El régimen cubano pide confianza tras el apagón nacional que afecta a millones de cubanos: «Estamos haciendo todo lo posible»

El apagón nacional que dejó a toda Cuba a oscuras el pasado 10 de septiembre volvió a evidenciar la fragilidad extrema del Sistema Eléctrico Nacional (SEN). Aunque el primer ministro Manuel Marrero Cruz pidió “confianza” a la población y aseguró que se trabaja para restablecer el servicio “lo antes posible”, sus palabras contrastan con la realidad que viven millones de cubanos cansados de una crisis energética crónica que no da tregua.

«Estoy plenamente convencido de que se trabajará intensamente para dar una respuesta rápida. Se han dado las indicaciones. (…) Un abrazo grande y confianza, que estamos haciendo todo lo posible y lo imposible para restablecer el servicio cuanto antes», dijo el alto dirigente cubano al pueblo mediante la televisión oficialista, sin embargo, jamás explicó en su comunicado cuándo podría resolverse el apagón ni los daños que causó el mismo al sistema eléctrico ya bastante fracturado.


En el día de hoy a través de su cuenta de X el primer ministro ofreció información sobre el proceso de restablecimiento del servicio en todo el país, haciendo énfasis en la CTE Antonio Guiteras. «Hasta el momento se han logrado restablecer 500 MW en el país. Continúa el proceso de arranque en varias unidades y se trabaja para llevar energía a la CTE Antonio Guiteras. Fortalecer el microsistema de Camagüey para lograr incorporar el bloque 6 de Nuevitas es otra prioridad», informó Marrero.

Un nuevo colapso del sistema

La más reciente caída total del Sistema Eléctrico Nacional (SEN), ocurrida el 10 de septiembre de 2025, marca la quinta gran desconexión general en menos de un año. Lo que el gobierno presenta como un incidente aislado provocado por fallas técnicas recurrentes, en realidad es la punta visible de un iceberg: décadas de desinversión, deficiencias estructurales y decisiones políticas insuficientes que han acumulado problemas para una crisis que ya no puede disfrazarse. Las declaraciones del primer ministro Manuel Marrero Cruz, que piden “confianza al pueblo”, resultan poco convincentes ante un historial que pese mucho más que las palabras.

Un sistema al borde del colapso: los antecedentes

Infraestructura envejecida y falta de mantenimiento

La Termoeléctrica Antonio Guiteras, ubicada en Matanzas, es protagonista recurrente de los apagones nacionales. Operativa desde los años 80, ha sido identificada en múltiples ocasiones como “la más golpeada por décadas de explotación sin mantenimiento adecuado”.

Otras termoeléctricas también tienen muchos años de servicio, muchas con sistemas importados o construidos durante la era soviética, cuya vida útil ya está cumplida o cercana a ello.


Alta dependencia de combustibles fósiles importados

Más del 95 % de la generación eléctrica cubana depende de combustibles fósiles —principalmente fuelóleo, diésel y petróleo importado— lo que crea una exposición doblemente riesgosa: al precio internacional de ese combustible y a las dificultades logísticas o políticas para garantizar su suministro.

Cuando los envíos desde aliados como Venezuela o Rusia se retrasan o reducen, o cuando hay sanciones o bloqueos financieros, la escasez de combustible impacta directamente la capacidad de generación.

Frecuencia creciente de apagones nacionales

Desde finales de 2024, se han registrado ya varios apagones generales:

  • 18 de octubre de 2024: gran apagón iniciado por la caída de Guiteras, que dejó al país buena parte del tiempo sin electricidad.
  • 6 de noviembre de 2024: apagón debido al huracán Rafael, aunque las interrupciones también reflejaron la fragilidad del sistema.
  • 4 de diciembre de 2024: nuevamente Guiteras falla, provocando desconexión nacional.
  • Marzo de 2025: otro apagón general, con impacto fuerte social.
  • Y ahora el de septiembre de 2025

Cada uno de esos episodios ha dejado al descubierto que las soluciones temporales no bastan, y que el sistema eléctrico está en un deterioro progresivo sin rescate claro a la vista.

