Cubana se compra su segunda casa en EE.UU y comparte su experiencia en las redes sociales: “Dos casas. Tres años. Trabajo. Constancia. Fe”

Cubana en EE.UU. Foto: Video de TikTok de @leidy.aragon

Hace apenas tres años, Leidy Aragón fregaba pisos ajenos y limpiaba baños por 20 dólares la hora. Hoy, tres años después, tiene las llaves de dos casas a su nombre en Estados Unidos, lidera su propia empresa de limpieza y gestiona un negocio de marketing digital en crecimiento. Su historia, más que un relato de éxito económico es una crónica de esfuerzo, visión y fe inquebrantable en las oportunidades que, aunque escasas, aún ofrece el llamado “sueño americano”.

Nacida en Cuba, Leidy emigró como tantos otros, dejando atrás carencias, incertidumbres y una isla donde soñar en grande es casi un acto de rebeldía. Llegó a Estados Unidos sin propiedades, sin influencias y sin una red que le allanara el camino. Lo que sí traía era una voluntad indomable y la convicción de que su destino iba a ser diferente al futuro que le esperaba en Cuba, para ello en su cuenta de TikTok @leidy.aragon narró cómo vivió la experiencia.


“Segunda casa en Estados Unidos, y aunque me cuesta mucho creerlo ya que hace un tiempo atrás era simplemente una niña que limpiaba casas por $20, hoy puedo decir que tengo dos negocios: mi compañía de limpieza y mi negocio de marketing digital”, destacando que, aunque el principio fue duro, “no hay nada imposible cuando tomas la decisión de cambiar tu vida”, escribió recientemente en la publicación que se volvió viral. A través de un breve video, Leidy mostró imágenes de las dos viviendas que ha comprado, acompañadas de un mensaje sencillo pero poderoso: “Dos casas. Tres años. Trabajo. Constancia. Fe”.

Lo que comenzó como un trabajo doméstico informal fue, en realidad, el primer paso de un proceso de aprendizaje. Aprendió el oficio, observó las necesidades del mercado, entendió el valor de la puntualidad, la confianza y el buen servicio. Con el tiempo, fundó su propia empresa de limpieza, ofreciendo un trato personalizado y creando una base de clientes fieles.

Pero Leidy no se detuvo ahí. Mientras muchos descansaban tras largas jornadas físicas, ella estudiaba marketing digital por su cuenta, viendo tutoriales, leyendo sobre posicionamiento web y estrategias de redes sociales. Hoy, su segunda fuente de ingresos llega precisamente desde ese mundo digital: asesora a pequeños negocios, maneja cuentas en plataformas sociales y ha desarrollado un canal propio desde el cual inspira a otros migrantes a dar el salto al emprendimiento.

Su historia ha tocado una fibra especial dentro de la comunidad cubana en el exilio. Para muchos, representa lo que parece imposible en la isla: movilidad social, progreso tangible y libertad de elección. En un país donde miles de migrantes enfrentan obstáculos legales, discriminación y explotación laboral, la trayectoria de Leidy no solo brilla: emociona.

Y es que no se trata solo de casas o de negocios. Se trata de dignidad. De la posibilidad de construir una vida que no gire en torno a la sobrevivencia, sino al crecimiento. Se trata de ser dueña del tiempo, de los sueños, del destino. Y en ese sentido, la historia de Leidy Aragón es profundamente política, profundamente humana.


Este nuevo capítulo de su vida se suma a una historia de superación que ya había tocado corazones meses atrás. En aquel momento, Leidy compartió cómo, con apenas un billete de cien dólares en el bolsillo y mucha determinación, dio los primeros pasos en el mundo del emprendimiento. “¿Me creerías si te dijera que comencé mi negocio de limpieza con menos de 100 dólares?”, confesó entonces en un video que rápidamente captó la atención de miles de personas.

Contó que adquirió una aspiradora de segunda mano por apenas 20 dólares en una tienda Goodwill y compró algunos productos de limpieza básicos en Dollar Tree. Estaba convencida de que lo esencial no era tenerlo todo, sino atreverse a dar el primer paso. “No hay excusas cuando realmente quieres hacer algo, y mi consejo para ti es que comiences, emprende con lo que tengas, pero hazlo, será lo mejor que harás”, dijo en un video de hace unos meses atrás.

“No lo digo para alardear, sino para inspirarte”, escribió en otra de sus publicaciones. Y, efectivamente, su testimonio ha servido como catalizador para otros cubanos —y migrantes de toda América Latina— que, enfrentando condiciones similares, ven en ella una prueba viviente de que el camino, aunque difícil, no está cerrado.

En un momento en que el discurso público sobre la migración está polarizado, con autoridades que promueven restricciones más severas y comunidades enfrentadas entre la empatía y el rechazo, Leidy ofrece una imagen distinta: la del migrante que construye, que aporta, que transforma su entorno sin pedir nada regalado.

Tres años. Dos casas. Y una vida nueva que aún está escribiendo. Porque Leidy, lejos de considerarse “llegada”, insiste en que esto es solo el comienzo. “Mi historia no es especial —dice—. Es solo el resultado de no rendirse nunca. Si estás dispuesto a luchar, este país todavía te puede abrir la puerta.” Y ella, con dos llaves en la mano y la frente en alto, ya demostró que es cierto.


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