En plena madrugada, un conductor cubano de Uber fue sometido a un aluvión de insultos racistas y xenófobos por parte de dos pasajeros que, al descubrir que no hablaba inglés con fluidez, lo hostigaron con frases como “¿de dónde eres?” y “no deberían estar aquí”. El incidente fue grabado por la cámara de seguridad del vehículo y difundido por redes sociales por la propia esposa del conductor, provocando indignación y reflexión sobre un fenómeno latente: la discriminación lingüística como fachada del racismo.
“¿Por qué todos los cubanos se meten en Uber? Nadie entiende inglés, todos hablan español, no deberían estar en las carreteras si no saben nuestra lengua, no pueden leer nuestras señales”, comentó el hombre que iba en compañía de su esposa e hija.
Tras soportar minutos de agresiones verbales en silencio y sin confrontar, el conductor decidió llamar a la policía para que los agresores abandonaran el vehículo. Su familia se pronunció públicamente, reafirmando que su ingreso al país fue legal. “¿En América tienes que ser bilingüe? No lo sabía (…) Entramos legalmente y nadie nos exigió dominar dos idiomas”, dijeron.
También recordaron que la plataforma Uber permite especificar el idioma del conductor en su perfil (en este caso, español) para que los usuarios sepan con quién se van a movilizar.
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Varios usuarios reaccionaron al video que publicó la pareja del cubano donde muchos dieron diversos mensajes de apoyo a la versión del cliente. “No percibo racismo, las personas tienen razón, él debería saber inglés”, escribió uno de los comentaristas.
Sin embargo, la mayoría de los comentarios respaldaron la contraparte y coincidieron en que había discriminación. El incidente pone de relieve cómo la barrera del idioma puede convertirse en un pretexto para justificar actitudes racistas, reavivando el debate sobre el respeto y el trato digno en los servicios de transporte.
El conductor mantuvo la calma hasta que decidió poner fin a la situación y denunciar los hechos ante la policía, mientras su familia insiste en no normalizar la discriminación y en fomentar el uso responsable de las opciones de idioma que ofrece la aplicación.
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Contexto y antecedentes: no es un caso aislado
Este episodio no ocurre en el vacío. En mayo de 2025, otro conductor cubano fue agredido con violencia física en Charlotte, Carolina del Norte, luego de que un pasajero comenzó a cuestionarlo por su lugar de origen. En otro caso viral de julio, un chofer cubano expulsó del vehículo a un pasajero que lo insultaba al asumir que no hablaba español, enfrentando directamente la actitud racista.
Estos casos muestran un patrón: trabajadores inmigrantes que utilizan plataformas digitales de transporte (Uber, Lyft, etc.) están expuestos a episodios de discriminación verbal o física, muchas veces amparados en la supuesta “incapacidad” del conductor para comunicarse en inglés.
Pero el problema no se limita a este rubro. Casos recientes muestran que conductores de otras nacionalidades también han sido víctimas de discriminación en el contexto de transporte o movilidad. Por ejemplo, en San Diego, un conductor turco denunció que un oficial de policía lo trató con insultos e intimidaciones cuando le preguntó si hablaba inglés durante una parada de tránsito.
Y no es solo hostigamiento individual. En septiembre de 2025 el Departamento de Justicia de EE. UU. demandó a Uber por discriminación hacia personas con discapacidad — un recordatorio de que los sesgos pueden abarcar múltiples dimensiones sociales (raza, idioma, capacidad) y no se limitan al caso cubano.
El idioma como escudo para la discriminación
Los agresores no siempre se escudan en un prejuicio explícito: muchas veces, cuestionar el dominio del inglés —“¿hablas inglés?”— es el primer paso para humillar, marginar o excluir. En el caso de Texas, el pasaje vertió insultos como “no pueden leer nuestras señales” y “deberían saber inglés” antes de revelar su hostilidad racial.