Promesas frente a un sistema en ruinas

El llamado del primer ministro a la confianza se interpreta en amplios sectores de la sociedad como un recurso discursivo repetido: el mismo mensaje tras cada apagón, sin ofrecer soluciones concretas ni plazos verificables.

La termoeléctrica Guiteras, que se ha convertido en símbolo del deterioro energético del país, vuelve a ser señalada como epicentro de la crisis. Sin embargo, el gobierno evita reconocer la falta de inversión sostenida, la obsolescencia tecnológica y la carencia de piezas de repuesto como causas estructurales.

Las explicaciones oficiales insistentemente incluyen la falta de combustible, los retrasos en importaciones, el bloqueo financiero, y la dependencia externa. Pero estas razones han sido conocidas desde hace años, y no se ven iniciativas con claridad, escala ni financiamiento suficiente para eliminarlas o mitigarlas.

Se menciona con frecuencia la construcción de parques solares —Cuba tiene planes para un número creciente de estos— como parte de la solución. Sin embargo, estos parques solares enfrentan varios obstáculos: muchas instalaciones carecen de baterías para almacenar energía, lo que limita su utilidad ante un colapso del sistema eléctrico completo; además, el aporte renovable sigue siendo bajo en relación a la demanda total, que hasta ahora solo se cubre parcialmente.

Los apagones no solo implican incomodidad; afectan la industria, los servicios de salud, la conservación de alimentos, la educación, la comunicación. También agravan una economía ya de por sí frágil, donde los ciudadanos enfrentan inflación, escasez, y una calidad de vida deteriorada. Proliferan las quejas ciudadanas, los descontentos en redes sociales y los temores ante lo que pueda venir.

El costo humano de la ineficiencia

Mientras Marrero pedía calma, millones de cubanos enfrentaban la jornada sin electricidad, con alimentos en riesgo de echarse a perder, hospitales recurriendo a plantas de emergencia y familias enteras improvisando en la oscuridad. En un contexto de inflación, desabastecimiento y apagones recurrentes desde octubre de 2024, la “confianza” exigida desde el poder parece convertirse en un lujo que la mayoría ya no puede permitirse.

Frente a ese marco, las palabras de Marrero Cruz suenan repetidas, rutinarias, insuficientes. Explicar que se trabaja “lo antes posible” o que ya se han recuperado cientos de MW no reemplaza la ausencia de un plan público claro, con fechas, responsables, inversiones garantizadas. Para muchos cubanos, las promesas de recuperación son irrelevantes si en cada apagón pierden comida, las clínicas deben improvisar, las empresas paran, y las pérdidas materiales aumentan.

Por otro lado, hablar de microsistemas, de optimizar térmicas, de urgencia veraniega, sugiere que no existe una estrategia de mediano y largo plazo, sino respuestas reactivas que se repiten sin aprender del pasado. El hecho de que varias centrales debían salir o estar en mantenimiento, pero no lo estuvieron, indica fallas en planificación e inversión.

Ya no solo se trata de incomodidad, las protestas ante apagones se han repetido. Cuando un gobierno solo pide paciencia sin mostrar cambios estructurales, corre el riesgo de perder legitimidad.

Las declaraciones de Marrero Cruz —“confianza”, “restaurar lo antes posible”, “trabajamos en ello”— si bien pueden ser políticamente necesarias, enfrentan un contexto que las pone en duda. Después de cinco apagones nacionales en menos de un año, de décadas de promesas incumplidas, de una red eléctrica envejecida, de dependencia externa, y de planes de energías limpias que tardan en dar frutos reales, la población exige algo más que palabras: exige resultados. Confiar debería ser un derecho ganado, no impuesto por la repetición de un discurso vacío.


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