
Fort Lauderdale, una de las ciudades más emblemáticas del sur de Florida, ha ocupado durante la última década una posición intermedia en los principales rankings nacionales de seguridad urbana, incluido el análisis publicado por WalletHub en octubre, que evalúa a más de 180 ciudades de Estados Unidos bajo una definición amplia del concepto de seguridad.
A diferencia de ciudades que han logrado escalar de forma sostenida hasta los primeros puestos —como Warwick, Rhode Island—, Fort Lauderdale ha mostrado un desempeño irregular pero relativamente estable, condicionado por factores estructurales como su perfil turístico, su densidad poblacional y su exposición a riesgos climáticos.
Evolución histórica de Fort Lauderdale en rankings de seguridad
En ediciones anteriores de rankings elaborados por WalletHub y otras plataformas comparativas, Fort Lauderdale no ha figurado entre las ciudades más seguras del país, pero tampoco suele aparecer de forma constante entre las más peligrosas. Su posición habitual se sitúa en el tramo medio o medio-bajo, con variaciones según el peso otorgado a cada indicador.
Durante los años previos a la pandemia, la ciudad se vio penalizada principalmente por tasas de delitos violentos superiores al promedio nacional en determinados vecindarios. Tras 2020, algunos indicadores mostraron mejoras parciales, aunque el impacto del turismo, el aumento del costo de vida y la presión sobre los servicios públicos limitaron un avance sostenido en los rankings.
WalletHub señala que este tipo de ciudades tienden a experimentar altas fluctuaciones anuales, especialmente cuando se comparan con urbes más pequeñas o menos expuestas a dinámicas económicas y climáticas intensas.
Cómo influye la metodología de WalletHub en Fort Lauderdale
El análisis de WalletHub no se basa exclusivamente en estadísticas policiales. Evalúa seguridad personal y comunitaria, riesgo de desastres naturales y seguridad financiera, una combinación que explica buena parte del posicionamiento de Fort Lauderdale.
En el componente climático, la ciudad suele verse penalizada por su exposición a huracanes, inundaciones y aumento del nivel del mar, factores que pesan de manera significativa en el ranking. En contraste, ciudades del noreste o del medio oeste suelen beneficiarse de un menor riesgo ambiental.
Seguridad económica: un factor mixto
Fort Lauderdale presenta indicadores económicos contrastantes. Si bien cuenta con una economía local dinámica impulsada por el turismo, el sector inmobiliario y los servicios, también enfrenta desigualdades de ingresos, altos costos de vivienda y una población vulnerable sin seguro médico, aspectos que afectan su puntuación en seguridad financiera.
WalletHub destaca que la estabilidad económica de los residentes es un componente clave para evaluar la seguridad general, ya que influye directamente en la cohesión social y en la prevención del delito.
Comparación con ciudades que escalan posiciones
El contraste con ciudades como Warwick resulta ilustrativo. Mientras Fort Lauderdale opera bajo la presión constante del turismo masivo, la movilidad estacional y el riesgo climático, otras ciudades medianas han logrado avanzar en los rankings gracias a entornos más estables, menor exposición ambiental y estrategias sostenidas de inversión local.
Esto no implica que Fort Lauderdale esté retrocediendo de forma sistemática, sino que compite en un contexto estructural más complejo, donde las mejoras tienden a ser graduales y menos visibles en listados nacionales.
Más allá del ranking: un reto estructural
Analistas urbanos citados por WalletHub coinciden en que rankings como este deben leerse como herramientas comparativas y no como diagnósticos definitivos. En el caso de Fort Lauderdale, el estudio subraya la necesidad de políticas integrales que aborden la seguridad desde múltiples frentes: prevención del delito, resiliencia climática, estabilidad económica y fortalecimiento comunitario.
La experiencia de los últimos años sugiere que, para ciudades del sur de Florida, mejorar la posición en rankings de seguridad implica no solo reducir el crimen, sino también adaptarse a riesgos ambientales crecientes y a profundas transformaciones socioeconómicas.




