El Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana opera actualmente en el nivel 3 de saturación, el más alto establecido por la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), lo que lo sitúa entre los cinco aeropuertos más congestionados de Latinoamérica, junto a los de Bogotá, Guarulhos (Sao Paulo), Lima y Ciudad de México.
Según la IATA, el congestionamiento no es constante, sino que se concentra en franjas horarias específicas, cuando coinciden los horarios de llegada y salida de vuelos que se alinean con el check-in y check-out de hoteles. Esto genera cuellos de botella en los servicios aeroportuarios y pone en evidencia las limitaciones de infraestructura de la terminal cubana.
Para aliviar la situación, la organización internacional recomienda la implementación de slots, un sistema de horarios asignados para aterrizajes y despegues, que permitiría distribuir mejor el tráfico aéreo y reducir el caos en las horas pico.
Frente a este panorama, el Gobierno cubano ha anunciado planes de modernización del aeropuerto hasta 2030, que contemplan la ampliación y remodelación de la Terminal 3, con un aumento de capacidad del 30 %, así como la expansión de la Terminal 2, con el objetivo de convertir a La Habana en un hub aéreo competitivo en el Caribe.
A pesar de estos problemas, el aeropuerto recibió recientemente la Copa del Servicio al Cliente de American Airlines por su eficiencia en puntualidad y manejo de equipaje. Sin embargo, el reconocimiento contrasta con los relatos de viajeros y trabajadores que denuncian largas colas, mal servicio, fallas técnicas frecuentes y deficiencias en instalaciones básicas como baños o equipos de seguridad.
La situación se ve agravada, incluso con la caída del turismo —que descendió un 29 % en el primer trimestre de 2025—, debido al constante flujo de pasajeros cubanos que viajan al exterior y regresan con mercancías para suplir la escasez en la isla, así como aquellos que utilizan el aeropuerto para rutas migratorias hacia destinos como Managua o Georgetown.
La IATA advierte que, sin inversiones y una mejor gestión de tráfico, la saturación del aeropuerto podría empeorar, afectando la experiencia de los pasajeros y limitando el desarrollo del turismo y la conectividad aérea en Cuba.