
En este caso, su esposa ya presentó el formulario I-130 de reunificación familiar. Si es aprobado, podría facilitar el regreso de Deivy bajo un estatus legal. Sin embargo, abogados de inmigración advierten que el proceso puede tardar entre 12 y 24 meses, dependiendo de la acumulación de casos y de los antecedentes migratorios del solicitante.
Un patrón que afecta a familias cubanas
La separación de familias cubanas en Miami no es un hecho aislado. En los últimos dos años, organizaciones como America’s Voice y Florida Immigrant Coalition han documentado decenas de casos de padres cubanos con órdenes de deportación que terminan dejando atrás a sus hijos, muchos de ellos ciudadanos estadounidenses.
El abogado migratorio Ángel Leal explicó en una entrevista previa que las solicitudes humanitarias, como el parole o la suspensión temporal de deportación por razones médicas, son cada vez más difíciles de aprobar: “La política migratoria actual está priorizando la ejecución de órdenes pendientes, aun cuando hay circunstancias familiares críticas”.
Un golpe a la comunidad del sur de Florida
El caso ha generado preocupación en la comunidad cubana de Miami, donde las historias de reunificación y separación se entrelazan desde hace décadas. Vecinos y familiares han organizado cadenas de oración y apoyo económico a la familia Sarduy-Alemán, conscientes de que el cuidado de Keira requiere no solo presencia emocional, sino también estabilidad financiera.
En redes sociales, decenas de cubanos han expresado su solidaridad, denunciando lo que consideran una “injusticia” y pidiendo a las autoridades sensibilidad ante situaciones humanitarias extremas.
Perspectivas a futuro
Aunque Deivy espera poder regresar legalmente gracias al proceso de reunificación iniciado por su esposa, el panorama sigue siendo incierto. Desde Cuba, asegura que mantendrá la esperanza: “Lo único que quiero es estar al lado de mi hija y no perderme su vida mientras lucha por sobrevivir”. Mientras tanto, Yisel deberá enfrentar sola los retos médicos y emocionales de cuidar a Keira, en un momento en que la familia más necesita estar unida.
Las autodeportaciones de cubanos que han ingresado a Estados Unidos mediante parole humanitario o a través de CBP One podrían convertirse en un fenómeno más frecuente en los próximos meses. Aunque estas vías de ingreso les otorgaron un estatus temporal y la posibilidad de solicitar un ajuste migratorio futuro, la falta de estabilidad laboral, la presión económica, las demoras en trámites legales y el temor a eventuales cambios en la política migratoria estadounidense han empujado a algunos a tomar la decisión de regresar voluntariamente a Cuba.
Si bien el parole abre la puerta a la residencia permanente al cabo de un año y un día bajo la Ley de Ajuste Cubano, muchos beneficiarios enfrentan incertidumbre: no logran insertarse en el mercado laboral, acumulan deudas o temen no cumplir con los requisitos legales a tiempo. En el caso de los que entraron por CBP One con libertad condicional, la situación es todavía más frágil, pues dependen de renovaciones temporales y no siempre cuentan con un camino claro hacia la residencia.
De mantenerse las presiones económicas y la falta de claridad sobre el futuro de estos programas, es posible que aumenten las autodeportaciones como una salida desesperada. Sin embargo, cada retorno implica un dilema personal: volver a un país en crisis o intentar resistir en Estados Unidos con la esperanza de una oportunidad más estable. El desenlace de este fenómeno dependerá tanto de las decisiones de Washington sobre el parole y CBP One, como de la capacidad de los migrantes de adaptarse y sostenerse en un entorno altamente competitivo.