Robots en Brickell y Miami Beach toman ventaja y generan incertidumbre entre repartidores humanos

Robots en Miami. Foto: Video de YouTube de Al Rojo Vivo

En las calles de Miami, donde antes predominaban motocicletas, bicicletas y autos de repartidores de comida, ahora comienzan a circular discretos robots de entrega que, poco a poco, están cambiando la dinámica de un sector clave para miles de trabajadores. Lo que parecía un experimento tecnológico ya es parte del paisaje urbano en zonas como Brickell y Miami Beach, generando preocupación entre los conductores humanos que dependen de estas aplicaciones para sobrevivir en una ciudad de alto costo de vida.

Para el cubano José Torres que depende totalmente de entregar pedidos la situación se ha vuelto un tanto inquietante ante la presencia de estos medios electrónicos. Varios repartidores aseguran que sus ingresos han disminuido drásticamente, en algunos casos hasta un 50 %. Entre las razones destacan el cierre de restaurantes, no pocos locales han bajado sus puertas de manera permanente o temporal, reduciendo la oferta de pedidos.


Otra de las preocupaciones es el precio de la gasolina, el mantenimiento de los vehículos y los impuestos limitan aún más las ganancias. Por último y no menos importante cada vez más conductores compiten por menos encargos, lo que obliga a trabajar más horas por menor retribución.

Este panorama no solo afecta a quienes trabajan a tiempo completo en el sector, sino también a estudiantes, inmigrantes y trabajadores temporales que utilizan estas plataformas como complemento de ingresos. «Mira, mi ruta [principal] solía ser Miami Beach, veía el océano y hacía mis entregas. Pero tuve que cambiar las rutas; ahora me cuesta más y gano menos dinero», explica José.

Otras personas afectadas

Modesto Espinal es otro conductor que se dedica a transitar varias horas las calles de la Ciudad del Sol entregando pedidos y enfrenta un panorama muy similar al de José. La dinámica del mercado actual se asemeja a una carrera constante: solo los más veloces alcanzan las recompensas más codiciadas.

Según Espinal que lleva más de diez años en el negocio, hace apenas un verano podía generar alrededor de 650 dólares por semana —propinas aparte—, pero hoy, con la reducción de locales abiertos, sus ingresos rondan los 240 dólares. La situación lo obliga a moverse de un sector a otro en busca de más clientes.

«El cambio de rutas es constante. No es como trabajar en un trabajo normal en el que solo haces tu turno. Aquí, tienes que esforzarte todos los días porque el trabajo en sí es inestable», afirmó el señor de 59 años.


Otro conductor de 54 años que reside en Hialeah y prefirió mantener el anonimato dijo que quizás para otros resulte extraño, pero para él es la única estrategia para recuperar lo que pierde.

«Solía ganar más dinero con solo dos pedidos de un buen restaurante que con cinco carreras de comida rápida. Pagaron mejor, dieron mejores propinas. Ahora tengo que perseguir lo que aparezca, incluso si paga menos», añadió Jason Domínguez, un repartidor de 39 años.

Pese a las dificultades señaladas, hubo conductores que afirmaron no haber sentido un retroceso durante el verano. A sus 35 años, Carla Díaz afirma que nunca escuchó sobre el cierre de locales y que su trabajo no se ha visto afectado. Ella opera en áreas con gran movimiento, como centros comerciales y corredores comerciales, donde las cadenas de comida rápida le generan suficiente demanda.

Robots en las aceras de Miami

Empresas como Serve Robotics han desplegado pequeños vehículos autónomos que transportan pedidos directamente desde los restaurantes hasta las casas de los clientes. Conocidos como “Coco”, estos robots circulan por aceras y atraviesan cruces peatonales, generando curiosidad, pero también recelo entre los repartidores humanos.

Si bien los expertos señalan que estos dispositivos aún tienen limitaciones técnicas —calles irregulares, distancias largas o edificios con acceso restringido—, en zonas densas y de alto consumo representan una alternativa más económica para las compañías de reparto, que buscan reducir gastos de personal.

La precariedad de los repartidores humanos

El impacto de esta competencia tecnológica se agrava porque las plataformas como Uber Eats, DoorDash y Grubhub clasifican a los conductores como contratistas independientes. Esta modalidad les niega derechos básicos como salario mínimo garantizado, seguro médico y pago de horas extras o vacaciones.

Para las empresas, este modelo disminuye costos y responsabilidades legales; para los repartidores, significa inseguridad económica y falta de respaldo en momentos de crisis, como accidentes o enfermedades.

Diferencias según el territorio

La situación no es homogénea en toda la ciudad. Mientras en Brickell, Downtown y Miami Beach los repartidores reportan una fuerte disminución de ingresos, en zonas con cadenas de comida rápida y centros comerciales la demanda se mantiene más estable. Esta disparidad refleja cómo el mercado de entregas está fragmentado y depende en gran medida del tipo de restaurantes presentes en cada barrio.

Adaptación frente a la incertidumbre

Ante la caída de pedidos, muchos repartidores recurren a estrategias de supervivencia como trabajar para varias aplicaciones al mismo tiempo, cambiar de zona según la hora del día o ajustar los horarios para captar los pocos picos de demanda. Algunos incluso han optado por diversificar sus ingresos, alternando con otros oficios informales o de medio tiempo.

Un debate global con impacto local

El caso de Miami no es aislado. Ciudades como Los Ángeles, San Francisco y Nueva York ya experimentan la presencia de robots de entrega, lo que genera un debate más amplio sobre el futuro del trabajo en la economía de plataformas. Mientras los defensores de la tecnología destacan su eficiencia y bajo costo, los críticos advierten que acelera la precarización de miles de trabajadores que ya operan en condiciones frágiles.

Futuro híbrido y necesidad de regulación

Expertos en urbanismo y economía laboral consideran que lo más probable es que Miami avance hacia un modelo híbrido: robots en zonas densas y repartidores humanos en áreas más complejas o dispersas. Sin embargo, la gran incógnita es cómo se regulará esta convivencia y si los trabajadores humanos tendrán algún tipo de protección mínima frente a los cambios del mercado.

Organizaciones laborales en Estados Unidos ya han planteado la necesidad de reformas para que los conductores de aplicaciones tengan acceso a un piso de derechos básicos. De no implementarse, miles de familias podrían ver comprometida su estabilidad económica en un contexto donde el costo de vida en Miami es uno de los más altos del país.

Entre la innovación y la desigualdad

La irrupción de los robots de entrega en Miami simboliza un dilema mayor: cómo equilibrar la innovación tecnológica con la justicia social. Mientras las empresas celebran el avance de la automatización, los repartidores siguen pedaleando y conduciendo, aferrados a la esperanza de que el factor humano —la rapidez, la flexibilidad y el trato directo— aún tenga un valor que las máquinas no puedan reemplazar.

Por suerte ante tanta incertidumbre hay un mensaje esperanzador de los expertos como el planificador urbano y economista en Miami, Kevin Greiner: «Los conductores no serán reemplazados al por mayor en el corto plazo. La entrega totalmente robótica solo funciona en vecindarios densos y altamente urbanizados».


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *