Alguna vez, aquel portón negro y las imponentes palmeras que custodiaban la entrada anunciaban el refugio privado de una de las parejas más queridas del espectáculo latino. Hoy, la lujosa mansión que William Levy y Elizabeth Gutiérrez construyeron como el escenario de su felicidad se ha puesto oficialmente a la venta, marcando el cierre de un ciclo sentimental y familiar que duró casi dos décadas.
La noticia sacudió a los seguidores de ambos artistas. Según trascendió, la residencia —ubicada en Southwest Ranches, una exclusiva zona al oeste de Fort Lauderdale— ha sido tasada en casi nueve millones de dólares. No se trata de cualquier propiedad: es la casa que la pareja levantó desde cero sobre un terreno que compraron en 2017 por unos 700.000 dólares la cual ahora se exhibe por casi 9 millones de dólares.
A pesar de que Levy en todo momento consideró que la venta de la mansión no debía hacerse para que sus hijos tuviesen una propiedad en el futuro Elizabeth tuvo otro punto de vista y después de varias conversaciones decidieron ponerla a la venta en el mercado y cada cual quedarse con el 50% de la venta.
Un palacio contemporáneo
La vivienda, de más de 9.000 pies cuadrados (unos 840 metros cuadrados), refleja en cada rincón el éxito profesional que ambos cosecharon en el cine, la televisión y la publicidad. Con seis habitaciones, siete baños, gimnasio, cine privado, una elegante oficina y amplios salones de techos altos, la mansión parecía diseñada para la vida soñada de una familia que se movía entre alfombras rojas y sets de rodaje.
En el exterior, la casa es igualmente impresionante. Una piscina azul intenso se extiende entre jardines exuberantes, rodeada de espacios recreativos que aseguran privacidad y tranquilidad, elementos esenciales para una pareja constantemente perseguida por los flashes de la prensa.
La grieta tras los muros
William Levy y Elizabeth Gutiérrez pusieron fin a su relación en 2024, tras casi veinte años juntos y dos hijos en común. Aunque habían superado altibajos en el pasado, un incidente en su mansión en Florida —una fuerte discusión presenciada por su hija menor, Kailey, que obligó a intervenir a la policía— marcó el punto de quiebre definitivo.
Tras la separación, surgieron diferencias sobre qué hacer con la lujosa casa familiar: William quería conservarla como legado para sus hijos, mientras que Elizabeth prefería venderla para cerrar ese capítulo de sus vidas. Finalmente, acordaron venderla por casi 9 millones de dólares y dividir las ganancias. La venta de la mansión simboliza el cierre de su historia como pareja, mientras ambos siguen adelante con sus carreras y vidas personales por separado.
Un nuevo comienzo
La venta de la mansión es mucho más que una transacción inmobiliaria. Para Levy y Gutiérrez, significa dejar atrás un espacio donde se mezclaron éxitos, sueños y desencuentros. Hoy, cada pared, cada sala luminosa y cada metro del jardín parecen contar una historia de amor que empezó con intensidad, creció bajo la luz pública y terminó en la discreción de los despachos legales.
Mientras tanto, ambos artistas miran hacia el futuro: Elizabeth se muestra enfocada en sus proyectos profesionales y personales, mientras William explora nuevas oportunidades en su carrera actoral y mantiene su rol de padre dedicado.
La mansión, silenciosa y majestuosa, aguarda ahora a sus nuevos dueños. Será, para alguien más, el escenario de otros sueños. Para Levy y Gutiérrez, quedará como el recuerdo tangible de un amor que alguna vez pareció invencible.
