El cubano Deivy Alemán Oropesa tomó una de las decisiones más difíciles de su vida el pasado 14 de septiembre: abandonar voluntariamente Estados Unidos y autodeportarse para evitar ser detenido por agentes de Inmigración y Control de Aduanas (ICE). Durante años había vivido bajo una orden de supervisión migratoria, el formulario I-220B, que lo obligaba a presentarse periódicamente ante las autoridades, sin que su estatus se resolviera de manera definitiva.
Según explicó su familia, la presión constante y el temor a ser encarcelado lo llevaron a optar por regresar a Cuba, aun cuando sabía que eso significaba alejarse de su esposa y de su hija menor, ciudadana estadounidense, quien enfrenta una delicada enfermedad cardíaca.
La vida en Palmira: un regreso a la precariedad
Tras su autodeportación, Alemán se instaló en la casa de sus padres, en Palmira, en la central provincia de Cienfuegos. Allí vive sin empleo ni recursos propios, en un contexto marcado por la crisis económica que atraviesa la isla. Las dificultades para acceder a alimentos, medicamentos y empleo se suman a los frecuentes apagones eléctricos, que complican incluso la posibilidad de mantener videollamadas regulares con su esposa e hija en Florida.
Pese a la dureza de la situación, Alemán experimentó un momento emotivo: reencontrarse con su hijo mayor, a quien no veía desde hace más de siete años. Sin embargo, la alegría de ese reencuentro no logra compensar la angustia por la separación de su otra hija, cuya salud se deteriora y necesita de su apoyo. «Solo podemos vernos por videollamadas, siempre y cuando haya electricidad», dijo Alemán.
El impacto emocional en la familia que quedó en EE.UU.
En Florida, Yisel Miguel Sarduy, esposa de Alemán, lucha por mantener la estabilidad del hogar mientras cuida a la menor. La niña, además de su enfermedad cardíaca, enfrenta un fuerte impacto emocional por la ausencia de su padre. “Cada vez que escucha un carro que se detiene frente a la casa o alguien toca la puerta, piensa que podría ser él”, relató su madre entre lágrimas.
La situación ha sido descrita por la familia como “desgarradora”, pues la salud de la niña requiere no solo atención médica, sino también apoyo afectivo, el cual se ha visto drásticamente afectado por la separación forzada. Según el cardiólogo tratante, la menor enfrenta un cuadro tan delicado que cualquier sobresalto anímico podría derivar en complicaciones de alto riesgo.
Trámites legales y esperas prolongadas
Desde Florida, Sarduy inició una petición de reunificación familiar (formulario I-130) en busca de traer de vuelta a su esposo por la vía legal. No obstante, este proceso puede extenderse hasta dos años, salvo que se reconozca la urgencia del caso bajo criterios humanitarios. La familia espera que las autoridades tomen en cuenta la condición médica de la menor para priorizar el expediente.
Abogados y activistas señalan que casos como el de Alemán no son aislados: muchos cubanos bajo órdenes de supervisión enfrentan largos procesos que los colocan en una especie de “limbo migratorio”, donde cualquier decisión puede significar la separación definitiva de sus seres queridos.
Solidaridad en la comunidad cubana
La historia ha despertado muestras de solidaridad dentro de la comunidad cubana en el sur de Florida. Vecinos y compatriotas han ofrecido alimentos, apoyo emocional e incluso alojamiento temporal a la familia, mientras se mantiene la esperanza de que se logre una solución más rápida. Yisel en un video agradeció esas muestras de apoyo desde varios lugares de EE.UU y Cuba y reafirmó la necesidad de que su hija esté con su padre para una estabilidad emocional positiva.
«Quisiera darle las gracias a todos por todo el apoyo que mi familia ha recibido. Ha sido increíble», afirmó en el material.
Esta respuesta comunitaria refleja la red de apoyo que, en muchas ocasiones, sustituye la ausencia de respuestas inmediatas de las instituciones. Sin embargo, los familiares insisten en que no buscan solo ayuda material, sino sobre todo una acción concreta de las autoridades migratorias para permitir el regreso de Alemán por razones humanitarias.
Un caso que expone las grietas del sistema
La situación de Deivy Alemán pone en evidencia las tensiones entre las leyes migratorias estadounidenses y las realidades humanas que enfrentan miles de familias inmigrantes. Por un lado, el cumplimiento estricto de normas y procesos burocráticos; por otro, el sufrimiento de menores que requieren cuidados especiales y el derecho de una familia a permanecer unida.
En Cuba, Alemán asegura que no tiene futuro, mientras que en EE.UU. su esposa y su hija lo esperan con la esperanza de que la reunificación no tarde años en concretarse. “Mi vida está con ellas”, afirmó en un testimonio compartido en redes sociales.
Un clamor pendiente de respuesta
El caso continúa abierto y dependerá de que las autoridades migratorias consideren los argumentos humanitarios para acelerar el regreso. Mientras tanto, cada día que pasa representa un desafío para una niña enferma que clama por la presencia de su padre, para una madre que lucha por mantener el hogar en pie y para un hombre que, atrapado entre fronteras, insiste en que lo único que pide es volver a estar con su familia.