
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba (MINREX) confirmó el 25 de septiembre en su cuenta de X la muerte en La Habana de Joanne Deborah Byron, conocida como Assata Shakur, a los 78 años. Según la información oficial, la exmilitante del movimiento Pantera Negra falleció debido a complicaciones de salud relacionadas con su avanzada edad. Con su deceso, concluye una de las historias más controvertidas de la relación entre Cuba y Estados Unidos en materia de justicia y refugio político.
«El 25 de septiembre de 2025 falleció en La Habana, Cuba, la ciudadana estadounidense Joanne Deborah Byron, «Assata Shakur», como consecuencia de padecimientos de salud y su avanzada edad» dice la pequeña nota de las autoridades cubanas.
De activista a fugitiva
Nacida en Nueva York en 1947, Shakur se unió en su juventud a grupos de activismo afroamericano, incluyendo al movimiento Pantera Negra fundado en 1966 y al Ejército de Liberación Negra. Durante los años setenta, se convirtió en una de las figuras más vigiladas por las autoridades estadounidenses en medio de una época marcada por tensiones raciales, protestas sociales y la persecución de movimientos radicales.
En 1973 fue arrestada tras un enfrentamiento armado en una autopista de Nueva Jersey, en el que murió el agente de policía Werner Foerster. En 1977 fue declarada culpable de asesinato, secuestro y asalto a mano armada, recibiendo una condena de cadena perpetua. Dos años después, en noviembre de 1979, protagonizó una espectacular fuga de la prisión de máxima seguridad de Hunterdon County, con ayuda de militantes armados. Tras vivir un tiempo en la clandestinidad, en 1984 se estableció en Cuba, país que le otorgó asilo político.
Una vida en Cuba bajo asilo político
En la isla, Shakur adoptó un perfil bajo, aunque era conocida en círculos académicos y culturales. El gobierno cubano la consideraba víctima de persecución política, y en reiteradas ocasiones defendió su derecho a permanecer en el país. Mientras tanto, Washington la calificaba como prófuga de la justicia y exigía su extradición.
Durante cuatro décadas, su presencia en Cuba se convirtió en un símbolo de resistencia para algunos y en una herida abierta para las autoridades estadounidenses. En 2013, el FBI la incluyó en la lista de los fugitivos más buscados, siendo la primera mujer en alcanzar ese estatus. La recompensa por información que condujera a su captura fue elevada a 2 millones de dólares.
Reclamaciones y tensiones bilaterales
Desde 1998, el Congreso de Estados Unidos aprobó resoluciones que exigían su entrega, insistiendo en que debía cumplir condena en territorio estadounidense. La inclusión de su nombre en la lista de terroristas en 2005 y en la lista de fugitivos más buscados en 2013 endureció la presión diplomática.
El caso se convirtió en un punto de fricción constante en las relaciones bilaterales. Durante el año 2015, Menéndez, en su calidad de senador demócrata de Nueva Jersey, dirigió una carta a John Kerry, quien era secretario de Estado en ese momento, instando a que se exigiera la extradición de Chesimard.
En el marco de la segunda ronda de diálogos sobre contraterrorismo entre Cuba y Washington, celebrada en 2017, diversas agencias de prensa divulgaron versiones que apuntaban a un eventual canje de espías y prófugos.
Incluso en mayo de 2025, apenas meses antes de su fallecimiento, las autoridades estadounidenses reiteraron oficialmente su pedido de extradición. Cuba respondió con la misma negativa de siempre, asegurando que el expediente tenía un trasfondo político y que Shakur no sería entregada.
Un legado en disputa
La figura de Assata Shakur divide opiniones. Para las agencias de seguridad de Estados Unidos, era una criminal peligrosa, responsable de la muerte de un agente policial y prófuga de una condena firme. Sin embargo, para activistas de derechos civiles y movimientos afroamericanos, Shakur simbolizó la lucha contra el racismo estructural y la represión estatal en los años setenta.
Su vida en Cuba la convirtió en una especie de ícono para quienes veían en ella a una sobreviviente de un sistema judicial que, según argumentaban, estaba marcado por la discriminación racial. Para sus críticos, en cambio, fue la demostración de la impunidad de una prófuga que nunca pagó por sus crímenes.
Cuba como refugio de fugitivos
El caso de Shakur no es aislado. Se calcula que más de 70 ciudadanos estadounidenses han residido en Cuba tras escapar de procesos judiciales en su país. Algunos de ellos enfrentaban acusaciones por crímenes graves, incluyendo terrorismo. Entre los más mencionados está William “Guillermo” Morales, acusado de participar en el atentado de Fraunces Tavern en Nueva York en 1975, en el que murieron cuatro personas.
La presencia de estos fugitivos ha sido una constante en la agenda diplomática bilateral, aunque el gobierno cubano rara vez ha cedido ante las presiones de Washington.
Desenlace de un capítulo histórico
La muerte de Assata Shakur cierra un capítulo de más de cuatro décadas de tensión diplomática, debates ideológicos y controversia internacional. Su figura permanecerá en la memoria colectiva como símbolo ambiguo: para unos, una militante que resistió lo que consideraba injusticia racial; para otros, una prófuga que eludió a la justicia estadounidense hasta el final de sus días.
Con su fallecimiento, desaparece uno de los nombres más emblemáticos en la lista de reclamaciones históricas entre La Habana y Washington, aunque el trasfondo político y simbólico de su caso seguirá alimentando la discusión sobre justicia, racismo y asilo en la historia reciente de ambos países.