Este tipo de agresión se alimenta de discursos nacionalistas que asocian identidad, pertenencia y “americanidad” con la lengua inglesa. Pero dicha relación es falsa: no todos los inmigrantes tienen igualdad de oportunidades para aprender el idioma local, ni hablar inglés debe ser una condición para residir con dignidad. La familia del conductor lo enfatizó: “no todos tienen las mismas oportunidades para aprender inglés” y ello no justifica agresiones.
Además, en plataformas como Uber existe la opción de elegir conductores según idioma preferido (por ejemplo, español). Esto evidencia que desde el diseño del servicio ya se reconoce la diversidad lingüística como una realidad. En un último video que publicó la mujer se puede observar que la policía llego hasta el lugar donde el joven dejó a sus clientes para evitar más ofensas en su contra. En el material se puede escuchar cuando el muchacho le dice a su pareja por teléfono que la policía le indicó que se retirara del lugar.
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Impacto humano: entre la indignación y el silencio
Para muchos conductores inmigrantes, estos episodios no son excepciones, sino amenazas constantes. El miedo a represalias, a denuncias injustas o simplemente a perder el sustento económico hace que muchos opten por callar o tolerar el abuso. No obstante, publicar el caso o llamar a la policía —acciones que deberían ser vistas como legítimas defensas— puede acarrear riesgos adicionales, sobre todo si el conductor carece de respaldo legal o teme represalias migratorias.
Para la comunidad hispana y cubana en EE. UU., el caso despertó solidaridad, pero también reflexión: ¿qué medidas preventivas pueden emplearse? Cámaras de seguridad en el auto, divisores de protección, registros del viaje y un entorno más seguro digitalmente son algunas sugerencias usuales para choferes ante el riesgo de agresiones. Pero ninguna de esas barreras artificiales elimina el problema estructural: la discriminación sigue ahí.
Asociaciones, empresas y responsabilidad social
Desde el ámbito institucional, organizaciones de derechos civiles han condenado este tipo de actos. Un caso cercano: en Washington, D.C., un dueño de cafetería fue denunciado por un ataque racista contra un repartidor de Uber Eats que hablaba español. Uber actuó retirando el local de su plataforma y calificando el comportamiento como inaceptable.
Para Uber como empresa, el desafío es complejo: debe equilibrar libertad de elección (usuario elige idioma) con mecanismos de protección frente al prejuicio. En septiembre de 2025, la demanda del gobierno estadounidense por discriminación hacia pasajeros con discapacidad le recuerda que no basta con políticas declarativas; debe haber supervisión, sanciones y formación efectiva.
Reflexiones finales: desafíos estructurales y posibles rutas
- Romper el binomio lengua-nacionalidad
Asociar automáticamente “ser american o residir en EE. UU.” con hablar inglés perpetúa la exclusión. Hay que reconocer que muchas comunidades migrantes traen su lengua materna, y eso no las invalida como ciudadanos o trabajadores legítimos. - Proteger al trabajador migrante
Las plataformas tecnológicas deben incluir protocolos más agresivos contra discriminación (reportes anónimos, sanciones para usuarios racistas) y apoyo legal para los conductores agredidos. - Capacitación obligatoria y monitoreo
No basta con tener políticas; hace falta formación para usuarios (campañas antirracismo) y supervisión real por parte de la empresa para evitar que el servicio se convierta en un vehículo de prejuicio. - Visibilidad y denuncia
Que estos casos se hagan públicos ayuda a visibilizar patrones: cuando se denuncia, no se permite que el silencio legitime el abuso. - Políticas públicas de inclusión y derechos civiles
Las leyes antidiscriminatorias, los organismos de derechos humanos y las instituciones locales deben fortalecer mecanismos de protección para inmigrantes, incluso dentro de servicios privados como transporte.
Este episodio en Texas no es solo un incidente aislado, ni un “mala experiencia” azarosa. Revela tensiones profundas: entre identidad cultural, lengua, poder simbólico y desigualdad estructural. El desafío no es solo para Uber, ni para los pasajeros ofensores, sino para la sociedad en su conjunto, que debe preguntarse: ¿qué posibilidad de convivir respetuosa existe si el idioma se convierte en arma de exclusión?