
Florida estrena una instalación migratoria tan polémica como singular: Alligator Alcatraz, un complejo de detención temporal levantado en plena reserva de los Everglades, rodeado de caimanes y otros reptiles. A poco de comenzar a operar, la cárcel ha desatado un fuerte debate ambiental, cultural y político, convirtiéndose en símbolo de la nueva estrategia migratoria del estado.
Una prisión entre pantanos y caimanes
A unos 70 kilómetros al oeste de Miami, en medio de la vasta extensión de los Everglades, se ubica el nuevo centro de detención, construido junto al aeropuerto abandonado Dade-Collier Training and Transition Airport. El nombre popular, “Alligator Alcatraz”, hace alusión a los cientos de caimanes y serpientes que pueblan la zona, un elemento que, según las autoridades, sirve como barrera natural contra fugas.
La prisión se compone principalmente de tiendas de campaña gigantes y remolques acondicionados, con capacidad inicial para más de 3.000 camas, y proyecciones de albergar hasta 5.000 internos en pocas semanas. Las carpas cuentan con literas organizadas en espacios vigilados, zonas de procesamiento, áreas climatizadas, consultorios legales y comedores para atender a los migrantes.
Destino: migrantes indocumentados
El objetivo de Alligator Alcatraz es servir de centro de detención temporal para inmigrantes indocumentados, incluyendo aquellos con antecedentes criminales. La instalación está diseñada para agilizar procesos migratorios y facilitar deportaciones, en línea con el endurecimiento de las políticas migratorias impulsadas en el estado.
James Uthmeier, fiscal general de Florida, defendió la localización al asegurar que “los caimanes y pitones son más eficientes y económicos que construir muros o barricadas costosas”, reforzando la idea de aprovechar el entorno natural como medida de seguridad.
Críticas ambientales y culturales
Sin embargo, el proyecto ha encendido las alarmas de ambientalistas y comunidades indígenas. Organizaciones ecologistas han advertido que levantar una instalación de estas dimensiones amenaza un área crítica para la recarga de agua potable y el frágil equilibrio ecológico de los Everglades, hogar de especies protegidas y ecosistemas únicos.
Además, líderes de las tribus Miccosukee y Seminole han condenado la construcción de la prisión en un territorio que consideran sagrado, ya que allí existen aldeas tradicionales, sitios ceremoniales y zonas de entierro. Para estas comunidades, Alligator Alcatraz no solo representa un atentado ambiental, sino también una afrenta cultural y espiritual.
Reclamos y demandas
La alcaldía de Miami-Dade ha solicitado estudios ambientales exhaustivos y una revisión financiera del proyecto, después de conocerse que el terreno destinado a la cárcel se ofreció al Estado por 20 millones de dólares, a pesar de tener una tasación cercana a los 190 millones de dólares.
Grupos como el Center for Biological Diversity han presentado demandas legales para frenar la construcción o, al menos, obligar a evaluar su impacto ambiental y cultural con mayor rigurosidad. “Este lugar es vital para la biodiversidad y para la historia cultural de Florida”, señalaron representantes de la organización.
Un proyecto multimillonario respaldado políticamente
Pese a la controversia, el proyecto avanza con un presupuesto estimado en 450 millones de dólares anuales, financiado parcialmente con fondos federales, incluidos recursos de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA). Alligator Alcatraz cuenta con el respaldo político del gobernador Ron DeSantis y del presidente Donald Trump, quienes lo ven como pieza clave para ampliar la capacidad de detención y reforzar la seguridad migratoria en el estado. De hecho, este martes, Trump asistió a la inauguración oficial del recién construido centro de detención migratoria, le acompañaron DeSantis y Kristi Noem.
En el lugar conversaron con los oficiales de la Guardia Nacional que estarán encargados de la custodia del centro y también ingresaron al interior de las carpas donde se encuentran las jaulas con las literas donde dormirán los inmigrantes arrestados. Para los defensores del plan, la prisión es una respuesta necesaria ante la saturación de los centros de detención existentes y un instrumento eficaz para frenar la migración irregular. Para sus críticos, es un símbolo de políticas migratorias cada vez más duras, con un costo ambiental y social que podría ser irreparable.
Un futuro incierto
Mientras las carpas de Alligator Alcatraz se levantan entre aguas pantanosas y caimanes, su futuro pende de un delicado equilibrio entre decisiones judiciales, protestas ambientales y disputas políticas. En los próximos meses, se espera que los tribunales determinen si la prisión podrá operar plenamente o si las preocupaciones ambientales y culturales forzarán cambios en su implementación.