Lo que comenzó como un susto inusual se ha convertido en un caso emblemático del creciente número de encuentros entre humanos y osos negros en el estado. A mediados de agosto, Alexander Rojas, residente de Apopka, vivió una experiencia angustiante: al cerrar la puerta de su casa entre las 4:00 y las 4:30 a.m. del 15 de agosto, fue sorprendido por dos osos juveniles en su jardín.
Al intentar ahuyentarlos gritando, uno reaccionó y lo atacó originándole heridas leves. Como resultado tuvo que asistir al hospital cercano donde recibió le administraron una vacuna contra el tétano y la rabia antes de que le dieran el alta. A pesar de no contar actualmente con seguro médico deberá someterse a otras consultas para. Según explicó a Univisión Miami deberá también consultar un cirujano de mano puesto que tiene poca función entre algunos dedos de la mano afectada.
«Por alguna razón se dio la vuelta, dio pasitos más torpes hacia mí, me mordió el brazo y luego me arañó las costillas. Logré sacarle los pies de una patada y golpearlo en la nariz», dijo la víctima quien agregó que llamó a su novia para pedirle que le llevara toallas y detener el sangrado producto de las heridas.
Por su parte, el equipo de Manejo de Osos de la Comisión de Conservación de Pesca y Vida Silvestre de Florida (FWC) instaló una trampa en la zona con el objetivo de atrapar al ejemplar implicado en el incidente.
Tragedia histórica: el primer ataque mortal registrado
El 5 de mayo de 2025, se produjo el primer ataque mortal documentado por un oso negro en Florida. El incidente ocurrió en Jerome, condado de Collier: un oso mató a Robert Markel, de 89 años, y a su perro. Se confirmó mediante pruebas de ADN que uno de los tres osos sacrificados era responsable del ataque.
Este episodio, junto con el caso de Apopka y otro ataque no letal en Silver Springs en febrero, subrayan una preocupante tendencia de mayor interacción entre osos y seres humanos en zonas residenciales.
Estadísticas y contexto histórico
Aunque los ataques de osos negros son poco frecuentes, los datos de la Florida Fish and Wildlife Conservation Commission (FWC) revelan que estas situaciones se repiten con cierta regularidad: A nivel regional, en el Centro-Norte de Florida, donde se ubica Apopka, hubo 190 llamadas en 2024, con un 28 % clasificadas como conflictos activos
Se reciben en promedio 6 300 reportes relacionados con osos cada año, aunque solo unos 42 incidentes desde los años 70 implicaron contacto físico con humanos; solo tres de ellos fueron considerados graves antes del reciente ataque fatal.
En 2023 se registraron 7 311 llamadas, significativamente más que los 5 689 del año anterior, lo que evidencia un aumento en la interacción osos–humanos.
Decisiones polémicas: ¿la respuesta es una cacería regulada?
En respuesta al creciente número de incidentes, la FWC aprobó en mayo de 2025 la primera cacería de osos en una década. Se autorizó la captura de hasta 187 osos durante tres semanas, decisión que generó controversia. Más del 75 % de los encuestados públicos se oponían a la medida, tildándola de inadecuada y poco ética. Críticos alegan que el problema radica en el desarrollo urbano y la mala gestión de residuos, no solo en la densidad de osos.
Medidas de prevención y convivencia
Las autoridades y expertos recomiendan estrategias de convivencia responsable tales como no alimentar osos intencionalmente, asegurar la basura en contenedores resistentes, evitar dejar alimento para mascotas o alpiste afuera, recoger frutas maduras y limpiar parrillas al aire libre. También aconsejan instalar alarmas de movimiento o cercas eléctricas como disuasivos efectivos y al observar un oso amenazante o herido, contactar inmediatamente la línea de alerta de vida silvestre: 888‑404‑FWCC (3922).
El caso de Alexander Rojas en Apopka —no el primero, pero sí significativo— forma parte de una creciente serie de encuentros entre humanos y osos negros en Florida. Mientras que algunos inciden en agresiones leves, otros —como el trágico episodio mortal de mayo— marcan un umbral histórico. La decisión del estado de permitir una cacería plantea un intenso debate: ¿es esta la solución o se requiere mayor educación, planificación urbana y conservación responsable?