Un video difundido en TikTok por un cubano identificado como beneficiario del estatus migratorio I-220A ha desatado una fuerte controversia en redes sociales, al mostrar su regreso a Cuba a bordo de un Toyota rojo y con un contenedor repleto de pertenencias, electrodomésticos y cajas de mercancía.
La escena, difundida bajo el lema “Ya estoy coronao, a vivir como rey”, ha dividido opiniones entre quienes celebran su aparente prosperidad y quienes lo acusan de frivolidad y desconexión con la realidad cubana.
Un regreso que no pasó desapercibido
El protagonista del video, identificado en TikTok como @descubriend0cuba, aparece sonriente al reencontrarse con su familia y descargar el contenedor en una zona residencial. En las imágenes se observan múltiples bienes de consumo importados, entre ellos televisores, bicicletas, aires acondicionados y cajas con electrodomésticos.
El tono triunfal de la publicación —acompañado de frases como “coronao” o “a vivir como rey”— despertó una oleada de comentarios en cuestión de horas, generando miles de reproducciones y decenas de reacciones contrapuestas.
Algunos usuarios aplaudieron su regreso, interpretando las imágenes como una muestra de éxito personal tras años de sacrificio en el extranjero. Otros, sin embargo, lo calificaron como un ejemplo de ostentación insensible en un país donde la mayoría enfrenta escasez, inflación y falta de recursos básicos.
Entre la nostalgia y la crítica
El retorno del cubano “coronao” no solo encendió la conversación sobre desigualdad, sino también sobre identidad y sentido de pertenencia. Para algunos, volver a Cuba con bienes materiales representa una forma de reconectar con la familia y las raíces, pero para otros es una puesta en escena que refleja la desconexión entre el exilio y la realidad cotidiana del país.
“Tener cuatro tarecos y un carro en Cuba es vivir como un rey”. “En Cuba no existe la propiedad privada, ese Toyota si a alguien le gusta, lo perdiste”. Criticaron algunos internautas. Por otro lado, encontró el apoyo en otros usuarios que defendieron su interés de establecerse en Cuba nuevamente a pesar de que en EE.UU hay mejores oportunidades. “Soy residente hace casi dos años y nunca he ido a Cuba ni pienso ir, pero no veo por qué la crítica a este chama si solo está asegurando sus comodidades en caso de deportación. Todos esos logros son fruto de sus sacrificios. Bendiciones, chama”, dijo otro seguidor.
El trasfondo del estatus I-220A y las implicaciones migratorias
El caso ha tomado mayor repercusión por tratarse de un cubano con estatus I-220A, un documento de liberación bajo supervisión otorgado por las autoridades migratorias estadounidenses a ciertos inmigrantes, incluidos miles de cubanos que ingresaron irregularmente por la frontera sur o por vía marítima.
Este estatus no equivale a una residencia legal ni a un permiso de viaje internacional, sino que mantiene al beneficiario bajo control migratorio mientras su caso se resuelve ante un juez. Por ello, el hecho de que algunos titulares de I-220A viajen de regreso a Cuba genera cuestionamientos legales y éticos, ya que, en principio, deberían temer persecución o represalias si solicitaron asilo político en Estados Unidos.
Abogados de inmigración han advertido que tales viajes pueden comprometer futuras solicitudes de residencia o asilo, al demostrar que la persona no teme regresar al país del cual alegó huir. Sin embargo, las lagunas jurídicas y la falta de seguimiento sistemático permiten que algunos viajen utilizando documentos alternativos o pasaportes vencidos renovados en consulados cubanos.
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Símbolo de desigualdad y resentimiento social
Más allá de la polémica migratoria, el episodio refleja las profundas desigualdades económicas y sociales que atraviesa la Cuba actual. Mientras el salario promedio estatal ronda los 4 000 pesos cubanos —equivalentes a menos de 20 dólares al cambio informal—, la imagen de un migrante descargando un Toyota último modelo y aparatos modernos se convierte en símbolo de estatus, privilegio y poder adquisitivo externo.
Analistas y usuarios en redes subrayaron que escenas como esta se repiten cada vez más, a medida que cubanos que residen en el extranjero envían remesas, contenedores o vehículos a sus familias en la isla, consolidando una brecha visible entre quienes dependen de ingresos en divisas y quienes sobreviven con salarios locales.
Algunos comentarios en TikTok ironizaban: “Así cualquiera regresa, pero no al policlínico ni al agro de la esquina”, mientras otros respondían con empatía: “Si trabajó duro fuera, merece disfrutarlo”.
El caso se suma a una serie de historias recientes en las que cubanos con estatus migratorio en Estados Unidos muestran en redes sociales su regreso temporal o permanente a la isla, desatando un debate sobre lealtad, coherencia y moralidad, en un contexto donde millones aún buscan emigrar.
Un fenómeno cada vez más visible
Lo ocurrido con el cubano del Toyota rojo es solo la punta del iceberg de un fenómeno creciente: la migración circular entre Cuba y Estados Unidos, en la que muchos van y vienen, invirtiendo o ayudando a sus familias pese a las restricciones políticas.
Las redes sociales amplifican este contraste entre la Cuba que se va y la Cuba que se queda, mostrando cómo el éxito material —aunque sea efímero— puede convertirse en un factor de división y, al mismo tiempo, en una forma de esperanza.