El sistema eléctrico cubano atraviesa una de sus etapas más críticas en años recientes. Según datos oficiales de la Unión Eléctrica (UNE), la isla enfrenta un déficit de generación superior a los 1.500 MW en horas pico, lo que obliga a aplicar cortes programados que afectan prácticamente a todas las provincias. La situación, lejos de mejorar, se mantiene como una constante que golpea a millones de hogares y paraliza servicios esenciales.
En la mañana del jueves, la generación apenas alcanzaba 1.550 MW, frente a una demanda de 2.810 MW, lo que significó un déficit de 1.285 MW. Al cierre de la noche, la crisis se profundizó: a las 21:50 horas la diferencia entre oferta y demanda superaba los 1.733 MW.
Causas estructurales y coyunturales
La UNE explicó que la crisis actual responde a una combinación de factores tales como las averías en termoeléctricas claves del sistema, que han sacado de línea varias unidades, mantenimientos programados en plantas que debían ser estabilizadas, pero cuya salida de servicio agrava el déficit.
A continuación se exponen las unidades paradas por averías:
- Unidad 2 de la Central Termoeléctrica (CTE) Felton
- Unidad 8 de la CTE Mariel
- Unidades 3 y 5 de la CTE Renté
Mientras que en mantenimiento están:
- Unidad 5 de la CTE Mariel
- Unidad 2 de la CTE Santa Cruz
- Unidad 4 de la CTE Cienfuegos
- Unidad 1 de la CTE Felton
También explican que se debe a limitaciones técnicas en instalaciones con décadas de explotación y sin renovaciones profundas, así como por falta de combustible, que mantiene inoperantes al menos 44 centrales de generación distribuida, con una pérdida estimada de 201 MW adicionales.
Estas razones se suman a un problema de fondo: una infraestructura envejecida y obsoleta, incapaz de sostener la demanda creciente de la población y la economía.
Un pronóstico sombrío
Para el horario pico, la UNE esperaba la entrada de algunas unidades —entre ellas la unidad 5 de la central Renté y la planta de motores Fuel Oil Mariel—, además de parte de la generación distribuida. Sin embargo, los propios cálculos oficiales reconocían que, incluso con esas incorporaciones, la generación apenas alcanzaría 1.775 MW, frente a una demanda prevista de 3.330 MW.
El déficit resultante rondaría los 1.525 MW, con afectaciones proyectadas de hasta 1.595 MW, equivalentes a millones de consumidores desconectados simultáneamente.
Impacto en la vida cotidiana
Los apagones se han convertido en un fenómeno transversal que afecta todos los ámbitos de la vida cubana. En los hogares cubanos el panorama es deprimente, refrigeradores apagados durante horas, alimentos en riesgo de perderse por falta de frío y dificultades para cocinar o estudiar. El sistema de salud del que tanto se vanagloria la dictadura también se ve afectado por que muchos hospitales dependen de plantas auxiliares y consultorios barriales con equipos paralizados.
Los talleres, pequeños negocios y servicios digitales no pueden operar sin electricidad estable lo cual causa pérdidas económicas a los cuentapropistas y también a la población que acude a ellos en busca de servicios. Otro de los sectores «protegidos» es el de la educción, pero los estudiantes se ven obligados a interrumpir clases virtuales o presenciales por falta de ventilación e iluminación en las aulas.
La población, acostumbrada ya a convivir con los cortes, muestra un sentimiento generalizado de cansancio, frustración e incertidumbre. En redes sociales, muchos ciudadanos comparten testimonios sobre noches enteras sin servicio, el deterioro de electrodomésticos y la imposibilidad de planificar la vida diaria.
Discurso oficialista
El gobierno cubano y la Unión Eléctrica (UNE) reconocen que el Sistema Eléctrico Nacional está en una situación crítica y débil, debido a la combinación de averías en termoeléctricas envejecidas, mantenimientos pendientes y la falta de combustible para sostener la generación distribuida.
Las autoridades admiten que el problema tiene raíces estructurales: muchas plantas superan las cuatro décadas de explotación, con tecnologías obsoletas y carencia de repuestos. A ello se suma la escasez de divisas, que limita la compra de piezas y combustibles, agravada —según el discurso oficial— por el embargo estadounidense.
En cuanto a soluciones, el Ministerio de Energía y Minas asegura que se realizan “esfuerzos de recuperación” y mantenimientos escalonados, junto con inversiones en energías renovables, aunque se reconoce que estas aún son insuficientes para cubrir la demanda.
Finalmente, el primer ministro Manuel Marrero Cruz admite que los apagones afectan severamente la vida de la población, pero pide al pueblo paciencia y confianza, insistiendo en que se trabaja “intensamente” para restablecer la capacidad de generación en todo el territorio nacional.
Antecedentes de la crisis eléctrica
Aunque los apagones de gran escala se intensificaron en 2022 y 2023, el deterioro del sistema eléctrico viene de mucho antes. Las termoeléctricas más antiguas, como la de Mariel o la de Nuevitas, operan con tecnología de los años 70 y 80. En paralelo, los convenios de apoyo energético con Venezuela se han reducido drásticamente, limitando el suministro de petróleo y derivados.
Los intentos de diversificar con energías renovables o nuevas plantas de generación no han logrado cubrir la creciente demanda. El resultado es un ciclo de apagones que, en la práctica, se ha convertido en la nueva normalidad de la isla.
Falta de soluciones a corto plazo
Hasta ahora, las autoridades han insistido en que se realizan “esfuerzos de recuperación” y mantenimientos escalonados, pero no han presentado un plan concreto que apunte a resolver el problema en el corto plazo. La realidad es que el sistema eléctrico nacional carece de reservas estables, y cualquier avería provoca un colapso inmediato.
Mientras tanto, la población continúa soportando apagones que, en ocasiones, superan las 10 horas seguidas, lo que evidencia que la crisis eléctrica en Cuba no tiene una salida inmediata.