La decadencia de Manzanillo, la dictadura acabó con el progreso, detalla un médico y periodista cubano

El progreso se marchó de Cuba en 1959, con la llegada de Fidel Castro al poder, la Isla en general se marchita y cae día tras día en una decadencia que parece no tener vuelta de hoja, al menos bajo el régimen castrista, que ha arruinado la economía antillana.


El municipio de Manzanillo, situado en la zona costera del Golfo del Guacanayabo, provincia Granma, no es la excepción, la falta de prosperidad es evidente; Manzanillo es un “municipio que muere”, dijo Santiago Emilio Márquez Frías, médico y periodista independiente, colaborador de la Red Cubana de Comunicadores Comunitarios.

El galeno recuerda en un reportaje, que antes del triunfo de la “revolución” “Manzanillo era una ciudad limpia, sus comercios y carteles lumínicos embellecían el entorno”.

“El parque Céspedes le daba la bienvenida cada noche a las familias, amigos o al visitante para hacer tertulia, caminar, conversar o escuchar una buena música; un cercano teatro los invitaba a disfrutar de los espectáculos que ofrecían, dignos de cualquier ciudad”, detallaba en el artículo.

“Los buenos días, tardes o noches, imperaban como costumbres. También se recuerdan las espectaculares tradiciones carnavalescas, que hasta el más pobre las disfrutaba”, acotaba.

“De igual forma, existía alegría en diciembre durante la Navidad. Todo el mundo sabía que se conmemoraba el nacimiento de Cristo en un pesebre en Belén. Pero la vara mágica del socialismo tocó la isla y todo lentamente fue desapareciendo, como los grandes centrales, dejando pueblos sin esperanzas y hombres sin empleos”, denunciaba.


“Un enorme aserrío situado en la Avenida Primero de Mayo, le daba al lugar cuando llovía un olor a madera húmeda y según cuentan algunos fanfarroneaban, porque sus troncos le recordaban la existencia de bosques cercanos, pero la hechicería socialista los desapareció”, explicaba el periodista.

Contaba que, “en la Avenida Masó final una fábrica de hielo alzaba gruesos paneles, y desde el Malecón manzanillero cuando se contemplaba la fábrica salpicaban “goticas” de agua que refrescaban; a veces el sol iluminaba estos bloques de hielo y brillaban reflejando diversos colores. Los utilizaban en fiestas, hoteles, pero la varita mágica de la dictadura la disolvió, quedando un vertedero de basura que contamina el medio ambiente”.

Relata que en una comunidad pesquera del municipio, vivían de lo que lograban pescar, y del Golfo de Guacanayabo sustraían sierras, camarones, entre otros, que ahora están prohibidos para el pueblo, sin embargo no para el sector turístico, ni para los dirigentes.

Sobre la fábrica textil de guayaberas, localizada en la calle Doce de Agosto, Márquez Frías cuenta que se podía sentir el ruido constante de las máquinas de coser, de la producción del vestuario típico cubano, y de igual manera fueron desmanteladas y clausuradas.

Así mismo narra el ocaso de la empresa embotelladora de refrescos ubicada en El Recreo, cómo las construcciones arquitectónicas importantes de Manzanillo han ido desapareciendo.

Culpa al régimen de la destrucción, del desencanto masivo y el desmantelamiento de fábricas e inmuebles históricos.

El reportero concluye la crónica afirmando que, “a las futuras generaciones –si no existe un cambio político en el país-les espera ver lentamente como Manzanillo ubicado en la provincia Granma languidece día a día”.

(Con información de Martí Noticias)


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