Cansado e indignado, el actor cubano Luis Alberto García compartió un post en sus redes sociales, donde estalla contra la burocracia que se vive en el país comunista, tras haber intentado echar gasolina en un servicentro de La Habana.
El reconocido artista recibió dos mensajes de texto a través de la aplicación estatal El Ticket, confirmándole que le «tocaban 40 litros de gasolina regular», y al llegar a la gasolinera de 112 y 5ta Avenida en Miramar, la respuesta fue que no podían darle el combustible.
«Me soné la cola bajo un sol de miedo durante más de hora y media (…) Sudando ebrio de gozo. Hablando pestes con otros que también hablaban pestes ‘de la COS@’, del país y sus capataces, de la comida virtual, de la felicidad audiovisual y periodística, de la locura, del desastre, de las pestes de la basura, de los disfrazados de mendigos, de los truenes disfrazados de renuncia para una sola persona y no para sus aplaudidores, de la Carta Magna que convierten en magma a su antojo, de dirigentes y de diputados cómplices, de los bloques y de los dos bloqueos», lamentó.
«Llegué con mi tractor Peugeot 405 del año 2000 a la bomba dispensadora y a la caseta donde atienden a los clientes, en la que mostré los mensajes en mi móvil, el código QR, mi Carnet de Identidad y en la que terminaron pidiéndome la circulación de mi transporteichon», añadió.
Fue entonces cuando le dieron la inverosímil respuesta: todo se debía a que, al momento de llenar la aplicación, había colocado el número de placa, tal y como —según le indicaron— se requería anteriormente. Ahora, sin previo aviso, exigen el número de licencia.
«Entonces, ¿tengo que irme sin echar combustible y esperar a que vuelva a tocarme dentro de dos semanas?», cuestionó el actor.
La respuesta la de siempre, son órdenes, «esto se anunció en el Canal Habana y hasta en el Tribuna de La Habana», justificaron.
«¿Ustedes me ven cara de fiel televidente de ese canal o de fiel lector de ese pasquín? Ojos entornados y mohínes de disgusto. Silencio… que están durmiendo los nardos y las azucenas…¡Me sentí tan digno, tan respetado y tan querido en este país que amo!», ironizó.
«Media vuelta y salí como bola por tronera llenando de malas palabras a tantas lumbreras que atiborran nuestras vidas de estas chucherías. A esos que no hacen ni una puta cola porque mandan a sus choferes a que se achicharren en ellas o porque servician sus modernos autos en gasolineras muy especiales y ocultas. A los que ordenan no bajar las ventanillas. A los que idean tantas molestias para el vulgo porque ¿para qué hacerlo fácil cuando puede hacerse difícil?», continuó.
«Les quiero, muchachones barrigones. Lejos de mí. De nosotros», concluyó.
Vergonzoso y desolador el panorama que se vive en la Isla cárcel, en medio de la peor crisis de todos los tiempos gracias a la dictadura más longeva del hemisferio. La catarsis se encuentra por todos lados. En los últimos días, no solo Luis Alberto ha expresado su molestia con los que dirigen el país, otros actores de renombre como Osvaldo Doimeadiós, Jorge Martínez y Belisa Cruz en entrevista con La Familia Cubana han reaccionado a lo que se está viviendo al interior de Cuba.
«La decadencia, cada vez estamos peor, vas caminando y ves como todo se va apagando. La Habana yo iba el otro día en un taxi por todo 23, y decía Dios mío, parecía la ciudad de los muertos. Un silencio, no hay alegría, ya no hay un 31 de diciembre, ni una Navidad…es a sobrevivir, sálvese quien pueda», declaró Cruz con rostro de desilusión.
Por su parte, Martínez visiblemente dolido habló con total sinceridad, y criticó abiertamente las mentiras y las manipulaciones.
«A mi me molestan muchísimo las justificaciones banales, estúpidas, como si yo fuera un imbécil. Como si yo no hubiera visto…esa manera de tratarme como si yo no fuera nada, y entonces justificarlo todo, y también la gente mentirosa me molesta y no me gusta…lo veo muy feo la verdad», precisó.
Las declaraciones de estos artistas no hacen más que confirmar lo que millones de cubanos sienten a diario: que viven atrapados en un país donde las arbitrariedades, la humillación institucional y el desprecio por el ciudadano son parte del sistema. Un país donde el poder no está para servir, sino para controlar; donde cada norma parece diseñada para entorpecer, desgastar y someter. En lugar de soluciones, ofrecen trabas; en lugar de dignidad, reparten castigos. Así transcurre la vida en Cuba: entre la resignación y la rabia, bajo un régimen que hace tiempo dejó de ocultar su desprecio por el pueblo.