El caso de una cubana identificada como Dreisy Forte, residente en Estados Unidos, vuelve a poner sobre la mesa una realidad: viajar a Cuba siendo residente permanente puede convertirse en una trampa migratoria. Su relato, cargado de angustia y temor, muestra cómo estos viajes no solo implican reencuentros familiares, sino también riesgos legales que podrían costar la residencia.
Un interrogatorio que desnuda el problema
Forte viajó a la isla a finales de julio para visitar a sus hijos. A su regreso, lo que debía ser un trámite rutinario terminó en un interrogatorio intimidante en el temido “cuartico” de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP).
La cubana relató que un oficial cubanoamericano la sometió a preguntas hostiles sobre el propósito de su visita a la isla, llegando a advertirle que podía perder la residencia y que un juez de inmigración podría revisar su caso. “Yo me quería morir”, confesó la mujer, quien ahora ha decidido no volver a Cuba para evitar nuevos enfrentamientos con la autoridad.
El viaje como contradicción
El punto de fricción es evidente: la Ley de Ajuste Cubano otorgó a miles de migrantes el estatus de residencia bajo el argumento de haber huido de un régimen represivo. Sin embargo, al regresar una y otra vez a Cuba, muchos terminan contradiciendo el fundamento de ese beneficio.
“Si alguien huyó de su país, no debería regresar constantemente”, es la frase que, según testimonios, utilizan los oficiales para justificar sus advertencias. En este sentido, los viajes a la isla no solo despiertan sospechas, sino que se convierten en el detonante de revisiones legales que ponen en riesgo la estabilidad migratoria.
Consecuencias reales, no percepciones
El caso de Forte no es aislado. Otros migrantes han denunciado que sus teléfonos fueron confiscados, sus cuentas bancarias revisadas y hasta se les advirtió que no podrían regresar más a la isla. Cada experiencia refleja lo mismo: cada viaje a Cuba implica abrir la puerta a un escrutinio severo que no siempre termina bien.
Aunque algunos usuarios en redes sociales minimizaron lo ocurrido como un “intento de meter miedo”, lo cierto es que la discrecionalidad de los agentes migratorios es amplia y un simple viaje puede derivar en la pérdida de la residencia.
El dilema de la comunidad cubana
Para muchos cubanos, la tentación de regresar a la isla es fuerte: reencontrarse con familiares, atender propiedades o mantener negocios. Sin embargo, cada boleto comprado hacia La Habana puede convertirse en un riesgo innecesario.
El caso de Forte es un ejemplo claro de lo que cada vez más abogados de inmigración advierten: viajar a Cuba antes de obtener la ciudadanía es exponer el futuro en Estados Unidos a una revisión que puede ser devastadora.
En palabras simples, la pregunta que debería hacerse cada residente cubano antes de volar a la isla es: ¿vale la pena arriesgar la estabilidad de tu vida en EE.UU. por un viaje que puede costarte todo?
Una advertencia que no debería ignorarse
El relato de Dreisy Forte sirve de recordatorio: mientras no se adquiera la ciudadanía, los residentes cubanos viven bajo la sombra de la incertidumbre cada vez que cruzan la frontera. Los viajes a Cuba, lejos de ser inocuos, son vistos por las autoridades como una contradicción y un motivo para cuestionar el estatus migratorio.
En un contexto político donde la relación entre Washington y La Habana sigue marcada por la desconfianza, cada visita a la isla puede convertirse en un arma en contra del propio migrante. El caso de Forte lo demuestra con crudeza: lo que comenzó como un viaje para ver a sus hijos terminó en un episodio de humillación que ahora la obliga a renunciar a regresar a su país natal.