Carta abierta de una doctora cubana al presidente de Brasil con motivo del fin de «Más Médicos»

Desde el anuncio del fin del programa «Más Medicos» por parte del gobierno de Cuba que se negó a pagar el salario integro a los trabajadores de la salud que se encuentran en Brasil, varias han sido las reacciones.


Muchos han escrito mostrando su frustración por el fin del programa y la decepción con el gobierno de Cuba por no pagar de manera justa a sus trabajadores.

Recientemente una doctora que decidió no regresar a Cuba y quedarse a solicitar asilo y escribió una carta al presidente de Brasil para agradecerle por su apoyo.

Carta completa al presidente de Brasil:

Estimado presidente electo Jair Bolsonaro:

Le confieso algo, de entrada: no pensaba comenzar esta carta así, de esta manera. Había pensado algo más emocional, más elaborado. Pero no me queda más remedio, presidente, yo soy una cubana de pura cepa, tengo azúcar y sazón en la sangre, así que debo decirle lo primero que me viene a la mente: ¡qué maravilla poder decirle a alguien presidente y sentirlo de verdad, sin fingir ni aparentar!


Quizás usted no entienda. O sí. Quizás esté muy informado de lo que hemos vivido los cubanos durante todo este tiempo, poco más de la mitad de un siglo, ¡mire qué barbaridad de tiempo! Un solo hombre gobernando hasta hace un puñado de años. Otro, su hermano, gobernando otro puñado de años. Y ahora un títere mal puesto y peor entrenado, gobernando como si fuera un presidente.

Si usted leyera esta carta que escribo a medianoche, agotada, estresada, con un dolor de cabeza inmenso y los nervios a flor de piel, pero feliz de ser libre, me gustaría que supiera algo: es la primera vez que me dirijo a un presidente con orgullo y con honor. Y eso se lo ha ganado usted antes incluso de tomar el mando de este bello y hospitalario país en el que llevo tres años viviendo, cooperando en mis posibilidades, y aprendiendo a amar, respetar y curar las heridas físicas y espirituales de su gente.

Mi carta es un pedido de auxilio, presidente Bolsonaro. Y en mi carta van las voces de una veintena de mis colegas, todos del municipio Ponta Grossa, todos los que nos conocemos y hemos decidido no emprender el camino de vuelta atrás. Así se lo digo: no vamos a regresar a Cuba. No queremos volver a la esclavitud real, aunque hayamos pasado algunos años en esta esclavitud virtual que es trabajar para que otro se enriquezca con nuestro sacrificio.

Pero le pedimos auxilio, le decía. Con humildad y agradecimiento. Con bondad. Con el sentimiento tan hermoso que genera saber que usted, un presidente electo democráticamente, ha pensado en nuestros salarios y en nuestras familias cien veces más que los coterráneos nuestros que, supuestamente, deberían velar por nosotros.

Estamos desesperados, presidente. Usted asume el cargo de Brasil en enero, y llega en un momento de alta tensión nacional. Usted tendrá que ocuparse de su país primero y de nosotros después. Y nosotros no sabemos qué hacer ahora mismo, más allá de confiar en su palabra de que nos protegerá con el asilo político a todos los que decidamos, como yo, no volver atrás.

El gobierno de Raúl Castro/Díaz-Canel nos quiere regresar antes del 5 de diciembre. Un mes antes, casi, de que usted pueda hacer algo por nosotros. Si optamos ahora mismo por huir, por no montarnos en esos aviones, si les decimos a los nuestros por teléfono que no nos esperen, al menos no ahora, estamos firmando como mínimo ocho años de agonía de distancia… y no sabemos qué hacer ahora mismo en Brasil.

A quién dirigirnos. Cómo pedir ayuda. Cómo seguir trabajando. Quién nos va a pagar. Quién responderá por nosotros, los que desde ese momento seremos parias sin país ni respaldo, casi desterrados.

Yo tengo una niña de doce años en Cuba. Mejor no le cuento lo que terrible que es saberla lejos de mí. Hasta la última gota de sudor, el último centavo, mi última fuerza serán, desde este instante, dedicados al momento en que pueda reunirme con ella acá. En nuestra nueva tierra de libertad. En un Brasil que me ha enseñado la maravilla de la libertad, aun cuando su gobierno anterior se haya complotado con el de mi país para robarnos las tres cuartas partes de lo que ganamos salvando vidas en estas tierras sudamericanas.

Cuando decidimos aceptar esta esclavitud moderna, firmando contratos que nos trataban como becarios, como profesionales a medias, maltratados y mal pagados, fue por desesperación: queríamos salir adelante. Como millones de otros cubanos, maestros, dentistas, deportistas, ingenieros.

Queríamos darles a nuestros hijos un futuro mejor que el que nosotros vivimos en un país secuestrado por una familia, imagínese usted: ¡una sola familia, un solo apellido que ha mandado en esa isla durante sesenta años enteros! No somos hipócritas. No somos oportunistas. Somos víctimas buscando oxígeno fuera de la cárcel que nos tocó vivir.

Nosotros no solo nos queremos quedar: nosotros queremos que usted se sienta orgulloso de nosotros. De nuestra valentía y nuestro esfuerzo. Queremos seguir curando a sus enfermos, sanando a sus ancianos, dando a luz a los niños de esta tierra hermosa donde la mandioca, la feijoada, la samba, el fútbol y el amor por Dios han pasado a ser tan nuestros, tan parte de nuestros corazones, como el arroz con frijoles, el café, la salsa y la pelota.

Para eso, para cumplirle a un mandatario que ha exigido tratarnos con decoro cuando los mandamases de nuestro país nos han tratado como esclavos, necesitamos una última ayuda. El camino legal para ahora mismo, no para enero. Cómo estabilizarnos ahora mismo, mientras llega su concesión de asilo.

Yo no puedo decirle mi nombre, presidente. No por mí, que a mí nada me pueden hacer porque ya soy libre. Ya decidí ser libre. Por mi familia. Por mi niña. Por mis viejos, achacosos y agotados de visitas y amenazas de la policía política cubana. Por lo que puedan hacerles a ellos allá, donde no tienen defensa ni embajadas solidarias ni diplomacia ni prensa libre.

Por eso me quedo en el anonimato, y le mando un beso sin protocolos ni rebuscamientos, solo sonreída, quizás con algunas lágrimas en los ojos, con la nobleza de quien pide limosnas, pero sin escopeta: nuestra manera de entender que en lo adelante, también será usted el presidente por el que rezaremos para que haga lo mejor posible por esta hermosa nación, y por nosotros: estos médicos que ya le debemos tanto.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *