Seis muertos en dos nuevos ataques de EE. UU. contra presuntas narcolanchas en el Pacífico oriental

El gobierno de Estados Unidos confirmó la ejecución de dos ataques en el océano Pacífico oriental, donde resultaron seis personas muertas, identificadas por las autoridades como presuntos narcoterroristas. De acuerdo con un comunicado del secretario de Defensa Pete Hegseth, el presidente Donald Trump ordenó los operativos, ambos desarrollados en aguas internacionales, en zonas del corredor marítimo que se extiende entre Centroamérica y Sudamérica, una de las rutas más utilizadas para el tráfico de cocaína hacia Norteamérica.

«Ayer, por orden del presidente (Donald) Trump, se llevaron a cabo dos ataques cinéticos letales contra dos embarcaciones operadas por Organizaciones Terroristas Designadas», dijo Hegseth en una publicación en X.


Los incidentes, ejecutados con fuerzas navales y aéreas, tuvieron como objetivo embarcaciones pequeñas que, según información de inteligencia, transportaban cargamentos ilícitos y mantenían vínculos con organizaciones criminales transnacionales. Cada lancha transportaba tres individuos, quienes murieron durante los ataques.

Las autoridades estadounidenses no reportaron bajas ni heridos entre sus unidades, lo que refuerza la versión de que se trató de acciones rápidas, quirúrgicas y con amplio dominio tecnológico en el seguimiento de los objetivos. «Bajo el mandato del presidente Trump, estamos protegiendo la patria y eliminando a estos terroristas del narcotráfico que pretenden dañar a nuestro país y a su gente», agregó Hegseth esta semana.

Un patrón creciente de intervenciones en el Pacífico

Con estos dos recientes ataques, el saldo de la operación antidrogas continúa en aumento: más de 70 personas han perdido la vida y una veintena de embarcaciones han sido destruidas. La ofensiva, lanzada por el gobierno del presidente Trump en septiembre para frenar el tráfico de drogas en el Caribe, se ha intensificado en los últimos meses y ahora también abarca el Pacífico, donde las acciones se han vuelto cada vez más frecuentes y letales.

El Pentágono y el Comando Sur (SOUTHCOM) han incrementado su presencia en la zona desde mediados de 2024, en coordinación con países aliados como Colombia, Panamá y Costa Rica. La estrategia apunta a interceptar “narcolanchas” y semisumergibles antes de que ingresen en aguas territoriales o lleguen a puertos del Pacífico mexicano o estadounidense.

El uso del término “narcoterroristas” por parte de la administración estadounidense marca un giro en la narrativa oficial: al clasificar a los sospechosos dentro de la categoría de terrorismo, el gobierno amplía su margen legal para operar fuera de territorio estadounidense, sin requerir necesariamente coordinación previa con otros Estados.


Dudas sobre la legalidad internacional

Pese a los argumentos de seguridad nacional, las operaciones en aguas internacionales han despertado cuestionamientos legales y diplomáticos. Expertos en derecho marítimo recuerdan que, aunque la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar permite la intercepción de embarcaciones dedicadas al tráfico de drogas, el uso de fuerza letal sin verificación previa de amenaza directa podría violar el derecho internacional humanitario.

“Estados Unidos debe demostrar que existía una amenaza inminente. De lo contrario, estas acciones pueden ser interpretadas como ejecuciones extrajudiciales en el mar”, advirtió un analista citado por medios internacionales.

Hasta el momento, ninguno de los países de la región ha emitido protesta formal, aunque diplomáticos latinoamericanos consultados bajo anonimato expresaron preocupación por la falta de transparencia y el riesgo de víctimas civiles en este tipo de operaciones.

Contexto geopolítico: el Pacífico, nueva prioridad militar

El Pacífico oriental se ha convertido en un espacio clave dentro de la política de seguridad estadounidense. En paralelo a la lucha contra el narcotráfico, Washington busca contener la influencia de actores extrarregionales —como China y Rusia— en el transporte marítimo y las rutas logísticas que cruzan América Latina.

Además, el gobierno de Donald Trump ha reforzado su narrativa de “guerra contra el narco y el terrorismo global”, justificando intervenciones rápidas y de alto impacto. En recientes declaraciones, el expresidente sostuvo que “ningún país debe servir de refugio a los carteles o al terrorismo marítimo”, en alusión a la cooperación que espera de gobiernos aliados en la región.

Impacto humanitario y diplomático

La falta de información sobre las víctimas y la ausencia de monitoreo internacional generan preocupación entre organismos de derechos humanos, que piden una investigación independiente para determinar si las embarcaciones atacadas representaban efectivamente una amenaza o si se trató de un uso desproporcionado de la fuerza.

Analistas latinoamericanos advierten que este tipo de operativos podrían tensar las relaciones bilaterales, especialmente con México, Ecuador y Colombia, cuyos mares son escenario de la mayoría de las acciones. También se teme que estas intervenciones sienten un precedente peligroso para futuros ataques unilaterales bajo la justificación de seguridad transnacional.

Una propuesta presentada por legisladores demócratas en el Senado de Estados Unidos, que buscaba limitar la campaña militar impulsada por Trump en aguas internacionales, fue derrotada la semana pasada. La iniciativa obtuvo 49 votos a favor y 51 en contra, siendo la oposición republicana la que, con su mayoría, logró bloquear el intento simbólico de reducir el alcance de los ataques.

Reacciones y silencio oficial

Ni la Casa Blanca ni el Departamento de Defensa han ofrecido detalles sobre la identidad de los fallecidos ni el destino de los restos o de las embarcaciones destruidas. Sin embargo, fuentes cercanas al Pentágono confirmaron que los ataques fueron “planificados y ejecutados bajo las normas de enfrentamiento vigentes”.

En América Latina, la noticia ha sido recibida con cautela y silencio oficial. Algunos analistas creen que los gobiernos de la región evitan pronunciarse abiertamente por temor a poner en riesgo la cooperación militar y antidrogas con Washington, que representa miles de millones de dólares en asistencia técnica y armamento.

Escenario futuro

Los recientes ataques podrían anticipar una fase más agresiva en la estrategia marítima estadounidense, centrada en operaciones de “neutralización directa” sin captura ni juicio. Esto abre un debate sobre la eficacia de estas medidas frente al narcotráfico global, cuyo flujo y capacidad de adaptación continúan en aumento pese a los golpes militares.

Mientras tanto, en el Pacífico oriental —una vasta franja oceánica sin supervisión constante—, la frontera entre la seguridad y la extralimitación se vuelve cada vez más difusa.


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