Spirit Airlines, conocida por su modelo de bajo costo y con gran presencia en Florida y otras ciudades clave de Estados Unidos, atraviesa una de las peores crisis de su historia. La compañía informó que más de 1,800 auxiliares de vuelo serán suspendidos temporalmente de sus funciones, en un proceso que refleja la magnitud de sus problemas financieros.
La decisión se produce tras el anuncio de que la aerolínea reducirá significativamente su capacidad operativa, lo que incluye recortar rutas en cerca de una docena de ciudades y concentrar vuelos únicamente en mercados considerados rentables.
Proceso de “furloughs” y despidos escalonados
El plan comenzará el 1 de noviembre con la oferta de licencias voluntarias sin sueldo de entre seis y doce meses. Si el número de voluntarios no alcanza la meta trazada por la compañía, los despidos serán obligatorios desde el 1 de diciembre, aplicando un criterio de antigüedad laboral.
La medida afecta directamente a tripulantes de ciudades como Los Ángeles, Atlanta, Charleston y Albuquerque, donde Spirit reducirá o suspenderá completamente sus operaciones.
Segunda bancarrota en menos de un año
Este ajuste se da en el marco de la segunda solicitud de bancarrota bajo el Capítulo 11 que la empresa presenta en menos de doce meses. Spirit ya había salido de una reestructuración previa, pero la persistencia de pérdidas financieras, sumadas a costos elevados de combustible, mantenimiento y operaciones, obligó a un nuevo proceso judicial para reorganizar su deuda.
La aerolínea anunció que reducirá su capacidad aérea en un 25% interanual para noviembre de 2025, un recorte drástico que impactará tanto en la conectividad doméstica como en la competitividad del mercado aéreo de bajo costo.
El peso de la competencia y la demanda
Spirit enfrenta desde hace años el desafío de competir con aerolíneas tradicionales como American, Delta y United, que han reforzado sus servicios básicos con tarifas competitivas. A esto se suma la creciente presencia de JetBlue, Frontier y nuevas aerolíneas regionales que han captado parte del mercado de bajo presupuesto.
El modelo “ultra low-cost”, basado en tarifas reducidas y múltiples cargos adicionales, fue exitoso durante la expansión económica previa a la pandemia. Sin embargo, tras el COVID-19, con la caída de la demanda y el encarecimiento del sector aéreo, el modelo de Spirit se ha visto fuertemente presionado.
Negociaciones sindicales y apoyo a trabajadores
El sindicato de auxiliares de vuelo está intentando negociar con Spirit mecanismos que mitiguen el impacto de los recortes. Entre las propuestas está el establecimiento de convenios con otras aerolíneas para entrevistas preferenciales, de manera que los trabajadores afectados puedan recolocarse en la industria.
Además, Spirit ya había solicitado anteriormente a sus pilotos recortes salariales por más de 100 millones de dólares, lo que muestra que los ajustes no se limitan al personal de cabina, sino que forman parte de una estrategia global de supervivencia.
Consecuencias para pasajeros y mercados locales
El retiro de Spirit de varias ciudades tendrá un efecto inmediato en la conectividad aérea de comunidades que dependían en gran medida de la aerolínea para acceder a vuelos nacionales a bajo costo. Ciudades pequeñas y medianas podrían enfrentar una reducción de opciones y un aumento de precios, ya que Spirit representaba en muchos casos el único competidor de bajo costo frente a aerolíneas tradicionales.
En hubs como Miami y Fort Lauderdale, donde Spirit mantiene gran presencia, los pasajeros podrían experimentar cancelaciones, reacomodos y limitaciones en la oferta de vuelos durante la temporada alta de fin de año.
Un golpe al modelo de bajo costo en EE. UU.
La crisis de Spirit se convierte en un caso emblemático sobre las vulnerabilidades del sector aéreo de bajo costo en Estados Unidos. Expertos advierten que la combinación de altos costos de operación, competencia intensa y una demanda volátil pone en duda la viabilidad de este modelo en el largo plazo.
Mientras tanto, la atención estará puesta en la capacidad de la aerolínea de superar esta segunda bancarrota y en si logra asegurar acuerdos que permitan preservar parte de los empleos y mantener la confianza de los viajeros.
Un panorama agravado por la crisis presupuestaria en Washington
El colapso de Spirit Airlines no ocurre en un vacío económico ni político. La compañía enfrenta sus propios problemas financieros, pero lo hace en un momento en que Estados Unidos vive una crisis presupuestaria en el Congreso, que amenaza con paralizar temporalmente al gobierno federal.
Si los legisladores no logran aprobar un acuerdo de financiamiento, se proyecta que cientos de miles de empleados públicos podrían ser enviados a casa sin paga, incluidos trabajadores esenciales para el transporte aéreo, como controladores de tráfico y personal de la Administración de Seguridad en el Transporte (TSA).
Esto significa que los problemas de Spirit podrían verse amplificados por un contexto nacional de posibles demoras en aeropuertos, menor capacidad operativa y un ambiente de incertidumbre económica que afecta la confianza del consumidor y la estabilidad de la industria aérea.
En ese escenario, la combinación de una aerolínea en bancarrota y un sistema federal parcialmente paralizado podría complicar aún más la experiencia de los viajeros durante la temporada alta de fin de año, generando un efecto dominó en un sector que ya enfrenta una recuperación frágil.