Luis Robles Elizástigui, conocido en Cuba como “el joven del cartel”, llegó a España junto a su madre y su hijo de siete años, tras años de encarcelamiento, hostigamiento y vigilancia por parte del régimen de La Habana. Su llegada al aeropuerto de Madrid, sin declaraciones públicas, marca el inicio de una nueva etapa en la vida de un hombre que se convirtió en símbolo de resistencia cívica y que ahora comienza su exilio forzado.
La opositora cubana Yoani Sánchez desde su cuenta en X divulgó la información que muchos acogieron con beneplácito. En el texto se aclara que no hay otros pormenores sobre la llegada del expreso político al país ibérico.
El joven del cartel: un gesto que cambió su vida
Todo comenzó el 4 de diciembre de 2020, cuando Robles, un joven informático entonces de 28 años, decidió salir a caminar por el boulevard de San Rafael, en La Habana, con una pancarta en la que pedía la liberación del rapero Denis Solís y el fin de la represión. “Libertad, no más represión, #FreeDenis”, decía el cartel que sostenía con serenidad.
En menos de diez minutos, agentes de la Seguridad del Estado lo arrestaron violentamente ante decenas de testigos sin que el muchacho ofreciera resistencia alguna a los esbirros. Su acto pacífico se transformó en uno de los episodios más recordados del despertar cívico cubano antes del 11 de julio de 2021, cuando miles de personas salieron a las calles en protestas masivas.
Ese gesto individual, registrado por personas que pasaban y compartido en redes sociales, terminó transformándose en un emblema de la protesta. Las grabaciones fueron posteriormente incorporadas al videoclip de Patria y Vida, considerado el himno de la resistencia cubana. Sin embargo, ese video fue el que empleó la fiscalía después para incriminarlo injustamente en los tribunales del régimen.
Prisión, juicio y condena
Luis Robles fue acusado de resistencia y propaganda enemiga un año posterior a su detención, cargos que utiliza frecuentemente las autoridades cubanas para castigar la disidencia. El 28 de marzo 2022, el tribunal lo condenó a cinco años de prisión, pese a las evidencias de que no había incitado a la violencia ni cometido ningún delito real y supuestamente por obedecer a la convocatoria del influencer Alexander Otaola desde Miami.
De acuerdo con el fallo del Tribunal Provincial de La Habana, sus acciones tenían como propósito “desestabilizar el orden interno” y atentar contra “el sistema económico y social cubano”, según argumentaron las autoridades judiciales.
Amnistía Internacional lo declaró preso de conciencia, denunciando que su única “falta” había sido ejercer pacíficamente su derecho a la libertad de expresión. Estados Unidos y varias organizaciones internacionales, como Human Rights Watch y Prisoners Defenders, exigieron su liberación inmediata.
“Luis Robles fue castigado por expresar una opinión. Es un recordatorio del miedo del régimen a cualquier voz independiente”, declaró entonces Erika Guevara-Rosas, directora de Amnistía Internacional para las Américas.
En mayo de este año, el gobierno de Estados Unidos impuso sanciones a los tres jueces y a la fiscal implicados —Gladys María Padrón Canals, María Elena Fornari Conde, Juan Sosa Orama y Yanaisa Matos Legrá— por su “papel crucial en la detención arbitraria” de Luis Robles, a la que calificó como una “grave violación de los derechos humanos”.
La represión contra su familia
Durante los años en que Robles estuvo encarcelado, su familia también sufrió las consecuencias de su valentía. A su hermano lo arrestaron construir una embarcación para intentar salir ilegalmente del país y su madre, a lo que se suma una multa de 7 mil pesos, sin embargo, no se presentaron pruebas contra él.
Su madre, Yindra Elizástigui, también se convirtió en una activa defensora de los derechos humanos, denunciando públicamente las condiciones de las prisiones cubanas y el acoso constante de la Seguridad del Estado. “Debemos seguir defendiendo a los inocentes, porque nuestros hijos y nuestros familiares son inocentes”, dijo la madre cuando le negaron la libertad condicional al joven.
A pesar de las amenazas, Yindra nunca dejó de exigir justicia. “Lo que ellos hicieron lo hicieron por un derecho que tenemos todos los seres humanos”, dijo en una entrevista a medios independientes.
Un exilio forzado tras su liberación
A Luis Robles lo liberaron en enero de 2025 como parte de un acuerdo entre el gobierno cubano y Estados Unidos que incluyó la liberación de varios presos políticos. Sin embargo, las autoridades impusieron restricciones que lo mantuvieron bajo vigilancia y arresto domiciliario hasta junio.
Fuentes cercanas a su familia señalaron que las presiones y amenazas continuaron incluso después de su liberación, obligándolo a aceptar una salida del país bajo condiciones de exilio. Su partida a España se gestionó con apoyo de organismos humanitarios y del gobierno español, que ha recibido en los últimos meses a varios opositores cubanos en situación similar.
“Es una libertad parcial: libre, pero fuera de su patria”, comentó un activista cubano radicado en Madrid, quien recibió a Robles en el aeropuerto.
Reacciones internacionales
La llegada de Robles a España ha generado reacciones entre la diáspora cubana y los defensores de derechos humanos. El Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH), con sede en Madrid, celebró su llegada como “una victoria moral sobre la represión” y advirtió que “la salida forzada del país se ha convertido en una política sistemática del régimen para silenciar a los disidentes”.
El Departamento de Estado de Estados Unidos también había sancionado previamente a los jueces y fiscales que participaron en el caso, acusándolos de “violaciones graves de derechos humanos”. En un comunicado de 2023, Washington calificó el proceso judicial contra Robles como “una demostración de cómo Cuba criminaliza la libertad de expresión y utiliza el aparato judicial como herramienta de control político”.
Un símbolo que trasciende fronteras
Luis Robles nunca fue líder de ningún movimiento organizado, pero su gesto sencillo y valiente resonó profundamente dentro y fuera de la isla. Su imagen, con el cartel en alto en medio de La Habana, se convirtió en un ícono viral de la disidencia cubana.
Desde España, se espera que inicie una nueva etapa como exiliado político, posiblemente vinculándose con organizaciones que apoyan a la sociedad civil cubana en el extranjero. Hasta ahora, ha preferido mantener el silencio público, centrado en adaptarse a su nueva vida junto a su madre y su hijo.
Libertad a costa del destierro
El caso de Robles pone de relieve un patrón creciente en Cuba: permitir la salida del país de activistas y opositores a cambio de su silencio o su alejamiento. Decenas de periodistas, artistas y manifestantes del 11J han seguido ese mismo camino en los últimos dos años, instalándose en España, Estados Unidos o México.
Para muchos, la historia de Luis Robles resume la paradoja cubana contemporánea: obtener libertad únicamente al precio del exilio. Su llegada a España no es solo un desenlace personal, sino también una advertencia sobre la falta de espacios para la expresión pacífica dentro de la isla.
“Me sacaron de Cuba, pero no podrán sacar de mí el deseo de ver libre a mi país”, dijo en una declaración previa a su partida. Con esas palabras, el joven del cartel cierra un ciclo de represión y abre otro: el del exilio como trinchera de esperanza.