
La crisis económica prolongada que atraviesa Cuba ha empujado a miles de profesionales a tomar decisiones extremas, entre ellas abandonar el país y empezar de nuevo en el extranjero. En ese contexto se inscribe la historia de Juan Hernández, un cubano que en 2022 salió de la Isla con apenas 500 dólares, una maleta y la incertidumbre propia del exilio, y que hoy es propietario de un taller de soldadura en el estado de Texas.
Antes de emigrar, Hernández trabajaba como veterinario en La Habana, una profesión que durante años le permitió sostener a su familia, pero que con el agravamiento de la crisis dejó de ser viable. La escasez de insumos, los bajos salarios y la inflación constante hicieron que, como muchos otros profesionales cubanos, se enfrentara a una realidad en la que el esfuerzo laboral ya no garantizaba estabilidad ni perspectivas de crecimiento.
La decisión de emigrar y el abandono de una profesión
La salida de Cuba no fue una decisión inmediata. Según ha contado, estuvo precedida por meses de reflexión y preocupación ante la imposibilidad de cubrir necesidades básicas. Finalmente, optó por emigrar, aun sabiendo que eso implicaba renunciar a su carrera universitaria y comenzar desde cero en un entorno completamente distinto.
Como ocurre con una gran parte de la migración cubana reciente, el proceso estuvo marcado por la incertidumbre económica y emocional, así como por la separación de familiares y amigos. Con recursos limitados, Hernández llegó a Estados Unidos dispuesto a aceptar cualquier trabajo que le permitiera salir adelante.
Un nuevo comienzo en Texas
Una vez establecido en San Antonio, Texas, Juan inició un proceso de adaptación que incluyó el aprendizaje de un nuevo oficio. Lejos del ejercicio de la veterinaria, encontró en la soldadura una oportunidad concreta de inserción laboral, un sector con alta demanda en la región y mayores posibilidades de ingresos.
El camino no fue inmediato. Durante los primeros meses trabajó para terceros, acumulando experiencia y ahorrando lo necesario para dar un paso más ambicioso. Con el tiempo, logró abrir su propio taller, al que bautizó “Las 3 vírgenes”, marcando así el inicio de una nueva etapa personal y profesional.
Fe, simbolismo y emprendimiento
El nombre del taller tiene un significado profundo para su fundador. Hernández ha explicado que antes de salir de Cuba hizo una promesa relacionada con las tres vírgenes cubanas, comprometiéndose a honrarlas si lograba establecerse y prosperar en Estados Unidos. «Les pedí que todo saliera bien, y les prometí que si me traían bien a Estados Unidos le pondría ese nombre al negocio», comentó en el video.
El negocio representa, para él, el cumplimiento de esa promesa y un símbolo de gratitud tras un proceso migratorio complejo. Más allá del componente espiritual, el taller se ha consolidado como una fuente estable de ingresos y un ejemplo de emprendimiento surgido desde la experiencia migrante.
La familia como eje de estabilidad
En Texas, Juan ha reconstruido su vida junto a su esposa, de origen mexicano, quien ha sido una figura clave en su proceso de adaptación y consolidación familiar. Juntos han logrado una estabilidad que contrasta con las limitaciones que enfrentaban en Cuba, y que refleja el impacto que el acceso al mercado laboral y a oportunidades de emprendimiento puede tener en la vida de los migrantes.
Un reflejo de una tendencia más amplia
La historia de Juan Hernández no es un caso aislado. Forma parte de una tendencia creciente entre emigrantes cubanos que, al llegar a Estados Unidos, se ven obligados a reinventarse profesionalmente, abandonando carreras universitarias para integrarse en sectores técnicos, de servicios o de oficios especializados.
Este fenómeno responde tanto a la falta de homologación de títulos como a la urgencia económica que enfrenta la mayoría de los recién llegados. Sin embargo, también evidencia la capacidad de adaptación de una comunidad migrante que busca reconstruir su proyecto de vida en condiciones adversas.
Entre el sacrificio y la oportunidad
Aunque no todas las historias de emigración culminan con un negocio propio, relatos como el de Juan Hernández ponen de relieve los sacrificios personales, el esfuerzo sostenido y la resiliencia que caracterizan a buena parte del éxodo cubano contemporáneo. En un contexto marcado por la salida masiva de ciudadanos de la Isla, estas experiencias permiten entender tanto las causas profundas de la migración como las oportunidades que algunos logran aprovechar una vez fuera del país.
Otros emprendedores cubanos que han logrado consolidarse en Estados Unidos
La historia de Juan Hernández se suma a una larga lista de emprendedores cubanos que han logrado establecer negocios exitosos en Estados Unidos, especialmente en sectores como la gastronomía, la construcción, los servicios técnicos, la belleza, el transporte y el comercio minorista. En muchos casos, estos proyectos nacen de la necesidad inmediata de generar ingresos, pero evolucionan hacia iniciativas consolidadas con impacto local.
En ciudades como Miami, Houston, Tampa, Orlando, Nueva Jersey y diversas zonas de Texas, numerosos cubanos han abierto restaurantes, cafeterías, talleres mecánicos, empresas de remodelación, servicios de soldadura, barberías y pequeños comercios. Muchos de ellos, al igual que Hernández, no ejercían esos oficios en Cuba, sino que se vieron obligados a reinventarse profesionalmente tras emigrar.
Un patrón común entre estos emprendedores es el inicio con capital limitado, jornadas laborales extensas y un fuerte apoyo familiar o comunitario. En ausencia de acceso inmediato a créditos bancarios, muchos negocios se levantan a partir del ahorro personal, trabajos informales iniciales y la recomendación boca a boca dentro de la propia comunidad migrante.
También es recurrente el abandono —al menos temporal— de profesiones universitarias ejercidas en Cuba, debido a las dificultades para homologar títulos o a la urgencia económica. Ingenieros, médicos, veterinarios, maestros y técnicos formados en la Isla terminan encontrando oportunidades en oficios especializados o en el autoempleo, sectores que ofrecen mayor flexibilidad y una inserción laboral más rápida.
En los últimos años, redes sociales como Facebook, Instagram y TikTok han contribuido a visibilizar estos emprendimientos, permitiendo que muchos cubanos promocionen sus servicios, compartan experiencias migratorias y se conviertan en referentes para recién llegados. Estas plataformas también han ayudado a crear una narrativa colectiva de superación, aunque no exenta de dificultades y retrocesos.
Si bien no todos los emprendimientos alcanzan estabilidad a largo plazo, la proliferación de negocios liderados por cubanos en Estados Unidos refleja una tendencia sostenida de adaptación y búsqueda de autonomía económica, en un contexto donde la migración ha dejado de ser temporal para convertirse, en muchos casos, en un proyecto de vida definitivo.





