La elección de Lina Luaces como Miss Universe Cuba 2025 ha provocado una reacción airada por parte de la prensa oficialista cubana, que no ha escatimado en calificativos para deslegitimar a la joven modelo nacida en Miami e hija de padres cubanos. Pero más allá de un concurso de belleza, esta polémica revela una vez más la dificultad del régimen cubano para aceptar que la identidad nacional trasciende fronteras y no puede ser monopolizada por el aparato estatal.
En un artículo publicado recientemente por Cubadebate los comunistas quisieron dar a entender que la joven no representa a la mujer cubana por diferentes factores, además arremetieron contra el certamen de belleza en sentido general calificándolo de «show superficial» alejado de la realidad de la isla.
“Lina no nació en la mayor de las Antillas”, que “nunca ha pisado” Santiago de Cuba, provincia que representó en el certamen, y que “ni siquiera habla fluido el español”, destaca el medio digital en el que resaltan que el objetivo del análisis no era criticar a los exiliados cubanos, sin embargo, la realidad es totalmente diferente cuando cuestionan hasta el proceso de la competencia.
Cubadebate expone que el concurso celebrado en Miami y coordinado por empresarios venezolanos, a quienes acusan de tener una relación “difusa” con la cultura de la Isla. En su discurso, el régimen intenta desacreditar el evento, insistiendo en que “los intereses comerciales se imponen sobre un verdadero conocimiento de la realidad nacional”.
Sin embargo, esta postura evidencia más un afán por monopolizar la narrativa cultural que una preocupación legítima por la representación de Cuba, ya que el Gobierno, durante décadas, ha restringido y manipulado la proyección internacional del talento y la belleza cubana para ajustarla a su conveniencia política.
“Una industria que lucra del show, del entretenimiento, de la belleza desde una mirada superficial, concursos que cosifican a la mujer […], funcionan como vehículos de propaganda consumista”, menciona el texto que obviamente respalda la decisión del dictador Fidel Castro de no permitir que Cuba participe en ese evento desde 1960.
Una cubana con raíces que el oficialismo niega
Lina Luaces es, indiscutiblemente, cubana: sus padres son de la isla, su educación y entorno familiar han estado marcados por la cultura, la música y las tradiciones de Cuba. Sin embargo, para medios como Cubadebate, eso no basta. Desde su narrativa, solo quien vive bajo el control político de La Habana puede ser considerado un auténtico representante del país.
Ese argumento no solo desconoce la realidad de millones de cubanos emigrados, sino que refuerza una visión excluyente y divisoria que, durante décadas, ha servido para marcar una línea política entre “los de adentro” y “los de afuera”. En ese esquema, la diáspora, por más cubana que sea, queda relegada a un papel secundario o directamente borrada de la representación oficial.
Miss Universe Cuba: un renacer desde la libertad
La reactivación de la franquicia Miss Universe Cuba en Miami no es un capricho ni un simple negocio, como insinúa la prensa estatal. Es, en realidad, un ejercicio de libertad creativa y cultural que el régimen cubano no puede controlar. Organizado por empresarios y productores de la diáspora, el certamen ha abierto un espacio para que las jóvenes cubanas —sin importar su lugar de residencia— tengan la oportunidad de mostrar talento, disciplina y belleza en un escenario internacional.
Que el evento se celebre fuera de la isla no lo convierte en menos cubano; al contrario, demuestra que la nación cubana es global y que sus raíces se mantienen vivas incluso lejos del Malecón.
El viejo discurso de la “cubanidad oficial”
Las críticas de Cubadebate contra Lina Luaces repiten un libreto ya conocido: descalificar a cualquier figura que escape del control estatal. Desde artistas hasta atletas olímpicos que compiten por otros países, el patrón se repite: si no respondes a la línea política del Partido Comunista, tu “cubanidad” es cuestionada.
Esta visión no solo es reduccionista, sino que ignora una verdad elemental: Cuba no es propiedad del gobierno, y su cultura, identidad y símbolos pertenecen a todos los cubanos, sin distinción de pasaporte o lugar de residencia.
Una representante que une, no que divide
En lugar de aplaudir que una joven de raíces cubanas represente al país en un evento de alcance mundial, el oficialismo prefiere desacreditarla. Sin embargo, para miles de cubanos dentro y fuera de la isla, Lina Luaces encarna una oportunidad de proyectar una imagen distinta de Cuba: una nación diversa, talentosa y capaz de brillar más allá de la política.
La diáspora cubana no es un accidente de la historia, sino una parte esencial de la nación. Ignorarla o despreciarla solo perpetúa el aislamiento que ha marcado a la isla durante décadas.
Conclusión: la cubanía no se decreta
La reacción contra Lina Luaces no es solo una opinión sobre un concurso de belleza; es un síntoma de la dificultad del gobierno cubano para aceptar que la cubanía no se define por un carné de identidad expedido en La Habana, sino por la herencia, la cultura y el sentido de pertenencia. Lina llevará la banda de Cuba en Miss Universe 2025 con orgullo, y lo hará como lo que es: una cubana que, como millones de compatriotas en el exilio, sigue amando y representando a su país, aunque el gobierno de la isla prefiera mirar hacia otro lado.