Cuba frente a una crisis laboral estructural: más de la mitad de su población en edad de trabajar no tiene empleo ni lo busca

Desempleo en Cuba. Foto: Shutterstock

La economía cubana atraviesa un momento crítico no solo por la inflación, la escasez o la caída del turismo, sino también por una profunda transformación en su estructura laboral. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación 2024 publicada por la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), el 50,1 % de los cubanos mayores de 15 años no tiene empleo ni lo busca activamente, lo que deja a menos de la mitad del país dentro de la fuerza laboral formal o disponible.

Este dato representa un punto de inflexión en la historia reciente del país y desmiente la aparente estabilidad que reflejan las cifras oficiales, que sitúan el desempleo en solo 1,6 %. Para muchos analistas, esta baja tasa es engañosa, ya que excluye a una porción significativa de la población que ha desistido de buscar empleo por falta de oportunidades, desincentivos económicos o condiciones de vida cada vez más precarias.


Una fuerza laboral envejecida y con escaso relevo generacional

El informe también revela que la edad media de la población ocupada es de 44,3 años, y que casi el 49 % de los trabajadores activos tiene entre 45 y 64 años, lo que confirma el envejecimiento acelerado de la fuerza laboral cubana. Esta tendencia se agrava al observar que el 47,3 % de los desempleados activos (que sí están buscando empleo) pertenece al grupo etario de 15 a 34 años. La juventud cubana, que debería constituir el pilar del relevo económico y productivo, muestra una profunda desconexión con el sistema laboral.

Este fenómeno está estrechamente vinculado a la emigración masiva de jóvenes cubanos, que ha alcanzado cifras históricas en los últimos años. La búsqueda de mejores oportunidades económicas fuera del país ha vaciado sectores clave y ha dejado a Cuba con una población cada vez más envejecida: más del 25 % de sus 9,7 millones de habitantes tiene 60 años o más, lo que ubica al país entre los más envejecidos de América Latina y el Caribe.

La informalidad como válvula de escape ante un sistema poco competitivo

Ante la falta de empleo formal, muchos cubanos se ven obligados a recurrir a la informalidad como medio de subsistencia. La ONEI señala que el 20,1 % de los ocupados trabaja en el sector informal, y dentro de este segmento, el 58,5 % lo hace como trabajador por cuenta propia (TCP) sin estar afiliado al sistema de seguridad social, lo que implica ausencia de protección médica, jubilación o beneficios laborales básicos.

Aunque el gobierno ha promovido en años recientes la creación de micro, pequeñas y medianas empresas privadas (mipymes), estas todavía generan apenas el 4,5 % del empleo no estatal, según estimaciones de economistas como Pedro Monreal. Esta baja penetración refleja las limitaciones estructurales del modelo económico cubano, que aún no logra articular mecanismos eficientes de crecimiento y productividad en el sector privado.

El deterioro del salario estatal y el costo de no trabajar

A este panorama se suma el desplome del salario estatal real. Entre 2021 y 2024, los ingresos ajustados a la inflación cayeron más del 33,5 %, erosionando significativamente el poder adquisitivo de los trabajadores. Este descenso ha hecho que, en muchos casos, trabajar no represente una mejora material frente a depender de remesas, ingresos informales o estrategias de supervivencia al margen del sistema económico formal.


Así, muchas personas simplemente optan por la inactividad como una elección racional ante la falta de incentivos reales para trabajar. La ausencia de empleo digno, la burocracia estatal, la represión contra iniciativas privadas no autorizadas y la falta de perspectivas económicas empujan a miles de cubanos a quedarse al margen de la economía productiva.

Un modelo en crisis comparado con la región

Cuando se compara la situación de Cuba con el resto del continente, las diferencias son abismales. En América Latina y el Caribe, según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la tasa promedio de participación laboral es del 58,9 %, casi 10 puntos por encima de la cubana. Incluso países con altos niveles de informalidad y pobreza superan a Cuba en este indicador clave del desarrollo económico y social.

Además, el dato oficial de desempleo en la isla, del 1,6 %, es uno de los más bajos del hemisferio, pero contrasta con la evidencia empírica de un país donde el mercado laboral está visiblemente paralizado y una gran parte de la población no encuentra cabida en el aparato productivo.

Un futuro incierto

La situación descrita por el informe de la ONEI no solo refleja una coyuntura económica adversa, sino una crisis estructural profunda que amenaza la sostenibilidad del sistema laboral cubano. Sin una reforma integral que incentive el empleo formal, fortalezca el sector privado, incremente la productividad y ofrezca garantías básicas a los trabajadores, la isla corre el riesgo de continuar perdiendo a sus jóvenes, debilitando aún más su base económica y demográfica.

A medida que la migración continúa y el envejecimiento se acentúa, el desafío del empleo se convierte en uno de los problemas más urgentes para el futuro de Cuba, tanto en términos económicos como sociales y políticos. La inactividad laboral de más de la mitad de su población en edad de trabajar no es solo una estadística: es el reflejo de un país atrapado entre la necesidad de reformarse y el temor a hacerlo.


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