José Coll, el humorista cubano que transformó una burla en una lección de dignidad: “Yo disfruto cada cosa que hago”

José Coll. Foto: Video de TikTok de Un Martí To Durako

El reconocido humorista cubano José Coll se ha convertido en el centro de una inesperada ola de solidaridad tras difundirse un video en redes sociales que intentaba ridiculizarlo por trabajar como repartidor en Estados Unidos. Lo que algunos pretendieron mostrar como un supuesto “fracaso profesional”, terminó revelando una historia de esfuerzo, humildad y valores que ha conmovido a miles de personas en Cuba, Miami y más allá.

De las tablas al volante: un cambio de escenario, no de dignidad

El influencer cubano Un Martí To Durako publicó el video en Instagram el que se observa al comediante dejar el pedido de DoorDash frente a la puerta de un apartamento en Miami. Coll, recordado en Cuba por su participación en programas humorísticos y su carisma escénico, lejos de avergonzarse, respondió con franqueza y orgullo.


«Yo disfruto cada cosa que hago, yo trabajo, y en el tiempo que estoy sin hacer nada hago DoorDash. Antes de perder mi tiempo, facturo algo para mi familia. A todos, cuando me vean salúdenme y no tengan pena», declaró en sus redes sociales. Con estas palabras, el humorista desarmó la intención de burla y generó una oleada de apoyo en la comunidad migrante.

Una respuesta viral con mensaje de superación

La sinceridad de Coll no solo desmontó los prejuicios asociados a los trabajos considerados “menores” en el extranjero, sino que se convirtió en símbolo del esfuerzo que hacen miles de emigrantes cubanos. Su publicación fue celebrada en redes sociales como un acto de valentía. «Trabajar no es deshonra. Vergüenza es robar», “eres un ejemplo”, “así se hace”, fueron algunos de los cientos de comentarios que se multiplicaron en plataformas como Facebook, Instagram y TikTok.

Incluso el propio autor del video original —que fue ampliamente difundido en Miami— rectificó públicamente su postura, asegurando que no tenía la intención de humillar a Coll. “Es un gran profesional, un tremendo actor”, reconoció, dando un giro completo al sentido inicial de la publicación.

«Martí, se te olvidó decir que es también tremendo socio, buen hijo, buen padre. Tremendo tipo cuando llegué aquí me dio muchos consejos y siempre me ayudó en todo lo que se le ayuda a un recién llegado. Coll es uno de los que siempre llevo en mi corazón. El uno defecto que tiene es que come con P…. Así que si pides 10 croquetas y te llegan 8 ya saben. Coll te quiero», dijo el humorista cubano Andy Vázquez.


Realidades del exilio: el precio del sacrificio

El caso de José Coll refleja una realidad cada vez más visible: artistas, médicos, ingenieros y profesionales de todos los sectores que, al emigrar, deben reinventarse para sobrevivir. En Estados Unidos, muchos cubanos enfrentan obstáculos para revalidar sus títulos, insertarse en su profesión o lograr ingresos estables. En este contexto, trabajos como repartidor, limpieza, construcción o servicios son una tabla de salvación.

El humorista no es el único rostro conocido en esta situación. En los últimos años, actores como Omar Franco, músicos, bailarines e incluso presentadores de televisión han confesado públicamente haber trabajado en sectores humildes al llegar a EE. UU. para sostener a sus familias y rehacer sus vidas.

“Yo estoy tranquilo porque no le hago daño a nadie. Trabajo con mis manos y me gano el pan”, resumió Coll en otro mensaje publicado después del revuelo. Su declaración resuena con fuerza en una comunidad donde el esfuerzo personal es, muchas veces, invisibilizado frente al juicio superficial.

Una lección pública de humildad y orgullo

Para muchos, José Coll ha ofrecido una lección que va más allá de lo personal. Su caso se ha convertido en un espejo donde se reflejan las contradicciones de una sociedad que aún valora más las apariencias que la honestidad. En lugar de esconderse o sentir vergüenza, el artista usó su historia como plataforma para dignificar el trabajo honesto y alentar a otros a no temer al cambio ni al sacrificio.

Más que una “caída”, su transición laboral es un símbolo de evolución. Coll sigue haciendo reír y reflexionar, esta vez no desde un escenario, sino desde el ejemplo. En un tiempo donde la imagen importa más que los hechos, su actitud recuerda que el verdadero valor de una persona no se mide por el tipo de empleo que realiza, sino por la honestidad con la que lo lleva a cabo.

José Coll no perdió prestigio. Por el contrario, ganó respeto. Y en el proceso, enseñó —con sencillez y firmeza— que trabajar nunca será motivo de burla, sino de admiración.


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