
La Arquidiócesis de Santiago de Cuba lanzó este lunes un llamado urgente a la oración colectiva frente a la amenaza del huracán Melissa, un fenómeno de categoría 5 que se aproxima peligrosamente a la región oriental de la isla. El mensaje, difundido a través de los canales oficiales del Arzobispado, insta a los fieles a elevar plegarias por la protección de la ciudad, sus habitantes y las comunidades más vulnerables ante lo que podría ser uno de los eventos meteorológicos más devastadores de los últimos años.
Una plegaria por la vida y la fortaleza del pueblo cubano
La oración publicada por la Iglesia católica en su cuenta de Facebook pide a Dios “detener la furia de los vientos” y conceder serenidad a los corazones atemorizados. El texto hace énfasis en la necesidad de la prudencia de las autoridades, la fortaleza de quienes auxilian a los demás y la unidad de todos los cubanos frente al peligro. “Señor, extiende tu mano poderosa y detén la furia de los vientos; protege nuestras casas, nuestros templos y a todos los que más sufren» expresa uno de los fragmentos más difundidos del comunicado.
La invocación espiritual apela a la serenidad de los corazones, a la sensatez de los líderes y a la fortaleza de quienes se entregan al servicio y al rescate de los demás. Al mismo tiempo, lanza un llamado a la unidad nacional, exhortando a los cubanos a mantenerse juntos y solidarios en medio de la adversidad.
“Haz que esta prueba nos una como hermanos y que, al pasar la tormenta, sepamos reconocer que tu misericordia es más grande que cualquier tempestad”, detalla la oración.
El Arzobispado también solicitó que los templos se mantengan abiertos para acoger a quienes busquen refugio o consuelo espiritual, recordando que en tiempos de crisis “la fe y la solidaridad son tan necesarias como el alimento y el abrigo”.
«Oh Dios todopoderoso y eterno, que gobiernas con sabiduría los cielos y la tierra, mira con bondad a tus hijos que habitan esta ciudad de Santiago de Cuba, amenazada por la fuerza del huracán Melissa», agrega el texto.
Seis provincias en alarma ciclónica
El Estado Mayor Nacional de la Defensa Civil declaró la fase de alarma ciclónica para las provincias de Santiago de Cuba, Guantánamo, Holguín, Granma, Las Tunas y Camagüey, ante la inminente llegada del huracán Melissa, cuyas bandas exteriores ya comienzan a sentirse en zonas del oriente cubano.
El Instituto de Meteorología (INSMET) confirmó que Melissa mantiene vientos sostenidos de más de 250 km/h, con ráfagas que podrían superar los 300 km/h en áreas montañosas y costeras. Su lento desplazamiento hacia el noroeste aumenta el riesgo de lluvias torrenciales, marejadas ciclónicas y deslizamientos de tierra, especialmente en la Sierra Maestra y el litoral sur oriental.
En respuesta, las autoridades han ordenado la evacuación de miles de residentes de zonas bajas, el traslado de equipos médicos y el aseguramiento de embalses, líneas eléctricas y torres de comunicación.
Asimismo, el titular de Energía y Minas de Cuba, Vicente de la O Levy, informó este lunes que las brigadas de linieros ya se encuentran listas para emprender las tareas de restablecimiento del sistema eléctrico en la zona oriental del país, una vez que el huracán Melissa haya pasado.
Entre la fe y la fragilidad institucional
Aunque el gobierno cubano ha asegurado que el sistema de salud se encuentra preparado para enfrentar la emergencia, organizaciones independientes y testimonios locales advierten sobre la grave precariedad hospitalaria que afecta a la región. Faltan medicamentos esenciales, camas, generadores de respaldo y personal suficiente para atender un posible colapso de los servicios médicos.
En hospitales de Santiago de Cuba, Holguín y Guantánamo, ciudadanos han denunciado carencias en las reservas de agua potable, combustible y equipos quirúrgicos, mientras persiste la preocupación por la infraestructura deteriorada de muchos centros asistenciales.
Esa realidad contrasta con los partes oficiales que hablan de una “respuesta integral y planificada”. La población, en cambio, se prepara como puede, reforzando techos de zinc, almacenando agua y buscando resguardo en escuelas e iglesias que funcionan como albergues improvisados.
La Iglesia como refugio espiritual y humano
En medio de la tensión, la Iglesia ha vuelto a ocupar un rol de acompañamiento comunitario. Sacerdotes y religiosas en Santiago y Guantánamo han organizado vigilias, cadenas de oración y distribución de alimentos básicos para los más necesitados.
“Estamos llamados a mantenernos unidos, no por miedo, sino por esperanza”, expresó uno de los párrocos locales. “La fe no disipa la tormenta, pero nos da fuerza para atravesarla juntos”.
El llamado del Arzobispado ha resonado también entre la diáspora cubana, especialmente en Miami, donde comunidades católicas de la Pequeña Habana y Hialeah han comenzado colectas de ayuda humanitaria para enviar a la isla en caso de desastre.
Una amenaza comparable a los grandes huracanes del siglo
Meteorólogos cubanos y del Centro Nacional de Huracanes (NHC) en Miami comparan la magnitud de Melissa con huracanes históricos que han azotado el oriente cubano, como Sandy (2012) y Matthew (2016). En ambos casos, Santiago y Guantánamo sufrieron severas afectaciones estructurales, miles de viviendas dañadas y un lento proceso de recuperación que, en muchos barrios, nunca se completó totalmente.
La actual temporada ciclónica ha sido una de las más activas del Atlántico en los últimos 15 años, con más de 18 tormentas nombradas y varios sistemas de alta intensidad. Melissa es, hasta ahora, el huracán más potente y de mayor duración de 2025.
Entre la oración y la acción
En su mensaje final, la Iglesia pidió a los cubanos no dejarse dominar por el pánico y actuar con responsabilidad. “Confiamos en la protección divina, pero también en la prudencia humana”, señaló el Arzobispado, exhortando a seguir las orientaciones de la Defensa Civil y a cuidar especialmente de niños, ancianos y personas enfermas.
“Que la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, nos cubra con su manto y nos libre de todo mal”, concluye la plegaria. Mientras tanto, las miradas del país —y de miles de cubanos en el exilio— permanecen puestas en el oriente de la isla, donde la fe, el miedo y la resiliencia se mezclan ante la inminencia de la tormenta.





