
Una nueva ola de protestas sacudió La Habana en la noche del 8 de diciembre, cuando vecinos de Marianao y otros municipios de la capital salieron a las calles para manifestarse contra prolongados apagones que, según denuncian, llevan días afectando la vida cotidiana. Los cacerolazos, fogatas y bloqueos de calles se repitieron como símbolo de frustración en un país que atraviesa una de sus peores crisis energéticas en décadas.
Protestas simultáneas en otros municipios habaneros
Las manifestaciones no se limitaron a Marianao. También se reportaron cacerolazos y protestas en Regla, La Lisa, Alamar, Santos Suárez y San Miguel del Padrón. Incluso en la Universidad de Camagüey se registraron apagones denunciados públicamente por estudiantes.
La simultaneidad de estas protestas confirma un fenómeno creciente: el descontento ya no es aislado ni localizado, sino transversal, urbano y socialmente diversificado. El malestar se replica con rapidez gracias al uso de redes sociales, que permiten documentar y amplificar lo que hasta hace poco se mantenía en silencio por temor a represalias.
Vecinos salen a las calles exigiendo electricidad
En varios videos difundidos en redes sociales se observa a residentes de Marianao reunidos en plena vía pública golpeando calderos, encendiendo fogatas e impidiendo el paso de vehículos con escombros. Las imágenes, compartidas por el rapero disidente El Funky, muestran a decenas de personas visiblemente molestas mientras reclaman el restablecimiento de la corriente eléctrica.
Los gritos de “¡Luz!” y “¡Libertad!” fueron recurrentes, evidenciando que el descontento traspasa lo técnico y se convierte en un reclamo político que amplifica el desgaste entre Estado y ciudadanía. Cuando finalmente la electricidad regresó, los vecinos celebraron con aplausos y expresiones de alivio, una escena que confirma la dependencia emocional y material que la población tiene de un servicio que, en condiciones normales, debería estar garantizado.
“La gente de Marianao sabe qué hacer cuando les tumban la corriente” escribió el rapero contestatario en sus redes sociales junto al video. Por otro lado, el periodista independiente José Raúl Gallego quien reside en México en su cuenta de Facebook escribió: “La noche se está calentando. Hay cacerolazos y otras formas de protesta confirmadas en varios puntos del país”.
Récord histórico de protestas en 2025
El Observatorio Cubano de Conflictos reportó 1.326 protestas en noviembre, la cifra más alta del año y una muestra de que el país atraviesa uno de los períodos de mayor tensión social de la última década. Los reclamos van desde la falta de electricidad hasta problemas de agua, comida y demandas de libertades.
Aunque las protestas suelen ser espontáneas y descentralizadas, la frecuencia creciente sugiere un cambio en la conducta colectiva: una población cada vez más dispuesta a expresarse públicamente a pesar de la vigilancia estatal.
Un país marcado por la crisis energética y el desabastecimiento
El sistema eléctrico cubano opera bajo una tensión permanente. Termoeléctricas envejecidas, falta de mantenimiento, escasez de combustible y años de inversión insuficiente han provocado cortes que en algunas zonas superan las 10 horas diarias.
La crisis energética coincide con un deterioro prolongado del nivel de vida: inflación creciente, escasez de alimentos, colapso del transporte público y salarios incapaces de cubrir necesidades mínimas. La población vive un escenario de precariedad sostenida que ha convertido cada apagón en un detonante emocional y, muchas veces, político.
Silencio oficial ante el aumento del descontento
Hasta ahora, el gobierno no ha emitido comentarios sobre las protestas. La estrategia de silencio, combinada con la narrativa de “normalidad” que sostienen los medios estatales, se ha convertido en una respuesta recurrente cuando ocurren episodios de inconformidad social.
Sin embargo, el silencio también genera un vacío de información que profundiza la sensación de abandono entre los ciudadanos. Para muchos, la falta de explicaciones oficiales y de planes concretos para aliviar la crisis refuerza la idea de un gobierno desconectado del sufrimiento cotidiano de la población.
Análisis político sobre Cuba
Las protestas en Marianao y otros barrios de La Habana revelan un momento político especialmente delicado para el Gobierno cubano, cuya legitimidad se ha visto erosionada por su incapacidad para garantizar servicios básicos como la electricidad.
A diferencia de estallidos anteriores, estas manifestaciones no responden a convocatorias organizadas ni a demandas explícitamente ideológicas, sino al hartazgo acumulado ante necesidades esenciales insatisfechas, lo que las vuelve más espontáneas, más difíciles de prever y, desde la perspectiva estatal, más complejas de contener.
La simultaneidad de los cacerolazos en distintos municipios evidencia que el malestar es transversal y no producto de focos aislados, mientras que la amplia circulación de videos en redes sociales demuestra una pérdida progresiva del miedo, un debilitamiento del control informativo del Estado y una creciente apropiación del espacio digital como herramienta de denuncia.
Todo ello ocurre en un contexto donde la crisis energética no tiene solución inmediata, lo que anticipa un riesgo político aún mayor para 2026: más protestas, tensiones acumuladas, respuestas represivas y un deterioro acelerado del vínculo entre ciudadanía y Gobierno. En este escenario, lo sucedido en Marianao no es un episodio aislado, sino un síntoma estructural de un país que se encuentra en un punto de inflexión, con un contrato social debilitado y una población cada vez más dispuesta a expresar públicamente su inconformidad.





